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Cataluña: la discreción obligada

La falta de discreción podría suponer el naufragio de las conversaciones para desbloquear al problema catalán

Las informaciones sobre una reunión que mantuvieron en La Moncloa el presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, y el máximo responsable de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, el pasado 11 de enero no deberían extrañar a nadie. Es lógico y deseable que el presidente de la nación utilice todos los medios legales a su alcance -entre ellos el del diálogo- para intentar frenar el órdago soberanista planteado por las autoridades catalanas y que supone una de las crisis políticas e institucionales más graves de nuestra reciente historia democrática. Ya desde el inicio de la presente legislatura, y después de la incomprensible pasividad de la que hizo gala Rajoy respecto a este tema en tiempos anteriores, el Gobierno dejó claro que Cataluña iba a ser una de las prioridades en su acción política, para lo cual la todopoderosa vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría abrió un despacho en Barcelona y se ha dado instrucciones a todos los ministros para que tomen especial interés en los asuntos que afectan a esta comunidad autónoma.

Las conversaciones entre Rajoy y Puigdemont hay que verlas dentro de este contexto; sorprenderse e incluso criticarlas por su carácter "secreto" es no entender nada de cómo funcionan -y deben funcionar- estas cosas en política. En esta fase inicial de las conversaciones sobre un tema tan delicado y emocionalmente explosivo, la discreción -que no el secretismo- es una obligación. Pretender que se hagan públicas las conversaciones sólo se puede hacer desde la ingenuidad o la mala fe política. Hay que dejar trabajar a los gobernantes con tranquilidad, algo que evidentemente no se podría hacer con la presión de una opinión pública que no siempre es un ejemplo de sosiego. Uno de los mitos de la nueva política es la necesidad absoluta de transparencia, algo que es muy sano siempre que no se llegue al absurdo de pretender enterarnos de cada palabra que se pronuncia en una reunión de alto nivel. La falta de discreción en estos momentos podría suponer el naufragio de unas conversaciones que todos necesitamos que lleguen a buen puerto cuanto antes.

El Gobierno ya ha dicho por activa y por pasiva que está dispuesto a hablar de todo con los nacionalistas catalanes menos de aquello que vulnere la soberanía nacional o que suponga el incumplimiento de la ley. Nada hace sospechar que Rajoy no vaya a cumplir su compromiso. Ahora hay que dejarlo trabajar tranquilo.

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