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Francia: la indignación con sensatez

Francia demuestra que la indignación no tiene por qué expresarse mediante candidatos extremos, todo lo contrario

Ninguno de los dos partidos que se han alternado en la Presidencia francesa desde que se instauró la V República gobernará esta vez en el Elíseo. Ni el Partido Socialista ni los Republicanos han logrado pasar esta primera vuelta de las elecciones presidenciales, Fillon y Hamon han sido desalojados de la carrera en beneficio de Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Nada más conocerse los primeros sondeos, los candidatos de los partidos tradicionales han solicitado el voto para Macron, por lo que posiblemente este economista y filósofo de 39 años será el nuevo presidente galo. En Francia, ayer perdió la tradicionalidad, pero no el sistema. Lejos de la indignación irracional de los Estados Unidos de Donald Trump y del Reino Unido del Brexit, los franceses han optado por un candidato que proviene del Partido Socialista, pero que rompió con su formación convencido de que Francia necesita una profunda reforma liberal. Muchos votantes de izquierdas, ministros de Hollande entre ellos, han apoyado a Macron, convencidos de que era el único candidato capaz de frenar a Le Pen. No obstante, la izquierda francesa ha perdido. Elegido en unas primarias donde la militancia optó por el candidato más radical, Hamon ha cosechado uno de los peores resultados del Partido Socialista. Los militantes estarán muy contentos de que Manuel Valls no haya sido el candidato, pero es una alegría hueca. Melénchon, también socialista heterodoxo pero aún más radicalizado, tampoco ha logrado pasar a la segunda vuelta. La izquierda española debería tomar nota de eso: la indignación también se puede expresar sin conducirse por los extremos. La posición de la derecha es aún más absurda, Fillon se ha empeñado en llegar hasta el final, a pesar de que iba lastrado por vergonzosos casos de corrupción, corruptelas tan domésticas como ridículas. No es el tiempo para los corruptos. No es la primera vez que Le Pen se cuela en la segunda vuelta, el relativo éxito de la candidata ultraderechista y xenófoba debe ser una llamada de atención a los demócratas de vocación europeísta. Es posible que Le Pen caiga en la última vuelta, pero su presencia es un aviso que ya dura mucho tiempo. Si Macron se convierte en presidente de Francia, deberá sortear un gran problema institucional, carece de partido, de momento sólo le ha respaldado un movimiento electoral. Pero es posible que los dos grandes partidos se vean abocados a una profunda reforma donde se rompan las fronteras de estas dos formaciones para alcanzar acuerdos de integración con nuevas fuerzas políticas.

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