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Veinte años del asesinato de Alberto y Ascen

En la actualidad, ETA está completamente derrotada y éste es el mejor homenaje que se le puede ofrecer a la joven pareja asesinada

Hoy se cumplen veinte años del asesinato de Alberto Jiménez Becerril y su mujer, Ascensión García Ortiz, a manos de un comando de la banda terrorista ETA. Los andaluces que ya tenían uso de razón aquella aciaga noche de 1998 en la que dispararon al concejal popular del Ayuntamiento de Sevilla y a su esposa nunca olvidarán cómo y dónde se enteraron de la noticia. El atentado fue un auténtico mazazo que golpeó en la conciencia de todos los españoles y, especialmente, en la de los sevillanos y andaluces, que vieron cómo, una vez más, ETA asesinaba brutalmente a un representante de los ciudadanos y destrozaba a una joven pareja que dejaba tres niños huérfanos. Eran los tiempos en que la banda terrorista vasca, después de comprobar que los asesinatos de guardias civiles, policías y militares eran cada vez más difíciles de perpetrar e impactaban poco a una ya insensibilizada opinión pública, había puesto en su punto de mira en los cuadros y representantes medios del PP y del PSOE, conscientes de su desprotección y del impacto social que suponían sus asesinatos. De hecho, pocos meses antes habían perpetrado el que quizás es su crimen más famoso: el secuestro y muerte del edil popular de Ermua Miguel Ángel Blanco.

Con el asesinato de Alberto y Ascen (que es como la conocían sus amistades) parecía que ETA demostraba una gran capacidad operativa a la que no se escapaba Andalucía. Sin embargo, sin que los terroristas lo supieran, ya habían comenzado a cavar su propia tumba. La movilización tras el atentado fue sobrecogedora y demostró que la sociedad española había decidido acabar definitivamente con la banda terrorista, como terminó ocurriendo gracias a la confluencia de las movilizaciones populares, la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, la política de dispersión de presos, la Ley de Partidos que cortó buena parte de la financiación del entramado ETA (una galaxia de asociaciones políticas, culturales y sindicales, muchas de ellas legales) y el gran pacto entre PP y PSOE para derrotar al terrorismo nacionalista vasco.

Veinte años después de la muerte de Alberto y Ascen, ETA está completamente derrotada, y ese es el mejor homenaje que se puede hacer a la joven pareja. Sin embargo, uno de cada tres asesinatos de la banda están aún sin resolver y existe en el entorno del nacionalismo vasco (también en el PNV y en el llamado democrático) la tentación de construir un relato en el que los verdugos terroristas y las víctimas queden igualados en un conflicto en el que no hubo culpables. Habrá que estar muy atentos para impedir que esto suceda.

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