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El camino recto para salvar la Madrugada

Ahora, la labor de todos es perfeccionar este nuevo y exitoso modelo para que la Semana Santa y la Madrugada vuelvan a su plenitud

La satisfacción exhibida ayer por el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y el delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, estaba más que justificada. Ambos comparecieron ante los medios de comunicación para hacer balance de la recién finalizada Semana Santa y, especialmente, de la pasada Madrugada, que como ya todo el mundo sabe transcurrió con absoluta normalidad, lejos de las carreras y desórdenes del año anterior. Aunque es cierto que el frío ayudó a evitar una afluencia masiva al centro de la ciudad durante las horas centrales de la Madrugada, también lo es que el mérito de dicha normalidad hay que achacarlo al buen hacer de las administraciones local y central, que han sabido colaborar estrechamente en todo momento con el único fin de garantizar la seguridad de los ciudadanos y el disfrute de unas fechas tan arraigadas en los sevillanos. Esta vez, el diferente color político del alcalde y el delegado del Gobierno no ha supuesto ningún óbice para un trabajo conjunto y eficaz. Se debería tomar nota para el futuro.

En general, todas las medidas adoptadas han funcionado razonablemente bien, desde el amplio y moderno sistema de cámaras instalado en las zonas de mayor afluencia de público, hasta el cierre de bares durante la Madrugada, pasando por el aforamiento de los espacios especialmente complicados. Destacable también ha sido el importante esfuerzo policial (hubo un 20% más de agentes del Cuerpo Nacional) y la labor de concienciación ciudadana y de las hermandades realizada por el Ayuntamiento. De hecho, el único conato de carrera que se produjo en la Madrugada, en Reyes Católicos, fue abortado por los propios ciudadanos, que señalaron a los gamberros para que la Policía procediese a su detención.

Ahora, la labor de Ayuntamiento y Gobierno es perseverar y perfeccionar este nuevo y exitoso modelo para lograr que la Madrugada vuelva a su plenitud, a ser esa extraordinaria fiesta en la que la devoción, la estética y el disfrute de los sentidos se dan la mano de una manera única en el mundo. Se ha perdido demasiado tiempo desde que, en el año 2000, se produjesen en forma de carreras los primeros indicios de que algo no estaba funcionando bien en nuestra Semana Santa. Los problemas, cuando no se les dedica el tiempo y el trabajo necesarios, terminan adquiriendo dimensiones inmanejables, como tristemente hemos comprobado los sevillanos. Por fin, hay un camino a seguir, y es obligación de todos facilitarlo en lo posible.

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