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El rey Felipe VI dejó ayer un mensaje muy claro en su discurso de inauguración de la VI Asamblea de la Agrupación de Miembros del Instituto Internacional San Telmo -la escuela de negocios de referencia de Andalucía-: la formación empresarial debe incluir, además de las evidentes asignaturas técnicas, contenidos éticos que mejoren la competitividad de nuestra economía. El Rey señaló con acierto que una actitud ética genera "mayor confianza en clientes y consumidores", lo que a la larga se traduce en la admiración de la sociedad hacia las empresas que son conscientes de su responsabilidad social.

En España tenemos sobradas pruebas de que las palabras de Felipe VI son ciertas y veraces. Durante las dos décadas anteriores a la crisis vimos prosperar un modelo de empresa y empresario pendiente únicamente de su lucro personal, sin importarles las repercusiones que sus negocios pudiesen tener en el entramado social y en el medio ambiente que les rodeaba. En muchas ocasiones, estos negocios se hicieron fuera de la ley y en consonancia con políticos corruptos y corruptores. La cultura del pelotazo se impuso en algunos casos a los valores empresariales de siempre: el trabajo bien hecho, el compromiso con la sociedad, el respeto a la ley y, por supuesto, la intención de obtener beneficios, verdadero motor de toda actividad económica competitiva y, por tanto, de la creación de empleo. No es casualidad que las empresas que más responsables y solidarias fueron con su entorno han sido también las que mejor han aguantado la crisis.

Cierto es que no se puede enseñar a ser bueno, pero también que un mayor conocimiento por parte de los altos ejecutivos de lo que es ético y lo que no tendrá una repercusión en la vida y los resultados de las empresas que dirigen. La sociedad española, como todas, premia continuamente los comportamientos éticos empresariales y castiga los malos, lo que redunda evidentemente en la competitividad de las corporaciones. Como dijo el monarca, esta formación debe tener como principal objetivo que "las personas responsables de negocios y de proyectos empresariales puedan tomar las decisiones más acertadas en un mundo cada vez más complejo e incierto". Además, aunque eso no lo dijo Felipe VI, la ética empresarial es una de las mayores barreras que se pueden poner frente a la demagogia de los populistas.

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