Tribuna

Luis Yáñez-Barnuevo

Ex secretario de Estado del Gobierno de Felipe González

Espartaco frente a Roma

En los asuntos socioeconómicos no percibí por parte alguna de Sánchez el populismo podemita, que ha sido el sambenito que le han colgado durante toda la campaña

Espartaco frente a Roma Espartaco frente a Roma

Espartaco frente a Roma

Desde que José Borrell sacó hace pocas semanas su libro, Los idus de octubre, se pusieron de moda las referencias romanas en las elecciones primarias del PSOE con mayor o menor fortuna. A ellas podemos añadir ahora la épica historia del esclavo Espartaco que se enfrente a las mejores legiones del imperio y las mantuvo en jaque hasta que al final fue derrotado en lucha desigual.

Pedro Sánchez fue derrocado, conviene recordarlo, el 1 de octubre de 2016 en un vergonzoso Comité Federal donde hubo de todo menos lealtad al secretario general que dos años antes habían elegido los militantes en primarias. El sonrojante cúmulo de disparates con orquestadas dimisiones de la mitad de la Ejecutiva federal, autoproclamación de la "única autoridad" incluida, fue televisada y vista en toda España indignando a todos los militantes que vieron impotentes cómo se les arrebataba su decisión democrática y además de una manera burda y escandalosa.

Muchos creímos entonces que aquello era un error de bulto en el que habían participado varios presidentes autonómicos y ex secretarios generales del partido y que aquello no les iba a resultar gratis.

Aun así, cuando en enero de este año Pedro Sánchez lanzó su candidatura a las primarias, después de haberlo hecho Patxi López, algunos dudamos que el ex secretario general pudiera afrontar con éxito una campaña en la que, al principio, no contaba con apoyos orgánicos y sí con la abierta hostilidad de los poderosos aparatos del partido y de buena parte de los medios de comunicación.

Pero cuando en Ifema de Madrid la presentación de la candidatura de Susana Díaz hizo tan ostentosa, arrogante y prepotente demostración de fuerza (supuesta), muchos pensamos que aquello iba a tener un efecto boomerang, que lejos de beneficiar a la candidata la iba a hipotecar, que ya había emergido un David y que Goliat se enfrentaba a quien iba a contar con el respaldo de las bases.

Llevo más de medio siglo en el PSOE y he podido comprobar que existe al menos una constante en sus militantes que no varía, la simpatía hacia el débil que se enfrenta al poderoso o los que aparecen como tales ante el imaginario colectivo. Lo viví cuando un desconocido Felipe González de 30 años se enfrentó, en 1972, a un Rodolfo Llopis en Toulouse y lo volvía vivir cuando José Borrell hizo frente en unas primarias al secretario general Joaquín Almunia en 1998, que contaba con prácticamente todo el quién es quién del socialismo. Los resultados de ambos procesos no hace falta recordarlos.

Pero precisamente recordando aquellos antecedentes es el momento de reflexionar ahora sobre el futuro inmediato y hacerse algunas preguntas. ¿Dejarán a Pedro Sánchez el margen suficiente para desarrollar su labor o repetirán el acoso y derribo de 2016?, ¿cumplirá Pedro su promesa de unidad e integración?, ¿hará valer Susana Díaz su promesa de lealtad o querrá convertir al PSOE-A en una fortaleza inasequible al secretario general del PSOE?

Menos dudas tengo sobre la ideología y el proyecto político de Pedro Sánchez. Estuve en primera fila en el mitin final de campaña en el Muelle de la Sal de Sevilla y en él viví las vibraciones, la emoción y la ilusión que no veía en los actos del PSOE desde hacía años. Pero además comprobé en Pedro Sánchez, a juzgar por su discurso y por la breve conversación que mantuvimos, la hechura de un socialdemócrata moderno que se siente orgulloso del pasado del PSOE, pero que plantea cuestiones que se habían dejado de lado últimamente como la laicidad y la defensa de la memoria histórica. En los asuntos socioeconómicos no percibí por parte alguna el radicalismo o populismo podemita que ha sido el sambenito que le han colgado desde dentro y desde fuera durante toda la campaña. Fue un discurso que me recordó los de Felipe de los 70 del siglo pasado o los Olof Palme o Willy Brandt de la misma época.

Las primarias, que empezaron con crispaciones y descalificaciones de unos contra otros, se fue apoderando de la atención ciudadana y de los medios y lo que se anunciaba como el suicidio colectivo de los socialistas se ha convertido en la tabla de lanzamiento de un nuevo PSOE, el del siglo XXI, que aspira a ser lo que fue: el eje de la izquierda de este país y la alternativa imprescindible al PP. Ahora se ve claro: nunca debimos abstenernos en la investidura de Rajoy, quien desde entonces no ha hecho más que acumular redes de corrupción en el PP.

El resultado de las votaciones, inequívoco, brillante y prácticamente uniforme en toda España, concede a Pedro Sánchez una autoridad y una legitimidad que no tuvo en la etapa anterior. Ojalá acierte por el bien del PSOE y de España.

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