Tribuna

FRANCISCO J. fERRARO

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

Expo 92: ¿una oportunidad perdida?

Expo 92: ¿una oportunidad perdida? Expo 92: ¿una oportunidad perdida?

Expo 92: ¿una oportunidad perdida?

Esta semana se han iniciado los actos de celebración del 25 aniversario de la Exposición Universal de Sevilla 1992, en los que se han resaltado la extraordinaria transformación que conoció la ciudad con motivo del evento y la calidad del legado como baza de futuro. Sin duda, se produjo una notable transformación urbanística de Sevilla, las nuevas infraestructuras articularon internamente a Andalucía y la conectaron con el resto de España, Sevilla se dio a conocer en el mundo y fue una fiesta para la mayoría de los sevillanos y para los que visitaron la Expo. Pero los efectos revolucionarios en la economía de la ciudad que se esgrimen con motivo del aniversario parecen algo exagerados. Para valorarlos hubiese sido conveniente que las instituciones públicas hubiesen dedicado una pequeña parte del presupuesto de las celebraciones a evaluar el impacto de la Expo, lo que nos permitiría medir con mayor precisión su trascendencia en el desarrollo de la ciudad.

A falta de esa evaluación, podemos aproximarnos a valorar los efectos económicos de la Expo con la evolución del PIB de la provincia de Sevilla, que pasó de representar el 3% del nacional en 1986 al 3,3% en 1992, para reducirse en los años postExpo al 3,2%, de donde puede derivarse efectos positivos del periodo preparatorio y de celebración de la Expo, pero la dificultad para sostener en el tiempo tales efectos. 1992 fue un año económico extraordinario porque nos visitaron 14 millones de personas y se concentraron múltiples actividades, pero los empleos fueron efímeros y predominaron los de escasa cualificación, pues las funciones directivas y técnicas en el proceso de construcción de la Expo fueron desarrolladas mayoritariamente por personas no residentes en Sevilla.

A Sevilla le queda el importante legado de la Expo en forma de AVE, autovías, puentes, estación de ferrocarril, terminal de aeropuerto, reurbanización, patrimonio inmobiliario de la Cartuja, etc. Pero pocas ciudades han tenido el privilegio de concentrar en poco tiempo una inversión pública de más de 3.000 millones de euros (a valor actual), de situarse en el escenario internacional, de que participasen en la muestra tantas empresas líderes tecnológicos, de que nos visitasen los más importantes responsables públicos y empresariales del mundo. Un privilegio que debía aprovecharse para proyectarse sobre el futuro.

Con esa intención se encargó un informe que fue dirigido por Manuel Castells y Peter Hall, y en el que participamos un grupo de profesores de las universidades de Sevilla y Málaga. Del informe se derivó el proyecto Cartuja 93 para la reutilización de los activos materiales e inmateriales de la Expo. El proyecto consistía en concentrar en el espacio acotado de la Expo a numerosos centros de investigación aplicada, tanto públicos como de empresas privadas, con la confianza de que la interacción de miles de científicos y emprendedores generasen sinergias innovadoras que podrían propiciar un salto de calidad en el sistema productivo de Sevilla y Andalucía.

Sin embargo, el desarrollo del proyecto se vio afectado por la crisis económica desencadenada en 1992, que provocó que las empresas comprometidas no desarrollasen los centros de innovación previstos en La Cartuja y, por otra parte, que el Gobierno nacional no abordase las inversiones necesarias para adecuar el recinto de la Expo a las necesidades de un parque científico y tecnológico. La consecuencia fue el relativo abandono de la isla en los años 1993/1995, y la presión popular y mediática para su reutilización sin esperar a proyectos innovadores para instalarse, lo que facilitó la ocupación de buena parte de la isla por empresas e instituciones que poco o nada tenían que ver con la innovación y los objetivos del proyecto Cartuja 93. A ello debe sumarse la incredulidad de buena parte de la sociedad sevillana con el proyecto tecnológico, que se transmitió también a la Junta de Andalucía, a la falta de inversión local y a una dirección poco activa. A pesar de todos estos inconvenientes, el tesón de algunos gestores del proyecto y la recuperación económica permitieron que ya avanzada la década fuesen incorporándose empresas de mayor contenido tecnológico, para resultar en el presente la configuración del Parque Científico y Tecnológico Cartuja como un espacio en el que conviven empresas tecnológicamente avanzadas con otras que prestan diversos tipos de servicios, organismos públicos, centros educativos, algunos centros públicos de investigación y un parque temático. Una configuración alejada del proyecto inicial de centros de investigación, con menor proyección estratégica, pero con relevancia económica y de empleo para la ciudad.

En consecuencia, un balance con luces, por el éxito de la celebración del evento y el legado de infraestructuras y equipamientos, pero con sombras, por la oportunidad perdida para dar un salto en la modernización y desarrollo económico de la ciudad y su entorno.

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