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Tribuna

Ana Torres García

Profesora de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Sevilla

Mohamed VI no es Ben Ali

La pregunta es si el rey se limitará a castigar a los responsables de la muerte de Mouhcine Fikri o si considerará que es el momento de impulsar reformas de mayor calado

UNA ola de indignación recorre estos días Marruecos. La madrugada del pasado viernes 28 de octubre el joven pescadero de 31 años Mouhcine Fikri murió aplastado dentro de un camión de basura en Alhucemas. Intentaba recuperar el pescado que le habían requisado las autoridades cuando la maquinaria del camión se puso en marcha acabando con su vida. Imágenes de lo sucedido, grabadas por un móvil de un testigo de los hechos, se han hecho virales en internet. La ira popular contra un suceso claramente resultado del abuso de poder de las autoridades que ha desembocado en la muerte de un joven que se ganaba la vida trapicheando con pescado ha desembocado en diversas acciones de protesta, inicialmente espontáneas y desorganizadas el día del funeral, manifestaciones convocadas el día después. En Alhucemas, Tánger, Tetuán y Larache, pero también en la capital Rabat y en Casablanca, miles de ciudadanos marroquíes expresaron su indignación por lo sucedido. A Fikri ya se le considera mártir y en Tánger se han llegado ha escuchar gritos de "¡Abajo el majzen!".

Lógicamente en algunos medios se ha puesto de manifiesto el paralelismo entre lo ocurrido en Alhucemas y lo ocurrido en Sidi Bouzid (Túnez) en diciembre de 2010, cuando un joven vendedor ambulante, Mohamed Bouazizi, se quemó a lo bonzo. Su muerte, en enero de 2011, tras no poder reponerse de sus graves quemaduras, fue la causa de las protestas ciudadanas que acabaron con la huida del presidente Ben Ali el 14 de enero y que desencadenaron un efecto dominó en el mundo árabe que se ha denominado Primavera Árabe. Debido a estos antecedentes, las protestas que tienen lugar en el país vecino son analizadas con atención.

Sin embargo, el paralelismo no es exacto y el régimen de Mohamed VI no se encuentra en una situación comparable a la de Ben Ali hace cinco años. Las protestas de los manifestantes no se centran en la persona del Rey. No se grita "¡Lárgate! (dégage)" como ocurría en el caso tunecino, sino contra la hogra, es decir la injusticia y el abuso de poder de las autoridades, del aparato estatal.

En el caso tunecino la muerte de Bouazizi fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de una población que durante años soportó la corrupción y la impunidad del Presidente y su entorno inmediato. De ahí que el objeto de las protestas en Túnez fuese Ben Ali y que, a la hora de la verdad, hasta el ejército le diese la espalda, forzándole al exilio.

En Marruecos el sistema político se divide en dos ámbitos: el del Gobierno electo y el del Palacio Real, estando el primero subordinado al segundo. Abdelila Benkiran, secretario general del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), recientemente elegido por segunda vez Presidente del Gobierno de Marruecos, ha expresado sus condolencias a la familia del fallecido y ha llamado a sus seguidores a no participar en las protestas. Por su parte, el monarca se mantiene en su tradicional posición de árbitro de la situación, a la par que verdadero tomador de decisiones ejecutivas. Así, ha enviado a Alhucemas a su Ministro de Interior, Mohamed Hassad, a transmitir sus condolencias a la familia de la víctima y ha ordenando una investigación exhaustiva de los hechos que identifique a los responsables. Ello ya se ha saldado con 11 detenciones, incluyendo la de policías y funcionarios.

Es interesante recalcar que la reacción de Palacio ha tenido lugar después de que miles de marroquíes protestasen en las calles. Las manifestaciones han sido, por tanto, el detonante de la reacción. Ello nos retrotrae a la decisión tomada por Palacio en marzo de 2011 de reformar la Constitución como medida que acallase las demandas de los ciudadanos marroquíes en el contexto de la Primavera Árabe. Una reforma expedita que se tradujo en la implementación de una nueva Constitución en julio de aquel año. El nuevo texto introdujo novedades interesantes en relación a definición identitaria del país, así como la limitación del papel de la ley islámica (sharia) en el ámbito legislador. Sin embargo, en lo que respecta a una verdadera transición hacia una Monarquía parlamentaria donde la acción ejecutiva verdaderamente recaiga sobre el gobierno elegido por el pueblo, ahí el avance ha sido mínimo. Como puso de manifiesto en aquel momento la analista Marina Ottaway, lo positivo de aquel proceso de reforma fue que a la hora de forzar el cambio la presión de la sociedad civil, la presión de "abajo a arriba", había sido fundamental. En opinión de algunos quizás insuficiente, pero quedaba clara constancia de su relevancia y capacidad de provocar una respuesta del régimen a demanda de la población. La pregunta ahora es si Mohamed VI se limitará a castigar de manera ejemplar a los responsables de este terrible suceso, o si considerará llegado el momento de impulsar reformas de mayor calado.

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