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Tribuna

Javier gonzález- cotta

Periodista y escritor

Las dos Turquías

Las dos Turquías Las dos Turquías

Las dos Turquías

Más allá del capricho geográfico, la verdad es que Turquía está donde siempre ha estado tanto en lo físico como en cuanto a idea de ubicación mental en muchos de nosotros. Esto es, un país con dos cabezas para casi todo. Igual que Jano, el dios romano de las dos caras y las dos puertas, una parte del territorio mira para un lado (Europa) y otra para el otro (Asia y la profunda Anatolia).

Esto mismo ocurre con los 80 millones de turcos que viven en aquella vasta nación. Hoy por hoy, en política, unos turcos miran a un lado y otros a otro. El plebiscito del 16 de abril para hacer de Turquía una república presidencialista así lo ha demostrado. Muchos turcos (el 48,6%) desean seguir mirando al radical secularismo impuesto por Mustafa Kemal Atatürk desde 1923. Pero otros turcos (el 51,4%) prefieren mirar a una nueva Turquía refundada y en teoría más fuerte (y algo más que fanfarrona, todo hay que decirlo). Es como si se estuviera ensayando como una especie de sultanato del siglo XXI. De todo este nuevo enlucido viene encargándose Recep Tayyip Erdogan.

Turquía, pues, se halla dividida por un severo doblez. Las dos Turquías afianzan su diferencia. Nada nuevo, como veremos. No obstante, lo que sorprende es que turcos afines y reacios a Erdogan siempre suelen enarbolar una misma flámula. Por eso, en cualquier manifestación la enseña turca se muestra visible en un ondeante mar rojo de banderolas al viento. Resulta curioso que la bandera patria una a quienes se muestran tan desunidos. Entre otras cosas Erdogan aúna ahora el islamismo de base popular con la simbología del nacionalismo ultra, que suele insinuarse en público con cuatro dedos abiertos y el pulgar cerrado (un solo estado, una sola nación, una sola bandera, una sola patria). Cosas del mejunje turco.

Tras el constitucional propuesto por Erdogan, los tertulianos sabelotodo auguran una dictablanda. Desde luego, hay motivos para la inquietud (prensa crítica encarcelada, giro retrógrado, purgas, oposición amedrentada, la devastación en el sudeste del país de mayoría kurda, terrorismo de varia factura, el poder omnímodo del partido gubernamental AKP, etc.). El país de la doble faz no es ningún remanso. Pero, antes de Erdogan, ¿era Turquía un elixir político? La memoria hay que trabajarla, cosa que le cuesta a los sabiondos de las tertulias. No se escucha decir que la Turquía moderna y occidentalizada nunca fue un bálsamo desde la instauración de la República en 1923. El dibujo cultural de las dos Turquías, con su choque de cabezas, viene además de lejos.

Tras el llamado kemalismo enlatado de Inönü (fallecido ya Atatürk en 1938), de 1946 a 1960 se consolidó esta doble Turquía bajo el presidente Menderes. Y así sería siempre en décadas siguientes bajo los gobiernos tornadizos de Demirel, Bülent Ecevit, el islamista Erbakan, Turgut Özal (el Reagan turco), Tansu Ciller (única mujer hasta ahora) y el propio Erdogan. Turquía se escindió en dos bolsas de intereses opuestos. De un lado, la casta turca laica, formada por las élites estatales y tentaculares. Y por otro, el arreón a veces difuso de los desfavorecidos y las clases medias, que derivarían en burguesía musulmana pero pujante (de ahí el llamado capitalismo verde y los tigres anatolios de la era Özal). Las primeras siempre actuaron de tapón contra las segundas.

No se entiende la Turquía reciente sin la fiesta marcial de sus muchos golpes de Estado. En 1960 los militares ahorcaron a Menderes y crearon el Milli Güvenlik Kurulu (Consejo de Seguridad Nacional), lo que suponía -hasta casi hoy- que el Ejército tenía derecho de tutela sobre el Gobierno. En 1971 otro golpe eliminó a Demirel y derogó la Constitución de 1961, ese "lujo para Turquía". En los años 70 y primeros 80, Turquía vivió una guerra civil solapada entre izquierdistas y derechistas armados hasta los dientes (¡el número de asesinatos políticos superó a los muertos causados entre 1919 y 1922 en la Guerra de Independencia!). En el agro empobrecido, turcos y kurdos malvivían en régimen de feudalismo (recuérdese la demoledora película Yol, de Yilmaz Güney).

El golpe de 1980 del general Kenan Evren provocó una conmoción. Evren bloqueó toda forma de pasado y prohibió -literalmente- que se hablara de política entre los turcos. No ha habido mayor espantajo colectivo en Turquía (nada comparable a las desorbitadas purgas de ahora). En 1997, a fin de cortar el islamismo al alza, se produjo el llamado golpe posmoderno. La represión contra el fomento de la religión resultó feroz (artículo 163 del Código Penal). Cuando en 2002 llegó al poder el novedoso AKP de Erdogan se hablaba de euroislam, de llevar a cabo una Turkestroika que consiguiera que el país soltara atavismos conjuntos.

Para entonces y hasta hoy mismo, con diversa gradación, las dos Turquías no han hecho sino evidenciar lo ya dicho: el doblez existe y seguirá existiendo con o sin república presidencialista. Pero ningún tiempo pasado fue mejor.

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