Tribuna

Fernando díaz del olmo

Catedrático de Geografía de la Hispalense. Correspondiente de la Real Academia de Córdoba

Sobre el incendio en Doñana

Los grandes incendios no son fenómenos de este año, sino que constituyen una tendencia ya consolidada de nuestro siglo XXI, con especial incidenciaen España, Grecia y Portugal

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Sobre el incendio en Doñana

Ya sabemos que unas 8.500 hectáreas del litoral de la provincia de Huelva han sido pasto de las llamas en el incendio de finales de junio pasado, entre el sur de Moguer y las inmediaciones de Matalascañas. De esta superficie, la mayor parte, unas 6.700 hectáreas, son espacios naturales protegidos (Parque Natural Doñana, Paraje Natural Laguna de Palos y Las Madres y Monumento Natural de Cuesta Maneli). La causa esgrimida hasta ahora es una chispa procedente de una carbonera de Moguer. Diversas críticas y denuncias se han multiplicado en la gestión del incendio, entre ellas las realizadas por los bomberos del Consorcio de Huelva, dependientes de la Diputación, que insisten en que no fueron movilizados a tiempo, y la de la plataforma ciudadana Doñana Live, que se ha dirigido al Parlamento de Andalucía por múltiples negligencias. Hasta aquí lo principal de la información que se ha difundido y que atañe a la componente social de la catástrofe ambiental. Pero junto a lo social también se ha disparado la preocupación geoecológica, y colegas universitarios y amigos que saben de mis investigaciones en Doñana, particularmente en algunos de los sectores quemados del Parque Natural y del Monumento Natural Cuesta Maneli, me preguntan sobre cuáles pueden ser las consecuencias paisajísticas inmediatas. Dada la condición protegida del territorio Doñana y la dimensión social y educativa de la cuestión, es relevante difundir de forma sintética qué futuro geoecológico puede esperarse de las áreas quemadas, atendiendo al estado actual del conocimiento,

Para empezar es necesario diferenciar si las parcelas afectadas están dentro o fuera de los espacios naturales. Supongo que en las protegidas se acometerán labores de restauración y seguimiento; y fuera, quizás también, aunque más probablemente se llevarán a cabo tareas de limpieza. Obviando las faenas indicadas, en las áreas quemadas podemos esperar que, en dos o tres años, la capacidad regenerativa de las formaciones vegetales será proporcional a la intensidad del fuego sufrido. Un fuego muy intenso, como el que parece haberse dado en Doñana, afecta mucho a la estructura del suelo (que, recuerdo, controla una parte de los humedales del Parque), a la materia orgánica y a los nutrientes. Junto a ello la falta de humedad y la caída de los niveles de aguas subterráneas, tanto por el ciclo de baja pluviometría que se acumula en los últimos años, como por el comienzo de la estación estival en que estamos, no favorecerá la rapidez de la remontada biológica del ecosistema. Un foco de preocupación socioambiental siempre es la erosión. Ciertamente la erosión eólica se mantendrá activa, pero ésta es una parte de la morfogénesis dominante del manto eólico litoral. Al contrario, la hídrica, multiplicará sus efectos por sectores en función de las lluvias cuando se den, pudiendo ser 30 ó 40 veces más altos los efectos erosivos que en las parcelas no quemadas.

Antes de acabar dos comentarios más. Primeramente, la extendida denominación de "nueva generación de incendios", apelación por el tamaño e intensidad del fuego, aplicada a los incendios de este año incluyendo el de Doñana. Se trata de una expresión llamativa pero lamentablemente hay que recordar que los grandes incendios no son fenómenos de este año, por muy desagradable que esté siendo el presente, sino que constituyen una tendencia ya consolidada de los 17 años de nuestro siglo XXI. El incremento es particularmente notorio en España, Portugal y Grecia, los países europeos con mayor superficie quemada en este período. Las causas naturales las sabemos: la sequedad estival y las altas temperaturas. Durante las pasadas décadas, dos factores tienen un peso elevado: el abandono rural y la ausencia de actividades tradicionales del bosque (pastoreo, aclareo del matorral, etcétera).

Y por último, termino con una idea para la Doñana costera en el marco de una futura restauración ambiental. Quizás no esté demás aprovechar la ocasión para favorecer los sabinares autóctonos frente a los castizos paisajes de pinares. Recuerdo que la muestra geoecológica de referencia está en el magnífico bosque de naves de la Reserva Biológica de Doñana.

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