Opinión

Con permiso de Gades

Hace más de 13 años que vivo en Cádiz, con sus idas y vueltas. Amo a esta ciudad. Desde muchísimo antes de llegar aquí ya escuchaba carnavales, el Falla desde la radio, las callejeras en las calles de mi pueblo. Entonces sólo era un gusto heredado de mi padre, pero no era consciente de casi nada.

Al llegar aquí, lo primero que hice fue pedir que me grabaran en cinta la antología de Martínez Ares y me la ponía en bucle mientras me vestía, charlaba con mis amigas o incluso cuando estudiaba. Poco a poco le fui cogiendo el gustillo.

Hace 10 años conocí a Teresa Rodríguez, María Romay y Rosi Chicoria, enormes amigas y compañeras que me mostraron dos grandes ventanas al mundo: el gusto consciente por el carnaval y el feminismo. Dos grandes pasiones que durante el resto de mi vida han ido de la mano. Ahí empecé a echar en falta agrupaciones femeninas en el Gran concurso, letras que hablaran de nosotras más allá de como novias o madres, o que hubiera pregoneras, y me empecé a dar cuenta de lo que muchas ya se habían percatado: quienes definían el carnaval eran hombres.

¿El Carnaval es machista?, es la pregunta que me ha rondado muchas veces en la cabeza. Pronto obtuve respuesta: no, para nada. Con el paso de los años he encontrado, precisamente la respuesta contraria. El carnaval es un ejercicio de libertad, y el feminismo es eso, libertad para nosotras, para nuestros cuerpos, para nuestras vidas. Como la mayoría de las manifestaciones culturales, es el patriarcado quien las hace machistas.

En el último tiempo hemos visto la llegada de agrupaciones de mujeres al Falla, cada año de mejor calidad, por cierto. Hemos visto una proliferación enorme y gratificante de callejeras de mujeres, muchas de ellas con un fuerte componente feminista (queriéndolo y muchas veces sin querer). Hemos visto como cada vez se aguantan menos las letras machistas, como los compañeros (al menos algunos) van tomando conciencia de lo que significa el verdadero carnaval, esa libertad universal que respeta. Hemos visto la creación de una plataforma de mujeres por un carnaval igualitario y un ayuntamiento que intenta fomentar unos carnavales donde también nosotras disfrutemos, y libre de agresiones.

Pero por desgracia, seguimos presenciando situaciones que a veces no sabría calificar.

Desde letras que fomentan la cultura de la violación, a temas tratados sin conocer la verdadera problemática; "piropos" de muy mal gusto hacia nosotras, seguir usándonos como objetos sexuales o seguir haciendo gala del falocentrismo que caracteriza a algunos hombres. También hemos seguido presenciando el abuso de nuestros cuerpos en las calles o el derecho con el que se creen algunos a criticar nuestros cuerpos, en cualquiera de las formas posibles.

El viernes viví el útimo episodio. Además de una final donde la presencia de mujeres brillaba por su ausencia, las redes, ¡qué coño las redes!, unos cuantos hombres criticaron, una vez más, a una mujer que forma parte de estas fiestas. Esta vez le tocó a la delegada de Fiestas, María Romay de la Rosa. Ninguno de ellos habló del gran trabajo que está haciendo en la concejalía, ni de la campaña que junto a la delegada de Feminismo, Ana Camelo, se ha puesto este año en marcha junto con los colectivos feministas por un carnaval libre de violencias machistas. No. Se habló de su disfraz. Pues bien, ya que sacan el tema, hablemos de su disfraz.

María llevaba un vestido precioso. Iba elegante, gaditana como ella sola (iba de la estatua de Gades) y desbordante de felicidad por un nuevo comienzo de carnavales. Varios/as amigos/as me habían comentado lo mismo, la gran labor que había hecho el colectivo de artesanos/as de Cádiz (que la vistieron) y lo bien que María lucía el tipo (véase disfraz para quien no es de Cádiz o quiera darle la vuelta a la tortilla). Pero otros no vieron lo mismo. Vieron, con ojos cargados de machismo y palabras de quien no sabe qué es la opresión de género, otra cosa muy distinta. Vieron un cuerpo desnudo, que además de no estarlo, no sé qué tendría de malo. De hecho no sería la primera vez que lo viéramos en estas fiestas, incluso en las tablas del Falla y nadie dijo nunca nada. Obvio, eran hombres.Y volvieron a caer las críticas a cómo debemos entender nosotras la sexualización de nuestros cuerpos, el desnudo, NUESTRA libertad, nuestros derechos.

Queremos unas fiestas sin machismo, pero para ello creo que ciertos señores tendrían que entender primero qué es eso:

Que las mujeres tengamos un papel de estatua en el Carnaval, es machista. Que una representante pública se disfrace de estatua NO es machista, es un acto de libertad. Que los hombres opinen sobre cómo deberíamos ir vestidas, con quién o no nos acostamos o cómo es nuestro cuerpo es machista. Que una mujer se vista como le dé la gana NO es machista, es un acto de libertad.

Que vosotros nos digáis qué es machismo o no lo es es machista. Que os recordemos que no somos objeto de consumo, que no nos vestimos para vuestro disfrute o que no necesitamos vuestra aprobación NO es machista, es un acto de libertad.

Que se utilice como excusa nuestra forma de vestir o de disfrutar las fiestas para violarnos o abusar de nosotras es machismo. Que seamos nosotras mismas NO es machismo, es un acto de libertad.

Dejad de vernos como carne, dejad de vernos como adornos, dejad de tratarnos como cumplidoras de vuestros deseos (sexuales). Las mujeres llegamos hace tiempo a estas fiestas para codearnos de igual a igual con ustedes. Con otras formas, con otras voces, con otra rabia. No nos vamos a ir señores, no vamos a plegarnos a ustedes, no vamos a dejar que se nos siga criticando por algo más que nuestro trabajo. Venimos pisando fuerte, así que váyanse acostumbrando y quítense el polvo rancio del machismo recalcitrante que les corroe, porque les está amargando la vida y la vida no es más que un carnaval.

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