Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Garantes de la civilización

El Estado de Derecho exige una investigación rigurosa y una defensa impecable; fuera de ellas, no hay salvación

Conocí a José Hernández Mosquera diez minutos después de sobreponerme del sopapo del calor nada más llegar a Almería hace más de 20 años. Entonces era capitán y se ocupaba de la puesta en marcha de la Oficina Periférica de Comunicación, un intento más que loable de la Guardia Civil por acercarse a unos medios que tratábamos de convencerles de que jugábamos en el mismo lado. Junto con Paco y el capitán Visiedo (lo siento, pero a pesar de los ascensos, siempre serás capitán) empezamos interminables coincidencias conforme las desgracias por las que siempre Almería -y todas las ciudades- protagonizaba los telediarios y créanme que fueron unas cuantas. Me acerqué a la Comandancia hasta hacerla un lugar habitual de camino a la redacción. Espero no traicionar confianzas pero allí asistí a esa convivencia íntima de horas interminables y que a primera hora de la mañana, comenzaban con unas partidas a los chinos en las que se jugaban el café y que incluía la estricta regla de que alguien no podía pasar por caja más de tres veces al mes. Siempre me prohibieron darlo a conocer, por temor a que alguien se le ocurriera eso de que "mientras por ahí la gente se mata, los guardias civiles juegan a los chinos". No conocían entonces, ni tan siquiera adivinaban a qué extremos han llegado tahúres de la información que nos aventajan en sinvergonzonería al menos a quienes tratamos de dar dignidad a nuestro trabajo. Otra tragedia me lo ha traído de vuelta y de inmediato pensé que la acusada y ahora confesa del asesinato de Gabriel había tenido muy mala suerte. Su trabajo como responsable de la investigación, iba a conseguir aclarar lo sucedido. Lo logró, aunque tenía pocas dudas de que iba a hacerlo. Es un lujo para la seguridad pública contar con el hoy teniente coronel como uno de sus garantes. Es tan bueno que receló de los periodistas, lo que demuestra su buen juicio.

El mismo celo que tiene Esteban Hernández Thiel, el abogado que le correspondió por turno de oficio. Coincidimos en el juicio de Dean Carroll, acusado de tirar por un acantilado a su compañera en silla de ruedas y que, en un trabajo impecable, logró poner en duda las pruebas y su absolución con una profesionalidad que 18 años después todavía no he olvidado. Hace dos días, un bárbaro le soltó que "a ver si tienes lo que hay que tener y defender a esa delante de la gente".

Ante esto, prefiero estar del lado de Mosquera y Esteban. Con ellos estoy seguro. Fuera de ellos, nos esperan las cavernas.

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