Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Sobrevivir a Urgencias (i)

La falta de médicos y medios en urgencias del hospital Juan Ramón Jiménez es absolutamente sangrante

No estaba para morirme, qué quieren que les diga, pero llevaba un par de días con una de las peores sensaciones que recuerdo, aquella que me provocaba un permanente estado de vomitera inminente, con algo atascado en mi esófago. No acostumbro a acudir al médico, mayormente porque me cuesta dios y ayuda madrugar y porque en más de una ocasión me he marchado con un "leche caliente, cama y una aspirina" cuando he acudido con un resfriado. En cualquier caso, no podía más; la sensación de que me iba a caer era cada vez mayor y me dirigí al centro de salud, ya que tengo la suerte de tener médico por la tarde. Después de examinarme -era el único paciente en todo el edificio-, me dio su diagnóstico: "lo mejor es que vayas a urgencias para que vean si tienes algo ahí atascado, ya que puede ser peligroso".

¿Urgencias? Después de haber leído los artículos de mi nunca suficientemente bien ponderado compañero Enrique Morán, les confieso que cuando vi el edificio se me vinieron a la cabeza las puertas de Mordor y créanme si les cuento que fue la mejor impresión que tuve en muchas horas a partir de ese momento. Era uno de agosto así que supuse, iluso de mi, que era un buen día y que la llamada de Punta Umbría acabaría por disuadir a la mayoría de ir al hospital. Primer error. El segundo fue pensar que la cosa iría rápido. Tres horas después escuché mi nombre, o algo parecido. Si observan mi apellido, la voz que salía de los altavoces, no creo que acertara más de tres o cuatro letras. Seis horas después, sí, seis horas después, me marché a mi casa con las cinco de la mañana en el reloj del coche y la misma sensación que cuando entré, aunque en honor a la verdad, tengo que reconocer que el tratamiento que me dispensaron, solucionó mi problema tan pronto como pude tomármelo.

El recorte en la Sanidad, por mucho que Ella presuma de la joya de la corona, es sangrante. Faltan médicos, medios, instalaciones y sobran pacientes sin ninguna necesidad de colapsar los servicios de urgencias, aunque de eso hablaré la semana que viene y que quede constancia que cumplí con los requerimientos que se exigen para utilizarlos, es decir, acudí a urgencias después de ir a mi centro de salud. Eso sí, el papel del alta -entre los más de doce que hicieron sobre mi estancia en esas instalaciones- era reciclado. El Amazonas puede estar tranquilo, pero la mala leche y el recuerdo a los familiares de alguien, no me los curaron.

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