Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

30 años de V-13

Este año se cumplen tres décadas de un concierto que todavía recuerdo como casi nada de lo que viví entonces

En uno de los artículos más desagradables que he leído desde hace mucho tiempo me han caído encima 30 años. Se recordaba el concierto de U2 en el Bernabéu al que acudí el 15 de julio del 87 y tras el cual tuve que someterme a las pertinentes tareas de descontaminación como cualquier bilbaino que pise semejante escenario. Estaba de vacaciones en Cervera de Pisuerga, donde acudía cada mes de julio durante los primeros 22 años de mi vida a que mi madre disfrutara de la notable sensación de no hacer nada y nosotros de huir de la rutina de la ciudad donde vivíamos y asilvestrarnos durante aquellos años en los que uno se iba a la calle y nadie se preocupaba lo más mínimo.

Mi hermano y yo nos agenciamos el Ford Fiesta que nos acompañó durante casi cinco lustros en nuestras correrías. Llegamos a Bilbao, donde cogimos un autobús que nos dejó en la Castellana y tras el concierto, hicimos el trayecto de vuelta. A esas edades, el cansancio se combate con una cabezada; si lo hubiera hecho hoy, la UCI sería mi residencia durante semanas.

El disco mitificado en exceso -que viejuno suena eso- de los irlandeses lo merecía y pasé unas horas increíbles que todavía recuerdo. No diré eso de que "resuena en mis oídos" porque además de viejo, suena cursi. Después de eso, la banda se dedicó a hacer patochadas eléctricas infectas que dejaron de interesarme, por lo que creo que es el último trabajo de U2 con el que disfruté de lo lindo. También recuerdo a los teloneros, los panchangueros entrañables de UB40 y una Chrissie Hynde que hace poco volví a ver en un canal de esos extraños y sigue igual de afectada que hace 30 años, tras los cuales sigo preguntándome por qué se casó con el moñas de Jim Kerr.

Sin embargo, los primeros compases que escuché fueron tras la frase "buenos días Sodoma y Gomorra, buenos días pecadores" y el bueno de Mick Jones, que me atrapó como pocos cuando The Clash empezó a contarme la historia de V-13. Hace unos días, la reproducción aleatoria del emepetrés me la devolvió y en los quince minutos que tardé en llegar a la redacción, la escuché cinco veces una detrás de otra y me pareció caminar por la Carnaby de antes (la de ahora apesta a corrección). Me sigue gustando como esa vez hace tres décadas. Tampoco echo de menos esa época, sólo la edad que tenía y me encantaría decirle a ese chaval que la escuchaba que pusiera atención, que estaba viviendo algo que recordará siempre, aunque creo que ya se lo dije. Por cierto, gracias Chuck, que seas bueno.

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