Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Estoy contento, con perdón

Yo sí perdono a quienes me preguntaron si dormía con una pistola o me llamaron asesino en los campos de fútbol

Lloré hace siete años. Y casi lo he vuelto a hacer ahora al recordar el tiempo que ha pasado. Fue uno de esos días que haces cuatro periódicos en la misma jornada. Estaba por el tercero cuando mi vecina de mesa, Berta, me soltó aquello de que ETA lo dejaba. Fueron cuatro, seis y no sé cuántas páginas las que destrozaron mis planes por irme a casa lo antes posible. Es una de esas tardes en las que bendices dedicarte a este trabajo, cuando la trascendencia de lo que haces, la importancia de lo que ayudas a contar, permite que te olvides de lo cansado que estás y que aunque no te des cuenta en ese momento, dirás al cabo de los años aquello de "yo estuve allí". El componente emocional me pudo cuando llegué a casa y me desplomé sobre el sofá. Tengo la misma tele que por entonces me devolvía las imágenes de Rubalcaba o Patxi López llorando y les imité.

Tengo los bastantes años para recordar y también los bastante pocos como para no haber vivido sin esa afrenta al sentido de la vida en la que viví. El drama de una persona normal en Euskadi durante todos esos años, no era tan sólo -que ya es bastante- asistir a un inútil derramamiento de sangre, a la extorsión, las amenazas o el terror más absoluto, sino el convivir con gente que se alegrara por ello. Jamás lo entendí, afortunadamente para mi salud mental, por otra parte bastante deteriorada.

Tampoco entiendo que durante décadas haya escuchado llamadas al abandono del crimen en favor de la lucha política y, una vez que lo hicieron, se denostó su actitud. Tampoco cómo hay gente que se empeñó hace siete años y ahora, en buscar excusas para estar contento. Desde mi más absoluta simpleza, pienso que si una banda que ha matado a más de 800 personas, deja de hacerlo, es una buena noticia; que si pide perdón, está mejor que si no lo hace y que si se disuelve y deja su presencia arrinconada en los libros y no en los periódicos del día, pues qué quieren que les diga. Desde la tregua-trampa, al "van a volver a matar" de Mayor Oreja, al ahora perdón selectivo, he vivido también agoreros mensajes como para que no me acostumbrara a que mi tierra dejara de sufrir de esa manera.

Yo sí perdono la incomprensión, el paso atrás que me ofrecían cuando decía que era de Bilbao, a aquel hombre que con diez años me preguntó si dormía con una pistola debajo de la almohada y a todos los que me llamaron asesino por todos los campos de fútbol de España. Y no hay segundas intenciones. Les perdono y lo siento por ellos.

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