Q style="text-transform:uppercase">ue Colón partió del puerto de Palos de la Frontera es un asunto que nadie puede poner en liza. Que los frailes del Monasterio de La Rábida acogieron al viajero universal que terminó llevando a cabo el discernimiento para Europa y el mundo de unas tierras desconocidas, tampoco.

El próximo año se cumplirá el 525 aniversario de ese momento clave para la humanidad, pero, muy especialmente, para los Reyes Católicos y los monarcas que les sucedieron, que llenaron sus arcas -muy paupérrimas después de la toma de Granada- con los tesoros, productos y todo tipo de regalías que les fueron concedidas a los conquistadores de las mismas.

Pero desde aquella época hasta nuestros días han ocurrido muchas cosas en el mundo. Entre otras, el reconocimiento de las personas como portadoras de derechos inalienables que no deben ser inculcados a tenor de lo establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tampoco el sometimiento a religión alguna de acuerdo con el artículo 16, apartados 1, 2 y 3, de nuestra Constitución.

Palos de la Frontera es, a día de hoy, un pueblo hospitalario, en el que conviven -al menos estacionalmente- multitud de culturas; y, bajo mi punto de vista, en la última década se ha producido una integración ordenada de las mismas y una convivencia digna de resaltar (con carencias de infraestructuras que hay que resolver, puntualizo).

Pero no estoy de acuerdo, no puedo estarlo, con que en la fachada del Ayuntamiento palermo se ponga una placa donde se ve a un sacerdote con una cruz en ristre y dos (mal llamados) indígenas arrodillados ante la misma. No. Por muy alegórico que esto les parezca a quienes hayan asesorado al señor alcalde.

En la conquista del Nuevo Mundo se realizaron un montón de barbaridades que los vencedores de la contienda (que son los que escribieron la Historia) nunca dijeron. Sólo hay que leer a los escritores e historiadores nacidos en América para conocerlas.

Y lo que hoy es España, al menos, debería reescribir la Historia para que en la memoria colectiva de la ciudadanía se implante la verdad de lo que supuso la destrucción de un legado histórico y cultural tan importante como el que fue destruido por los conquistadores.

Un edificio público, en una democracia como la nuestra, no debe ofrecer a la vista a dos personas hincadas de hinojos ante una cruz portada por un sacerdote. No sé qué le parecería esto que digo al Papa Bergoglio, pero hasta con suerte podría darme la razón.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios