E style="text-transform:uppercase">uropa es una fortaleza asediada; un castillo medieval rodeado por seres famélicos que intentan colarse por cualquier rendija.

Los actos de las personas nacen de la necesidad, del interés o de ambas cosas. La invasión de Europa por los hambrientos es un hecho irreversible. Esta afirmación, que a muchos les parecerá apocalíptica, es verosímil sólo con cavilar un poco.

Los nuevos moradores ven en el vecino continente europeo la única fuente para apagar la sed de la necesidad. Las antenas parabólicas, internet y las redes sociales transmiten una imagen idílica de occidente. Esta visión contemplada desde la estrechura y el secarral en que viven multitud de ciudadanos del continente africano tiene los suficientes atractivos como para intentar la odisea de descubrir un nuevo mundo, aunque se pueda morir en el intento.

Hace siglos se cruzaba el Atlántico en barcos poco más grandes que una cáscara de nuez y ahora se cruza el estrecho en pateras. Entonces se buscaban tesoros (oro, diamantes, tierras, especias…) y ahora se busca saciar el hambre. Las formas son diferentes, la finalidad es la misma que antaño.

La felicidad se ha revestido de colores occidentales para muchos africanos y magrebíes igual que antes tenía colores americanistas para los europeos.

Luego, cuando llegan, igual que entonces, sólo unos pocos tendrán posibilidad de medio vivir; pero peor es morir de hambre: pasar la vida masticando la soledad y la miseria en países desarticulados y sin futuro.

Con la llegada masiva -que nadie podrá parar- Europa está llamada a mezclarse racialmente. En esa fusión viene incluida, no lo olvidemos, la aceptación del otro, la convivencia con otros hábitos, con otras formas de entender el mundo, con otras religiones y otras culturas.

De esa mixtura, a pesar de los agoreros (racistas, xenófobos y otras yerbas) saldremos reforzados. Porque la limpieza de sangre, la primacía de la raza blanca (como lo ario de Hitler o lo norteamericano de Trump) y otras sandeces, mira el mundo con el ojo del culo y no con la mente, que es por donde se ve.

Una nueva realidad planea sobre Europa. Oponerse a ella es absurdo. La solidez de algunos símbolos que ahora son intocables deberá ser repensada. Habrá que dar cabida a otros, desconocidos en nuestros pagos. Pero no nos rasguemos las vestiduras. Los símbolos son sólo eso, símbolos. No les demos más importancia de la que tienen.

No habrá muros ni alambradas que paren la inmigración.

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