La humedad de la lágrima al rodar por la mejilla la despertó de un lejano y profundo sueño hasta hacerla volver del más allá de las más remotas comarcas conocidas. Una sola gota que abarcaba un mar entero de naufragios que los sueños transforman, proyectando un cristalino resplandor capaz de contener todas las dudas que la verdad de los sueños disipan. Un océano condensado en una gota que nacía del rincón más secreto del alma. Una lágrima que, impulsada por un primitivo aliento, vino a darle el primer rocío al día cuando todo era todavía noche y oscuridad cerrada, con su minúsculo esplendor secreto. Una pequeña gota de inmortalidad conteniendo un atronador grito reprimido entre las cuerdas de la cavidad de la garganta.

Inmóvil se quedó mirándola, sintiendo que anunciaba la continuidad de un largo transitar sin rumbo. Salir de lo más hondo de la caverna humana, del origen de todos los abismos. Traía cristalina la regeneración tan esperada: el anuncio de una nueva vida en la que purificarse y llegar al lugar donde todo crece sin esfuerzo, donde es posible nacer cada mañana sin esperar que nada suceda sino la propia y única magia de estar viva.

Una lágrima que al asomar consuela el sufrimiento del que se siente humano, una semilla de cristal sin surco en el que hundirse que se deja correr hasta estallar contra suelo y hacer retumbar el mundo. Carente de sonido y música aclara la conciencia para poder imaginar otras fronteras más amables. Un don universal que riega las emociones contenidas de los hombres sin dejar evidencia de su huella a no ser que sea un tenue ardor en la mejilla que se disipará con un beso o mejor aún si una lengua la recoge y la contiene sin dejar que se haga añicos en el pavimento, atreviéndose a sostenerla en la boca con todo su peso.

Horizontales rayos que la persiana proyecta y el piso de barro refleja. Premonitoria escalera de luz a ras de suelo anunciando el nuevo día que nace libre de obstáculos. El ciclo del agua: la lágrima que el sol evapora y devuelve a la atmósfera y la une al invisible éter de lágrimas que sin destino vagan por el mundo. El corazón que late y la libera para que también evapore la emoción que solo a ella pertenece. El nuevo día intacto contenido en el cuenco de las manos con el peso de todas las flaquezas.

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