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Para la integración siempre hay tiempo

  • Viera, que no tiene previsto prestar avales a los críticos para que presenten su lista, no moverá ficha hasta después del cónclave

Igual que en la célebre comedia de situación, todo se resume en una frase: ¿Existe alguna posibilidad, por remota que ésta sea, de arreglar lo nuestro? Algo así deben de estar cavilando estos días los dos candidatos a la Secretaría General del PSOE de Sevilla, que este sábado celebra su congreso provincial. Uno, por un motivo; otro, por otro. Ambos distintos. Pero, paradójicamente, también casi equivalentes.

José Antonio Viera, el actual secretario general, que durante el largo periodo precongresual puso toda la carne en el asador para evitar que hubiera una alternativa seria frente a su candidatura, estudia fórmulas para que el cónclave político no parezca una especie de paseo militar. Con la mayoría de los delegados en sus filas -dice tener 328 de los 429 avales en disputa- y el respaldo de todo el aparato socialista -alcaldes de la Sevilla metropolitana, responsables institucionales de peso notable e históricos del partido- Viera tiene serias opciones de imponerse en la lucha por el poder en el seno del PSOE. Tiene medios y devotos suficientes. Incluso ha conseguido aumentar la cuota de la agrupación sevillana en el ámbito orgánico regional, lo que produce entre la militancia un inevitable efecto de arrastre.

Sin embargo, tanto músculo puede resultar excesivo. El mensaje en favor a la integración lanzado por el presidente de la Junta hace unos días parecía aconsejar que hiciera algún tipo de cesión para que los críticos, al menos, puedan contar con una salida digna del laberinto en el que, aparentemente, ellos mismos se han metido. Claro que el discurso del presidente de la Junta ya ha empezado a virar, vista la realidad subyacente en la agrupación sevillana, donde el consenso entre los bandes rivales es complicado.

Viera, en todo caso, no tiene previsto mover ficha hasta después del cónclave del sábado. Los gestos, de haberlos, sólo se producirán cuando quede claro quién es quién en la batalla interna. Esto es: cuando haya un vencedor claro y, por tanto, también un vencido. Sólo desde esta posición podría producirse el hipotético acercamiento entre las dos facciones que reclamaba Chaves. Será, de todas formas, un proceso muy lento en el que los perdedores terminarán, en mayor o menor medida, decantándose hacia los triunfadores. Porque en política siempre es cierta esa frase que dice que los fracasos nunca tienen padre y las victorias cuentan con toda una legión de progenitores.

La opción de hacer siquiera un gesto a corto plazo se torna casi imposible para Viera. Si Demetrio Pérez, el líder de los críticos, no logra avales de última hora que le permitan alcanzar el 25% de los compromisarios -cifra que dijo tener al iniciar la carrera de la Secretaría General- no podrá concurrir a la liza. Sólo tendría una salida potencial: que Viera le cediese temporalmente parte de sus avales para dejar, al menos, que pueda hacer oír su voz. Un gesto que, en política, sería toda una ingenuidad, además de quebrar la táctica de Viera durante esta última etapa. No parece pues probable. Otra opción es que la dirección federal, a la que Pérez ha recurrido después de que la regional le dijera que los avales que tenga duplicados no le serán admitidos, le diera la razón en base a una aplicación retroactiva de los nuevos porcentajes mínimos de representatividad aprobados en el último congreso. Los oficialistas dicen que este supuesto es imposible porque Madrid ya ha contestado y ha dicho no. Los críticos, en cambio, niegan este extremo. Pero lo cierto es que Pérez sólo tiene horas para decidir si mantiene el pulso hasta el umbral del congreso o da un paso atrás consciente de la desequilibrada relación de fuerzas. Hoy tiene prevista una comparecencia pública. Acaso haya sorpresas.

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