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La víctima murió junto a su hija alcanzada por una bala rebotada

  • Las primeras investigaciones apuntan a que el disparo que mató a Concepción Barreiro pudo ser obra de uno de los policías locales que abrieron fuego contra los atracadores.

A las nueve menos veinte de la mañana de ayer, Concepción Barreiro, de 54 años, esperaba el autobús urbano de San Juan de Aznalfarache junto a su hija, Inmaculada. Las dos mujeres estaban sentadas en la parada de la calle Antonio Machado, a pocos metros de su casa, en el Barrio Bajo. Concepción se dirigía al ambulatorio Nuestra Señora de la Paz, en el Barrio Alto, donde, según quienes la conocían, iba a recoger los resultados de unos análisis clínicos. Su hija la acompañaba y tenía previsto hacerse una fotografía para renovar el carné de identidad.

Mientras esperaban, las dos mujeres oyeron unos disparos que procedían de la puerta de la sucursal de Cajasol que hay al final de la calle, a apenas veinte metros de la parada del autobús. Salieron corriendo y trataron de refugiarse en la casa del número 42, la más próxima a la parada, donde vive Carmen, amiga de la familia y empleadora hace años de la madre de Concepción.

Había menos de diez metros entre la parada del autobús y el portal, pero una de las mujeres no pudo llegar. Casi cuando tocaba la puerta, Concepción fue alcanzada una bala perdida procedente del tiroteo. El proyectil se le alojó en la base del cráneo, en la región occipital izquierda, causándole la muerte de manera instantánea.

En la puerta de la sucursal bancaria había cesado ya el tiroteo. Todo había comenzado unos minutos antes, cuando dos atracadores habían irrumpido en la caja de ahorros armados cada uno con una pistola del calibre 7,65 milímetros y con una machota para reventar la caja fuerte. Llegaron a bordo de un ciclomotor robado hace tres días en Sevilla, que dejaron junto a un paso de peatones próximo al establecimiento, y entraron con los rostros cubiertos. Llevaban además dos capas de ropa para deshacerse de la primera tras el atraco.

Al verlos, el director de la sucursal activó el llamado botón del pánico, un sistema que alerta inmediatamente a la Policía de que está registrando un atraco en la entidad. Una patrulla de la Policía Local, que además tiene su sede muy cerca, se encontraba en las inmediaciones y esperó a los atracadores en la puerta del banco. Los delincuentes lograron perpetrar el atraco y se llevaron una cantidad indeterminada de dinero, pero no esperaban que al salir de la sucursal se encontraran con que dos policías los esperaban.

Aún existe cierta confusión sobre lo ocurrido a partir de ese momento. La primera versión, de minutos después del suceso, apuntaba a que los atracadores abrieron fuego sin mediar palabra cuando los policías les dieron el alto. Sin embargo, a medida que avanzaba el día cobraba más fuerza la versión aportada por otras fuentes, que aseguran que los ocho casquillos recogidos ayer en el escenario de los hechos por la Policía Científica pertenecían a las armas reglamentarias de los agentes, del calibre 9 milímetros parabellum. Lo que ocurrió realmente se conocerá en los próximos días, cuando se termine el informe de balística que está elaborando la Policía Nacional y que será remitido al Juzgado de Instrucción  15, que se ha hecho cargo del caso. También se han intervenido las armas de los atracadores y de los policías para realizar diferentes análisis.

Otra prueba fundamental es la autopsia al cuerpo de Concepción Barreiro, que se practicó ayer por la tarde y cuyos resultados confirmarán si la bala que le causó la muerte salió de las armas de los policías o de las de los atracadores. Una de las primeras teorías es que el proyectil rebotara en algún elemento urbano antes de alojarse en la base del cráneo de esta mujer. Avala esta hipótesis el hecho de que no hubiera orificio de salida, ya que un disparo directo llevaría más potencia y podría haber atravesado con más facilidad el cuerpo de la víctima.

La hija de Concepción, completamente ensangrentada y todavía en estado de shock, dijo a una vecina que la atendía en su casa que la bala que había matado a su madre fue disparada por un agente municipal, ya que ellas se encontraban en una posición desde la que podrían ser más fácilmente alcanzadas por las balas de los policías que de los atracadores. "Estaba aquí sentada, yo le preparé una tila y traté de calmarla, y ella me dijo, textualmente, que a su madre la había matado uno de los policías", explicó ayer a este periódico Encarnación García, vecina de la calle Antonio Machado y quien conocía a la víctima desde la niñez.

En el tiroteo también resultó herido uno de los atracadores, que recibió dos balazos en el pecho cuando se dirigía hacia el ciclomotor para tratar de huir. A la hora de cierre de esta edición, este delincuente permanecía hospitalizado en el Virgen del Rocío bajo custodia policial y en estado grave. Su identidad es Francisco R. G., nacido en Écija en 1963 y residente en Camas, con 16 detenciones anteriores, la mayoría por robos de vehículos.

Su último arresto, sin embargo, fue en el año 2008 por malos tratos en el ámbito familiar. Las restantes detenciones son todas antiguas, de los años ochenta y noventa, por lo que la Policía sospecha que podría haber estado algún periodo inactivo y haber vuelto a delinquir ahora.

El segundo y más peligroso de los atracadores, Juan Marco G. J., nacido en 1956 en Sevilla y con más de 20 detenciones en su historial, fue reducido y detenido por los policías locales una vez que su compañero había sido abatido. Este hombre es un veterano delincuente que ha protagonizado numerosos atracos y que en 2001 ya fue detenido por un homicidio. Tiene además numerosos robos con violencia e intimidación y de vehículos.

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