Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

La rebelión de las turbas

Muchos tienen la sensación de que durante una semana la calle es tomada por todo lo que desprecian

Todos sabemos que los desfiles procesionales de la Semana Santa española son una verdadera reliquia sin parangón. No hablo ahora de la muy singular religiosidad que expresan, vinculada más al culto a las imágenes que al también notable sentido penitencial, sino de las procesiones, de los cortejos en sí. Éstos son ciertamente una reliquia, en primer lugar, porque ya ha llegado a serlo la presencia pública de la religión, pero también lo son, y de qué forma, como perfectos exponentes de un mundo ido que, sin embargo, ellos recrean a la perfección, idealizándolo. Un mundo que estaba articulado hasta en sus menores detalles por el sentido de la jerarquía y la forma en que ésta debía manifestarse en toda circunstancia: el decoro, la compostura y la exigencia de respeto a lo que encarnaba. Decoro y compostura que en Andalucía al menos no se confunden con la cuartelera rigidez que atenaza a las procesiones de otras latitudes, sino que se integra flexiblemente con el público, el cual se sabe también elemento necesario y no masa o mero espectador. A los que nos hemos educado en la contemplación de las cofradías en la calle, no nos sorprende ese mundo de normas y costumbres, un canon abierto hasta cierto punto a la novedad, capaz de evolucionar pero inasimilable desde los principios dominantes en la sociedad actual, cuya antítesis son. Hoy, sin embargo, son ya muchos, quizá mayoría, los que carecen de esa educación y, además, no pueden adherirse a los valores religiosos, estéticos y también -¿por qué ocultarlo?- ideológicos que las procesiones hacen tan patentes. En lo que jóvenes y no tan jóvenes son cotidianamente educados, desde todos los ángulos, es en el igualitarismo a ultranza, la rebeldía, la intolerancia ante lo que no se comparte o se considera injusto o reaccionario, en la irreligiosidad y en la estética subversiva surgida de la cultura de masas, cuando no de la marginalidad.

Quienes así piensan y viven, cada vez más numerosos y mimados por el sistema, tienen la insoportable sensación de que durante toda una interminable semana la calle es tomada por todo lo que odian o desprecian. Es imposible que antes o después no llegue el choque. El consenso social que hace posible el milagro de la Semana Santa es cada vez más frágil, pero no haya cuidado que en Cuenca ya dieron con la solución apropiada: la procesión de las turbas.

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