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José morales. catedrático de proyectos en la escuela de arquitectura

"La Cartuja es una de las grandes asignaturas pendientes de Sevilla"

  • Docente y miembro del estudio MGM, acaba de ser merecedor junto a su compañera Sara de Giles del premio Arquitectura Española por el Instituto de Técnicas Avanzadas en Medicina.

Un hombre del centro preocupado por la periferia. A diferencia de las pulcras oficinas de algunos divos de la arquitectura, el estudio MGM, compuesto por José Morales y Sara de Giles, presenta un equilibrio entre guarida de artista y factoría técnica que crea una atmósfera propicia para las intenciones del entrevistador: charlar un rato sobre arquitectura y la ciudad. Sevillano del centro, tanto de nación como de residencia, este hombre de habla y ademanes pausados ha desarrollado, sin embargo, algunos de sus proyectos más acertados en la periferia de la urbe: un original hotel en Heliópolis, unas viviendas sociales en San Jerónimo, un edificio universitario en la Pablo de Olavide...

Ahora, MGM acaba de recibir el premio Arquitectura Española por un hospital en la Isla de la Cartuja, cuyo precario urbanismo impide que culmine su vocación de convertirse en el territorio tecnológico de la ciudad. José Morales, marido y yerno de compañeros de profesión, reconoce que para él la arquitectura es mucho más que un oficio: "No hay horas libres, ni fines de semana, ni días de fiesta; uno está siempre dándole vueltas a la manera de resolver los problemas que se plantean". Como profesor, le preocupa el futuro de sus alumnos: "Se van a la aventura, con una mochila y poco más. Cada vez les pagan menos".

-Da la impresión de que los arquitectos han estado más pendientes de hacer grandes edificios para el uso del poder que en buscar soluciones concretas a los muchos problemas de los ciudadanos.

-Bueno, la arquitectura ha tenido siempre esa doble vertiente. Por una parte, se quiera o no, representa a los poderes, pero por otra también está al servicio de la gente común. En estos tiempos que corren hay una gran revisión sobre cuál debe ser la misión de la arquitectura y cuál el objetivo de una gran ciudad. Esperemos que encontremos el equilibrio.

-¿Y dónde buscar ese equilibrio?

-Haciendo que los ciudadanos puedan disfrutar de la arquitectura pública, que sus edificios sean menos emblemáticos y más usados por la gente. En Sevilla, el gran esfuerzo de la arquitectura debe realizarse en la periferia de la ciudad.

-Usted es catedrático en la Escuela de Arquitectura de Sevilla. ¿Con qué ánimo se pone delante de los alumnos en estos momentos en los que la profesión atraviesa una crisis tan profunda?

-Es verdad que es un momento muy duro. Los arquitectos jóvenes tienen que optar cada vez más por salir fuera de España y en condiciones peores. Sin embargo, desde el punto de vista de la docencia de la arquitectura, también es un momento emocionante, ya que hay muchas cosas que revisar: el urbanismo, el paisaje, el espacio público, el papel de los edificios oficiales...

-¿Y cómo analiza con sus estudiantes estos problemas?

-Intentamos analizar la realidad presente de una forma muy práctica. Sevilla es un buen tablero de juego para la enseñanza de la arquitectura. Por una parte tiene una gran dimensión patrimonial e histórica y, por otra, es una ciudad con mucha vida económica y social. Además, hay grandes temas abiertos, como los problemas paisajísticos, la precariedad de las zonas residenciales... Estoy deseando que empiece el próximo curso para analizar la operación de Altadis. Habrá que ver cómo van a disfrutar los ciudadanos de este espacio, cómo se va a superar la tradicional falta de conexión de Los Remedios con el río Guadalquivir...

-Ha mencionado los problemas paisajísticos de Sevilla. En algunos casos, como en el de la entrada a la ciudad desde la Ruta de la Plata, siguen siendo bastante graves.

-Sevilla tiene un paisaje muy difícil para trabajar con él, porque es una ciudad fundamentalmente plana y todo se ve inmediatamente. El Aljarafe era el único sitio en el que se podría haber jugado con el paisaje, pero ha sido destrozado... En el Aljarafe se ha hecho el peor urbanismo de España. Ahora bien, esto no significa que no se pueda recuperar un paisaje más adecuado para la ciudad, sobre todo en las entradas, que actualmente están muy deterioradas, con polígonos industriales recibiendo al viajero. El urbanismo de Sevilla es muy malo.

-¿Por qué esa mala opinión sobre el Aljarafe?

-Fundamentalmente porque no se puede construir una ciudad basándose en el monocultivo de la vivienda, sin pensar en las infraestructuras, en los equipamientos, en las personas de a pie.

-Muchos han señalado a la figura del arquitecto como una de las responsables de los desmanes urbanísticos de la burbuja inmobiliaria. Lo cierto es que se ha construido mal, feo y caro.

-Es verdad que se han hecho muchas barbaridades, pero no se puede demonizar de una forma genérica, como se está haciendo. Los arquitectos que han construido el noventa por ciento de la burbuja han sido muy pocos o pertenecían a empresas donde estaban en tercer o cuarto plano. Por contra, ha sido una época donde la arquitectura española ha despuntado, creando una auténtica marca España. ¿Qué es lo que ha ocurrido para que, teniendo los mejores arquitectos a nivel internacional, se hayan hecho esos disparates con nuestras ciudades y nuestro paisaje?

-A muchas de esas grandes figuras se les ha acusado de divismo.

-Es como todo: hay unas estrellas que son mediáticas pero, entre los profesionales, son anecdóticas y no tienen ninguna importancia. La arquitectura de las estrellas no respondía muchas veces a las verdaderas necesidades que tenían las ciudades. Algunos políticos han buscado a figurones para cambiar de golpe y porrazo la imagen de una ciudad o, incluso, su economía. En algunos casos ha funcionado, como en Bilbao, y en otros no...

-¿Algún arquitecto español que considere usted una referencia?

-Manuel de las Casas, un arquitecto importante que trabajó tanto en patrimonio histórico como en obras contemporáneas. En Sevilla están Vázquez Consuegra, Cruz y Ortiz, José Antonio Carvajal...

-Ya ha mencionado que uno de los principales yacimientos actuales de empleo para los arquitectos es la restauración del patrimonio histórico. ¿Es España una referencia en esta actividad?

-Sí, claramente sí. Es una de las marcas distintivas de España. Restauramos bien y somos un referente en el mundo. Nuestro patrimonio histórico no ha sido muy dañado por la burbuja inmobiliaria.

-Bueno, podríamos decir que el desarrollismo del franquismo destrozó los centros históricos y el de la democracia ha hecho lo mismo con las costas... ¿Cómo podemos arreglar este desvarío?

-Haciendo un urbanismo más participativo en el que tengan voz todos los colectivos. En España tenemos un urbanismo con muy poca tradición en comparación con Europa, donde en la realización de los planes de ordenación intervienen psicólogos, antropólogos, sociólogos, arquitectos urbanistas...

-¿Pero podemos dar marcha atrás, corregir los errores?

-Bueno, la arquitectura tiene una gran inercia y lo que se construye permanece durante muchas décadas. Pero se pueden hacer cosas: no seguir con la construcción extensiva, retirarnos más de la línea de costa, implementar las naturalezas autóctonas, buscando un turismo culto... El tiempo acaba haciendo las cosas menos lesivas y lo que debemos hacer ahora es vacunarnos de los desmanes para el futuro.

-Frente a la gran arquitectura de la que hablábamos antes, la de los grandes hitos urbanos realizados por los arquitectos estrella, choca la pobreza y la mediocridad de muchos de los edificios concebidos para la vivienda. Su estudio MGM, sin embargo, ha realizado proyectos muy interesantes en el barrio sevillano de San Jerónimo o en Ceuta, pero eso no es lo normal.

-El objetivo de todo buen arquitecto es construir casas y espacios domésticos de calidad. El noventa por ciento de la arquitectura es residencial. Sin embargo, efectivamente, no siempre se hace bien. Hay una gran diferencia entre la vivienda privada y la pública. En Andalucía, durante varias décadas, se han llevado a cabo numerosísimos ejemplos de arquitectura de vivienda social de calidad, digna, valiosa. En este campo, nuestra comunidad ha sido un referente nacional e internacional. Sin embargo, todo empeora y se resiente bastante cuando hablamos de la promoción de la vivienda privada, porque la búsqueda del beneficio redunda en la pérdida de calidad.

-No deja de ser una paradoja que los pisos más caros sean los peores.

-Efectivamente, los que compran viviendas de promoción privada muchas veces están adquiriendo un producto peor, con menor superficie habitable y en peores condiciones, que los que compran viviendas sociales. La construcción pública suele ser mucho mejor y eso es una de las grandes contradicciones de este país. Eso sí, por lo que sea, los inquilinos de las viviendas sociales no suelen cuidarlas, no son conscientes de lo que tienen.

-Está también el tema de los materiales. Cuando uno viaja por otras ciudades españolas y ve la calidad de sus viviendas cae en la cuenta de lo pobres que son las nuestras.

-Tiene razón, aquí se construye peor. Es verdad que tenemos materiales mucho más deficientes y la piedra es muy cara... En Sevilla no estamos acostumbrados a una vivienda privada de calidad, aunque en los últimos tiempos han aparecidos zonas como la Buhaira donde se está construyendo muy bien, pero es muy cara. En el resto de España hay más equilibrio entre calidad y el precio.

-Recientemente, MGM, el estudio que comparte con Sara de Giles, ha recibido el premio Arquitectura Española 2013 por un hospital en la Isla de la Cartuja, una zona que tras 22 años de ser inaugurada con motivo de la Expo 92 sigue siendo sumamente extraña y antipática para el ciudadano . Uno va allí cuando no le queda más remedio.

-La Cartuja es una de las grandes asignaturas pendientes de la ciudad. Ahora mismo aquello es un lugar extraño en el que cada edificio, cada organismo, ha hecho de su capa un sayo poniendo vallas que han anulado totalmente el espacio público. Es difícil orientarse y abrirse paso por este espacio lleno de barreras y protecciones, y que, prácticamente, cierra a partir de las siete de la tarde. El carril bici ha mejorado algo la zona, pero habrá que plantearse tarde o temprano muy seriamente el que algunas zonas de la Cartuja sean residenciales, que acojan vida, gente por la calle, comercios, colegios... Todo esto es lo que hace que una ciudad sea ciudad.

-Ahora mismo, la gran operación puesta en marcha en esta zona de Sevilla es la muy polémica Torre Pelli. ¿Cuál es su opinión?

-Sobre todo que no se debería de haber proyectado sin un plan global de la Cartuja y sin haber alcanzado un consenso más amplio entre los diferentes colectivos de la ciudad.

-¿Y sobre la altura?

-La edificación en altura es algo que, tarde o temprano, tendremos que admitir en Sevilla. No sé si el lugar elegido para la Pelli es el mejor de los posibles, pero lo que está claro es que no podemos seguir construyendo con tan poca densidad en algunas zonas.

-Uno de los principales enemigos que tiene el espacio público sevillano somos los propios ciudadanos...

-Sí, eso está claro. Somos muy poco cuidadosos con lo que tenemos. Por ejemplo, está bien que la economía se active con los restaurantes, los veladores, etcétera, pero lo estamos haciendo al estilo sevillano, invadiendo el espacio público más allá de lo deseable. Al final, los ciudadanos nos sentimos excluidos. Ya no se puede andar por la Avenida de la Constitución. No podemos tolerar tantísima contaminación de velador y sombrilla.

-Es verdad que hay lugares del centro por los que apenas se puede caminar.

-Sí, en algunos casos estamos asistiendo a una vuelta atrás. Aunque es verdad que conseguimos reconquistar la Plaza Nueva y la Avenida de la Constitución, también es una pena, por no decir palabras mayores, lo que se ha hecho con la plaza del Duque, un lugar clave y emblemático que han convertido en una estación de autobuses y taxis. Ahora mismo, es un espacio intransitable para los ciudadanos.

-El actual gobierno municipal quiere modificar el PGOU para hacer un gran parking en la Alameda, proyecto que tiene el apoyo de un amplio sector del comercio, pero la oposición de muchas asociaciones ciudadanas. ¿Qué opina usted?

-Este asunto no hay que enfocarlo como un enfrentamiento entre los comerciantes y el resto de los ciudadanos. Yo vivo allí y, sinceramente, creo que el parking debería de haberse realizado en su momento. Las ciudades tienen que evolucionar y en la Alameda, el espacio público más grande del Casco Antiguo, hay sitio de sobra para un aparcamiento subterráneo. Sin embargo, me da mucha pereza pensar que, apenas siete años después de la inauguración, se vuelva a levantar la Alameda.

-Además, actualmente se ha convertido en una gran zona de ocio y actividad económica.

-Hay que analizar con más profundidad el fenómeno sociológico de la Alameda, porque la zona se ha convertido en un monocultivo en el que apenas se ven niños y ancianos, y un espacio público debe ser para todos.

-La pregunta es tan obligada como cansina. ¿Qué opina de las setas?

-Las setas tienen un lado bueno: el haber sabido compatibilizar el mercado, las ruinas y la plaza. Eso es hacer una ciudad inteligente. Sin embargo, el proyecto es gris, muy mal encajado en lo que se refiere al tránsito de la gente... Esa plaza en alto.

-El gran fiasco arquitectónico de la década fue la malograda biblioteca de Zaha Hadid en el Prado.

-Volvemos a lo de antes. Ese proyecto se tendría que haber acometido después de lograr un amplio consenso, dando voz a todos los implicados. El urbanismo en Europa funciona de otra manera. En Alemania, una obra pública tarda mucho en empezar pero muy poco en acabar. Primero se emplean muchos años en madurar un proyecto urbanística y financieramente, pero cuando se ponen manos a la obra lo finalizan enseguida y sin desviaciones presupuestarias.

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