Juan Ignacio de Arcos. Ingeniero y Director del Programa de Big Data de la EOI

"Claro que es posible un mundo dominado por las máquinas"

  • El análisis de grandes bancos de datos, la posibilidad de que los robots tengan conciencia o el 'Internet de las Cosas' son algunas de las cuestiones sobre las que reflexiona este ingeniero sevillano.

Juan Ignacio de Arcos

Juan Ignacio de Arcos / Juan Carlos Vázquez

Un ingeniero contra el tópico. Juan Ignacio de Arcos (Sevilla, 1955) es el claro ejemplo de que los ingenieros no siempre responden a ese tópico que los pinta como personas que no ven más allá de sus orejeras técnicas o como especies de robots de carne y hueso sin apenas inquietudes humanísticas. Nada más iniciar la conversación con el actual director del Programa Ejecutivo Big Data & Business Analytics de la Escuela de Organización Industrial de Sevilla, el entrevistador cae en la cuenta de que De Arcos es una persona con una profunda curiosidad sobre cómo afecta la tecnología a las personas en su vida diaria, desde la salud hasta el transporte.

Después de la entrevista, que se produce en el domicilio que De Arcos comparte con su mujer, la antropóloga Isabel González Turmo, en una histórica urbanización sevillana, uno termina con una sensación ambigua, entre sombría y esperanzada. ¿Cómo afectará a la humanidad el espectacular desarrollo de la Inteligencia Artificial? En nuestras manos está todavía evitar una distopía en la que el hombre sea sometido al imperio de las máquinas. ¿O ya no?

-La pregunta puede ser elemental, pero creo que es importante para iniciar esta conversación. ¿Qué es Big Data?

-Hay muchísimas definiciones. Yo tengo la mía propia: Big Data es un conjunto masivo y heterogéneo de datos que es capaz de ser tratado en tiempos razonables (mediante tecnologías de procesamiento en paralelo) para la identificación de patrones. Siempre ha habido datos que hemos almacenado en bibliotecas y archivos, pero con la aparición en los últimos años de las redes sociales y del desarrollo de los sensores se están generando millones de datos que, al principio, desaparecían debido a que la capacidad de memoria era muy pequeña y costaba mucho dinero. Ahora, gracias al abaratamiento de la memoria debido a la Ley de Moore, los datos ya no se tienen que tirar como antes y podemos trabajar con ellos.

-La famosa Ley Moore...

-Sí, es la que dice que cada 18 meses se duplica la capacidad de almacenamiento y la velocidad de procesamiento, así como se divide por dos el coste. Es indefectible. Pese a que se formuló en los años sesenta se sigue cumpliendo.

-Hablaba de los datos que producen los sensores...

-Cada vez hay más en nuestra vida diaria. Nos montamos en un coche y hay diez mil que nos están avisando de diez mil cosas; que si falta gasolina, que si no tenemos puesto el cinturón... Hasta ahora, estos sensores no estaban conectados a internet, pero ahora sí. Hay un montón de ellos conectados. Nuestras teles digitales están conectadas a internet y pueden ser hackeadas para que alguien sepa qué vemos, cuáles son nuestros gustos... Es lo que se llama el Internet de las cosas, que no es más que el mundo sensorizado y conectado a internet.

-Eso tiene un lado oscuro.

-Sí, genera una cierta preocupación. Imagine una persona con un marcapasos que está conectado a su hospital por internet para que un médico pueda regular su frecuencia. Pues bien, esa señal puede ser hackeada y provocar la muerte del paciente.

-Es propio de una película de James Bond.

-Pero es posible.

-Deme algún ejemplo más del Internet de las cosas.

-Ahora es muy importante el de los vehículos autónomos. Hay dos campos de la inteligencia artificial en los que se ha avanzado brutalmente en los últimos tiempos: el reconocimiento de imágenes y el procesamiento del lenguaje natural. El primero ha sido fundamental para el desarrollo del coche autónomo, ya que necesita monitorizar todo el entorno para saber qué está ocurriendo a su alrededor. Requiere identificar una señal de tráfico, o una pelota botando, o un niño saltando... Es sumamente complicado. El coche autónomo tiene miles de sensores que se están continuamente conectando a internet y tomando decisiones de manera autónoma. El año pasado, unos chicos de Londres lograron hackear a uno de estos coches desde su ordenador y acelerarlo, aparcarlo... Toda la señal que va a internet es susceptible de ser hackeada.

-Eso nos lleva a la seguridad, el talón de Aquiles de toda esta gran revolución.

-Efectivamente. En internet, los sistemas de seguridad no van igual de rápidos que las innovaciones. El otro día, en un congreso mundial en Pekín, Stephen Hawking volvía a lanzar una proclama para que se aseguren más los avances en inteligencia artificial. Esto es muy complicado. En todo el mundo hay muchos centros que están avanzando en inteligencia artificial, creando los llamados agentes inteligentes que saben hacer una determinada cosa muy bien, pero nada más. Sería el caso, por ejemplo de Deep Blue, el ordenador que venció a Gary Kasparov jugando al ajedrez.

-Sabe jugar muy bien al ajedrez pero no sabe hacer otra cosa...

-Exacto. Si la casa sale ardiendo la máquina seguirá jugando al ajedrez hasta ganar y no hará nada por apagar el fuego. Estamos en ese estadio: tenemos muy buenos agentes inteligentes en tareas específicas.

-¿Cuál será el siguiente paso?

-Aglutinar todos esos agentes para llegar a la superinteligencia, a la singuralidad tecnológica, que domine todas las disciplinas y, a la vez, sea capaz de aprender de sus errores y avanzar exponencialmente. Nosotros somos seres biológicos que evolucionamos a un ritmo extremadamente lento, pero estos agentes inteligentes pueden hacerlo de una forma muy veloz. Stephen Hawking o Bill Gates ya están avisando al mundo de que puede haber un cierto descontrol.

-Nos estamos metiendo en un terreno pantanoso que nos lleva a la distopía de un mundo dominado por las máquinas.

-Sí, estamos llegando a lo que habíamos leído en las novelas de ciencia ficción cuando jóvenes.

-¿Y es posible?

-Sí, claro que es posible un mundo dominado por las máquinas. Con poquísimo dinero, con una infraestructura de software y hardware baratísima, cualquiera puede procesar ya enormes volúmenes de datos en tiempos cortísimos e incluso real. A partir de 2020 o 2025 tendremos ya, probablemente, una capacidad de procesamiento superior a la del cerebro humano y sistemas inteligentes capaces de aprender como nosotros. Cada vez hay más datos y los sistemas inteligentes, por lo tanto, aprenden más y son más fiables.

-¿Y las máquinas podrán llegar a tener conciencia?

-Ése es el tema estrella. ¿Llegarán a tener conciencia de sí mismos estos software? No sé si llamarle conciencia, pero en mi opinión estos robots -que no son más que un software metido en chatarra- serán capaces de tomar decisiones según lo que vean alrededor.

-¿Y distinguirán entre el bien y el mal?

-Depende del software que tengan. Lo que pasa es que llegará un momento en que ese software será capaz de autocorregirse. Llegará el momento en el que tomarán sus decisiones en función de sus propios objetivos. Ése será el momento de plantearse qué va a ocurrir con la humanidad. A mí me preocupa. Actualmente hay muchas inicitativas en el mundo para establecer una serie de normas éticas para controlar el desarrollo de estos agentes inteligentes.

-Volvamos a la actualidad. Lo cierto es que los consumidores les estamos suministrando de forma gratuita un volumen ingente de datos a no sabemos muy bien quién. ¿Estamos haciendo el tonto?

-Yo creo que sí. Internet y las redes sociales han provocado que cualquier persona sea capaz de ser notoria, algo que produce mucha satisfacción. Por ser notorio, mucha gente es capaz de volcar en internet mucha información privada que están nutriendo los big data de grandes corporaciones tipo Facebook, Google, Whatsapp, Amazon... Lo relevante es el uso que se va a hacer de esa información. Debemos saber que los datos que generamos en una app son del dueño de ésta, no nuestros. La gente no tiene conciencia de esto. Hay un mercado absolutamente blanco y legal en el que se comercia con datos. Las empresas pagan por estos datos para su marketing. Por Twitter podemos trazar el perfil de una persona, sus odios, sus filias, sus ideas políticas... Gracias a la información geolocalizada se sabe dónde hemos estado, delante de qué escaparate nos hemos parado más tiempo del estándar y, por tanto, tenemos interés por su contenido. Eso es muy útil para la publicidad programática, aquella que se realiza directamente para ti. Por poner un ejemplo ficticio: suponga que gracias a Big Data sabemos que el 90% de los que compran una lámpara de techo adquieren después una goma de borrar. No se sabe muy bien por qué, pero es así. Por tanto, si nosotros compramos una lámpara al poco tiempo recibiremos ofertas de gomas de borrar.

-Big Data demuestra la importancia actual de la estadística. De alguna manera, nuestra vida es pura estadística.

-Totalmente. Si usted tiene hijos dígales que estudien matemáticas o estadística. El negocio del Big Data requiere tres perfiles de profesionales: gentes que provengan del mundo de la tecnología, que sepan de programación; matemáticos y estadísticos formados para crear los algoritmos; y personas con capacidad y conocimientos empresariales, que sepan, como se dice en el gremio, monetizar el dato.

-La revolución digital está destruyendo empleo y destruirá mucho más, pero también generará nuevos puestos de trabajo relacionados con la tecnología. ¿Andalucía se está preparando para asumir este reto?

-No, porque el problema es que la educación no va a la misma velocidad a la que avanza la tecnología. Tenga en cuenta que Big Data apenas nació en 2012-2013. Nuestros sistemas de enseñanza no son tan flexibles como para adaptar lo que enseñamos a las continuas innovaciones tecnológicas. Es cierto que hay másteres para universitarios y para gente con experiencia laboral, pero el sistema público debería adaptarse con mayor rapidez. En Eslovaquia, desde los cinco años están estudiando un lenguaje de programación, mientras que aquí no empiezan hasta los 16 o 17 años. Debería existir un conocimiento en tecnología que complementase todas las materias.

-En los últimos tiempos está de moda la robótica. El hombre siempre quiso construir una máquina lo más parecida a él.

-Autómatas hay desde el siglo IV antes de Cristo. Recientemente he leído un libro fascinante sobre la historia del Turco mecánico.

-Cuénteme.

-La construyó Wolfgang von Kemplen, un ingeniero que hacía pequeños autómatas y era consejero en la corte de la emperatriz austríaca Victoria Eugenia. A petición de ésta construyó en 1770 una máquina para jugar al ajedrez y retar al resto de las cortes europeas. La máquina derrotó a todo el mundo y duró hasta 1854, año en el que un fuego fortuito la destruyó en Filadelfia (EEUU). Napoleón, en 1809, perdió una partida y le retó a una segunda en la que le hizo trampa moviendo erróneamente una pieza, pero la máquina se dio cuenta y corrigió el movimiento; el emperador volvió a hacerle trampa y el Turco mecánico le corrigió de nuevo; a la tercera vez que el emperador francés intentó hacer trampa, el brazo del Turco mecánico tiró todas las fichas. Todo el mundo se quedó aterrorizado, pero a Napoleón le cayó simpática la máquina. Von Kemplen la llevó de gira y llegó a jugar con Benjamin Franklin, en 1783; Charles Babbage, padre de la informática, en 1820; o Edgar Allan Poe, en 1835... Nadie era capaz de averiguar cómo funcionaba la máquina, pero no era ningún tipo de inteligenica artificial, sino que dentro del mueble había un señor que sabía jugar muy bien al ajedrez y que por un complejo sistema movía las piezas.

-Divertida estratagema. Habría que esperar a que IBM inventase el ordenador Deep Blue, del que ya hemos hablado.

-Lo curioso es que Kasparov, que conocía la historia del Turco mecánico, la primera vez que le ganó Deep Blue dijo que era trampa y que allí tenía que haber un ser humano oculto.

-Toda esta información, todo este inmenso volumen de datos que generamos se debe guardar físicamente en algún sitio, ¿no?

-Sí, pero las grandes compañías son muy reacias, lógicamente, a ubicar geográficamente los servidores donde se almacenan los datos para evitar tanto el hackeo como los sabotajes físicos. De todas formas, la información suele estar replicada y distribuida para evitar que un ataque a un servidor acabe con ella. Facebook o Amazon tienen grandes instalaciones en el subsuelo con potentes sistemas de refrigeración para mitigar el enorme calor que generan estos servidores.

-En los últimos tiempos se habla mucho de los ataques informáticos entre países. Hay una auténtica guerra electrónica en marcha.

-Hoy en día se puede decir que el país más poderoso no es el que tiene el mayor misil, sino el que tiene mayor capacidad de intrusión en los sistemas de otros países. Una potencia adversaria puede llegar hasta la cocina de tu casa. Es probable que haya naciones que dentro de sus sistemas de defensa tengan virus latentes esperando activarse en caso de conflicto.

-Un conflicto electrónico a gran escala sería devastador, podría destruir los sistemas de la sanidad, la navegación aérea, de los bancos...

-Sí. Hay robots en España para hacer operaciones monitorizadas por seres humanos. Imagínese que hackean eso para hacer daño... Pero bueno, nos estamos poniendo muy pesimistas...

-Es más divertido. Pero, bueno, sea usted positivo.

-Hemos hablado de muchas amenazas, pero lo cierto es que la inteligencia artificial ha propiciado que todos vivamos mucho mejor y más cómodamente. La medicina, el ocio, los viajes... Ahora es todo más cómodo y eficaz. En el futuro es posible que los bienes de consumo lo produzcan máquinas de manera muy barata, casi gratuita...

-Entonces habrá menos trabajo.

-Pero a lo mejor es que tendremos que trabajar mucho menos. Se están haciendo ya experimentos al respecto, como el del filántropo Sam Altman, que es presidente de Y Combinator, una de los mayores fondos de inversión en capital semilla para start-ups en Silicon Valley. Altman está pagando a 100 familias heterogéneas de Oakland entre 1.000 y 2.000 dólares sin contrapartidas para que dejen de trabajar y observar cómo satisfacen sus necesidades básicas, cómo utilizan sus tiempo o cómo afecta a su felicidad.

-¿Y por qué tanta generosidad?

-Porque se prevé que ese sea el futuro de la humanidad. El mundo puede cambiar radicalmente.

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