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El rastro de la fama- Luis Martínez Montiel. Director del secretariado de patrimonio de la Universidad de Sevilla

"Murillo no era el meapilas que nos dijeron. Sus vírgenes son muy carnales"

  • Investigador, experto en Patrimonio y arte contemporáneo, comisario de exposiciones... Este docente de la Hispalense aprendió que el secreto del trabajo bien hecho es divertirse con él

-Es difícil concretar cuál es su especialización. Ha trabajo en multitud de asuntos, desde la arquitectura del XVIII hasta la imagen kitsch de Murillo, pasando por el arte más radical y actual.

-Esto lo veía al principio casi como un problema, pero poco a poco me di cuenta de que lo que a mí me gustaba era divertirme, aprender con cosas muy tangibles. Empecé a trabajar en la Arquitectura Militar en San Fernando porque así me lo propuso Alfredo Morales... Entonces estaba todo por hacer. Posteriormente, y gracias al desaparecido Juan Miguel Serrera, comencé a investigar sobre bienes muebles y, tras una época dedicada al mundo del periodismo, me llamaron para trabajar en la restauración de la Cartuja de Sevilla, lo que me permitió aprender sobre miles de cosas: pintura, azulejos... Más que especialista en algo concreto, lo que me gusta es contar cosas a través de los objetos, de ahí que me suelan llamar para montar exposiciones.

-De San Fernando... la gente desconoce lo peculiar que es esta ciudad.

-Sí, San Fernando se inventa en prácticamente unos años. Le llamaban el Aranjuez de Cádiz porque era donde la gente tenía sus casitas de campo, hasta que se trasladó el Departamento Marítimo y, a mediados del siglo XVIII, se produjo un auténtico boom que hizo que la ciudad creciese exponencialmente con la intervención de arquitectos y urbanistas de primerísima línea... Allí fue la élite de la arquitectura y la ciencia en España.

-¿Y por qué se trasladó la Marina de Cádiz a San Fernando?

-Porque en Cádiz se estaba quedando sin sitio y Carlos III decidió su traslado. En treinta años ya estaba construida la ciudad.

-La Población Militar de San Carlos es una de las joyas del urbanismo ilustrado.

-El que le dio forma fue el marqués de Ureña. Él hizo lo que ahora es la Escuela de Suboficiales, el Panteón de Marinos Ilustres, el Hospital... Hace una ciudad dentro de una ciudad. Además de Ureña trabajan arquitectos como Torcuato José Benjumeda, Torcuato Cayón, Miguel de Olivares...

-Una Marina que se refunda en el XVIII para mejor atender al imperio americano. Todavía se nota el aroma americano en la zona.

-Más bien América conserva cierto aroma gaditano. En Bocachica, una península cerca de Cartagena de Indias (Colombia), un ingeniero me acompañó en una visita a unas fortificaciones de la época, pero yo me adelantaba a sus explicaciones porque los edificios tenían los mismos planos de las fortificaciones de Cádiz.

-¿Y cómo está conservado todo este conjunto?

-Hace falta una visión que lo ponga en valor. Defensa tiene una sección dedicada a patrimonio, pero los recursos necesarios serían muy elevados. Me extrañaría que se hiciese algo.

-Siendo muy joven usted protagonizó una de esas historias detectivescas que tanto se dan en el mundo del arte. Encontró unos cuadros perdidos de Mariano Salvador Maella. ¿Cómo fue aquello?

-En la Iglesia Castrense de San Francisco había tres enormes lienzos que a poco que uno tuviese algo de curiosidad artística se daba cuenta de que aquello se salía de lo común. Representaban una Inmaculada, San Fernando recibiendo las llaves de Sevilla y San Carlos Borromeo dando la comunión a los apestados de Milán. Empecé a investigar y descubrí que antes habían estado en el Panteón de Marinos Ilustres, que fueron restaurados por Cabral Bejarano, que eran de Maella y que los bocetos estaban en El Prado. Cuando terminé mi trabajo, le llevé las fotografías a Alfonso Pérez Sánchez, entonces director de El Prado, quien, al verlas y sin que yo le hubiese dicho nada, me preguntó: ¿dónde has encontrado estos Maella? Lo que a mí me había costado días y días de investigación él lo resolvió con un sólo vistazo. Pensé que de mayor quería ser como él.

-Usted también tiene un libro sobre el Real Observatorio de la Armada de San Fernando. Se desconoce la importancia patrimonial y científica de esta institución.

-Es un auténtico desconocido, incluso para mucha gente de San Fernando. Cuando empecé a trabajar en este edificio en 1985 nunca se había escrito nada sobre el tema. Todos los planos, los alzados, y documentación al respecto se encuentran en el Viso del Marqués (Ciudad Real), en el Archivo General de la Marina, un sitio delicioso para un historiador. El proyecto del edificio es del Marqués de Ureña, del que ya hablamos antes, un hombre impresionante que se recorrió toda Europa para estudiar los mejores observatorios. Sabía francés, inglés y mantenía correspondencia con Moscú... Un auténtico ilustrado. Además del edificio, el Observatorio tiene un instrumental científico único en su época. Se compró a los mismos fabricantes que suministraban a Greenwich. Hoy muchos de estos instrumentos se siguen conservando en San Fernando, pero no en Greenwich. Algunos se han utilizado hasta hace muy poco y estaban pintados de gris marina, pero ya se han restaurado. La biblioteca científica es también impresionante.

-Hoy en día es donde se marca la hora oficial en España.

-Sí, algo muy importante y de lo que dependen muchas cosas. Creo que es la única institución en España que sigue dando el título de sabios a algunos de los miembros de su equipo.

-Actualmente es el director del Secretariado de Patrimonio Histórico-Artístico de la Universidad de Sevilla. Si obviamos la rica colección de la antigua casa profesa de la Compañía de Jesús, incautada por el Estado tras la expulsión de los jesuitas por Carlos III, ¿qué más podemos destacar?

-Son muy importantes las colecciones científicas, a las que nunca se les ha dado el verdadero valor que tienen. Tenemos una gran colección botánica, con herbarios de varias expediciones científicas del siglo XVIII. También guardamos colecciones de geología, medicina, física... Ahora mismo estamos analizando estas colecciones para plantearle a la Junta que sean oficiales y para que estén ligadas al Museo de la Universidad que queremos crear, como ocurre en universidades como Cambridge o Yale.

-¿El Museo de la Universidad estará en la Fábrica de Tabacos?

-Esa es nuestra intención, parece el sitio más lógico.

-Recientemente la Hispalense ha firmado un convenio con Altadis para hacerse cargo de sus colecciones históricas.

-Sí, es un patrimonio muy rico y diverso perteneciente a todas las fábricas de tabacos de España. Ahora mismo estamos catalogando y viendo qué es lo que nos interesa quedarnos. Altadis ha sido muy generosa. En estos fondos encontramos desde maquinaria e instrumentos únicos hasta colecciones fundamentales para la historia del diseño y la publicidad, como todas las cajetillas de tabaco, anuncios de primer nivel, vitolas y cajas hermosísimas, cajas de rapé chinas, álbumes fotográficos...

-Pero el plato fuerte son los dos retratos de Goya de Carlos IV y su mujer, María Luisa de Parma. ¿De eso qué se sabe?

-De ese tema ni siquiera hemos hablado, porque Altadis tiene un pleito con el Estado que aún se debe resolver. Según el Estado, esos cuadros son suyos porque los encargó la Corona, mientras que la compañía sostiene que el encargo lo hicieron por suscripción los empleados de la fábrica y, por lo tanto, les pertenecen a ellos.

-Otras colecciones que me imagino que pertenecerán al Museo serán la arqueológica y las artísticas.

-Sí, efectivamente. A las colecciones artísticas queremos empezar a darle una mayor coherencia. En este sentido hemos empezado a montar una colección de dibujos y hemos adquirido uno de Alberti y una serie de diez de Chema Cobo, de la época de los Esquizos. Estamos también empezando a montar una colección de fotografía. Sobre todo, trabajamos para ver qué es lo que tenemos y, a partir de ahí, si hay algo que podamos potenciar.

-Usted pertenece también a la Comisión Científica del Año Murillo. ¿Es optimista con la celebración?

-Soy optimista por naturaleza y creo que a poco que nos den pie pueden salir cosas interesantes, pero no creo que estemos ante el gran evento Murillo del que se ha hablado en otro momento...

-¿No tendremos nuestro año Greco?

-No, porque el Año Greco se preparó en cinco años y nosotros estamos casi empezando. Eso sí, creo que se harán cosas dignas e interesantes. A mí, personalmente, me interesa el proyecto de recuperar al Murillo de las arquitecturas efímeras. Se quiere hacer alguna intervención en este sentido en la ciudad, en el Corpus, por ejemplo.

-En concreto, usted participa con una exposición al alimón con Pedro G. Romero, en la que trabaja con el Murillo más kitsch, el de las estampitas de primera comunión y las latas de carne de membrillo.

-Ese fue el encargo que se nos hizo en un primer momento, pero a nosotros no nos terminaba de cuadrar, porque de alguna manera era continuar con una imagen de Murillo con la que no estamos de acuerdo. La exposición se llamará Aplicación Murillo: materialismo, cáritas y populismo. Intentaremos ver cómo Murillo sigue siendo un referente en clave contemporánea, incluso a veces no querido. Partimos por una acción que se hizo en el año 92 por el colectivo francés 4Taxis. Fueron a la Facultad de Bellas Artes y le preguntaron a la gente: ¿Usted de quién es: de Velázquez o Murillo? Evidentemente, todo el mundo se identificó con Velázquez, pero las obras de estas mismas gentes eran claramente herederas de cómo entendía Murillo -y no Velázquez- las cosas. Ya Hegel dijo que Murillo era el primer pintor moderno, porque la dignidad con la que pintaba un mendigo era la misma que usaba con un ángel. Por ejemplo, enlazaremos el San Juan de Dios del Hospital de la Caridad con el Carrying de Pepe Espaliú. Un diálogo entre Murillo y los contemporáneos; cómo lo popular o la caridad siguen usándose en el arte de hoy.

-La profusión de imágenes murillescas le hizo mucho daño al pintor sevillano.

-Sí, todas esas imágenes de las estampitas acabaron con la importancia de Murillo a fuerza de banalizarlo. Se llegó a beatificar al personaje. Murillo no es el meapilas que nos dijeron. Sus vírgenes son muy carnales. Théophile Gautier decía que quería venir a Sevilla a ver mujeres como las que pintaba Murillo. Ese es el que queremos representar.

-Lo curioso es que, pese a todos estos asuntos de los que estamos hablando, su labor como docente se centra en el arte más contemporáneo y, según me han contado algunos ex alumnos, como mucho éxito. ¿Se enseña bien esta disciplina?

-No, es un arte muy difícil de enseñar que requiere que estés muy al día, tener contacto con los artistas, las galerías, las instituciones. Requiere una especialización que no es fácil adquirir si no te gusta. A muy pocos de los alumnos que tengo en Bellas Artes les interesa el arte contemporáneo...

-Sorprendente.

-Cuando les pregunto cuáles son sus referencias en arte contemporáneo indican que Picasso o Miró. Yo les digo en broma que están muy bien conservados para ser contemporáneos de Picasso. Hay una clara desconexión del público en general con el arte contemporáneo, algo que se ve muy claramente en los coleccionistas privados, que prefieren comprar pintura del siglo XIX de quinta fila que adquirir arte del siglo XXI de primera línea por el mismo precio.

-Pero usted ha tenido antiguos alumnos que tienen cierta importancia en el panorama actual...

-Sí, Miki Leal, Pilar Albarracín, Inmaculada Salinas, los Rosado... Hay gente que ha estudiado en la Facultad de Sevilla que están siendo una referencia por ahí fuera.

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