El rastro de la fama. Rafael Infante. Director de la cátedra de Flamenco de la Universidad de Sevilla

"Para estudiar la evolución del cante sólo hay que coger el tren Sevilla-Cádiz"

  • Catedrático jubilado de Estadística, apasionado del flamenco y ex rector de la Hispalense, pasa sus días intentando tender puentes entre el mundo flamenco y el universitario

-Ya sé que es un prejuicio tonto, pero no deja de resultarme curioso que para hablar de flamenco haya tenido que recurrir a un catedrático de Estadística e Investigación Operativa. ¿De dónde le viene la pasión por lo jondo?

-Bueno, soy de Jerez y allí, en mi niñez, era normal ver el flamenco por las calles. Recuerdo ir con mi padre por los tabancos de la ciudad a oír buen cante y sentir cómo se me iba despertando la afición.

-¿Algún tabanco en especial?

-Sí, el de la calle Bizcochero. En aquella época no se cantaba tanta bulería como ahora, sino sobre todo seguiriyas y soleás por bulerías, que se acompañaban con el golpear de los nudillos sobre el mostrador de madera. A mí me gustaban mucho Terremoto y Romerito de Jerez.

-Entonces, la afición le viene de su padre.

-Bueno, lo curioso es que a mi padre, que era un carpintero, un obrero que vivía en un corral de vecinos, le gustaba más la ópera.

-Por cierto, y perdone la ignorancia, ¿qué es Investigación Operativa?

-Yo la defino como la cuantificación del sentido común: cómo se puede llevar una empresa, cómo debe ser la logística...

-En 2012 se creó en la Universidad de Sevilla la Cátedra de Flamenco, de la que es usted director. Sin embargo, pese a lo que se suele pensar, la relación del flamenco con la Hispalense no es tan reciente... Ahí está la legendaria intervención de Antonio Mairena en los sesenta en el Paraninfo, entonces ubicado en la calle Laraña.

-Antes, a finales de los 50, se celebró en el Colegio Mayor Beato Diego de Cádiz, en aquellos años adscrito a la Universidad de Sevilla, el primer Curso Nacional de Flamenco, gracias a la colaboración con la entonces recién creada Cátedra de Flamencología de Jerez. Lo de Sevilla fue en 1963 y lo organizó el SEU. Fue algo muy importante y a la inauguración en el Paraninfo acudieron el rector, el alcalde y el gobernador civil. En el libro Las confesiones de Antonio Mairena, una serie de conversaciones transcritas por Antonio García Ulecia, el cantaor recuerda que su mayor satisfacción fue cuando se invitó a la Niña de los Peines, que estaba entre el público con su marido, a sentarse en la presidencia, junto al rector. El hecho no tenía precedentes en la historia.

-¿Por qué esa devoción de todos hacia Antonio Mairena?

-Tenía todas las virtudes de un buen profesor universitario, según el modelo de Ortega: investigó, enseñó y veneró a sus maestros. Mairena realizó un enorme trabajo de campo para recuperar los cantes puros e indagó certeramente en sus orígenes. Además, creó una escuela que aún perdura.

-¿Quiénes fueron los maestros de Mairena?

-Manuel Torres era su preferido. También estaban Tomás Pavón, la Niña de los Peines y, finalmente, Juan Talega.

-¿Y quiénes fueron los maestros de Rafael Infante?

-Don Sixto Ríos, catedrático de Estadística. Si de algo puedo presumir es de haber sido discípulo suyo. No sólo me enseñó Estadística, sino también el amor a la Universidad. También tengo una gran deuda con Ildefonso Yáñez, quien me enseñó la importancia de entregarse a los demás sin esperar nada a cambio y que no hay bien más preciado que la amistad.

-¿Cuál es el origen del flamenco más allá de los esoterismos los indúes y otras teorías?

-El origen del cante flamenco es campesino. A un hombre que habla solo se le tiene por loco, pero no al que canta... Eso es otra cosa. La tesis de Antonio Mairena es que se produce una mezcla entre los cantes folclóricos andaluces y la aportación gitana, generando el llamado cante gitano-andaluz.

-¿Y por qué la tradicional alianza taberna-flamenco?

-Bueno, siempre se ha dicho que para poder cantar hace falta tomarse antes un par de vasos de vino. El flamenco responde a la necesidad del hombre de expresar sus sentimientos más íntimos, sus penas, sus persecuciones... Y eso se hace mejor con vino, aunque nosotros hemos hecho jornadas para explicarle a los cantaores que lo mejor para la garganta es no tomar cosas frías antes de las actuaciones.

-No deja de sorprender la hondura existencial de muchas letras del flamenco, su enorme capacidad de expresar sentimientos complejos y universales con recursos mínimos. También su intimidad con la angustia.

-Lo de la angustia lo aporta el sentimiento de marginación y persecución.... Es cierto que el flamenco ha generado coplas de apenas tres versos que contienen verdaderos contenidos filosóficos.

-Regálenos alguna de estas letrillas.

-Por ejemplo, esta que se puede cantar por soleá o por tiento: "Todo lo vence el amor,/ todo el dinero lo allana,/ todo lo consume el tiempo,/ todo la muerte lo acaba".

-Antes ha mostrado su admiración por Antonio Mairena, pero las generaciones posteriores han tenido un ídolo claro: Camarón de la Isla. ¿Comparte usted esta idolatría?

-Camarón fue una revolución en el flamenco y consiguió algo muy positivo: atraer a la juventud. Cuando yo ponía en mi tocadiscos alguna seguiriya de Mairena mis hijos se quejaban, pero cuando ponía a Camarón la cosa cambiaba... Su manera de cantar y su propia figura les atraía mucho.

-¿Se atrevería a definir qué es el duende?

-Es la inspiración en un determinado momento. Yo he escuchado a Terremoto en actuaciones memorables y, al poco tiempo, estar mediocre... Quizás porque ese día no estaba inspirado o porque su momento psicológico era malo... Aunque no les gusta reconocerlo, los cantaores están bien cuando cantan para sí mismos, cuando están sintiendo lo que están interpretando. Pasa como con el toreo de Paula.

-Por cierto, ¿por qué esa estrecha relación entre toros y flamenco?

-Quizás porque tanto los toreros como los cantaores procedían de las capas humildes de la sociedad, los dos tenían que quitarse el hambre de alguna manera. Ambos concebían el arte como manera de superar la miseria.

-Hablemos de la flamencología. ¿Tiene una calidad aceptable o abundan los trabajos mediocres y con poca enjundia metodológica e interpretativa?

-En la flamencología muchos escriben de oídas, sin documentar bien las cuestiones. Yo creo que la transmisión oral es importante, pero también pienso que hay muchas leyendas que se dan como ciertas sin que se les aplique ningún método crítico... Aunque muchas de ellas son tan bonitas que merecerían ser ciertas. En este campo, la universidad puede aportar el rigor necesario. Por ejemplo, hay estudios muy buenos de la antropóloga Cristina Cruces o del sociólogo Gerhard Steingress, ambos de la Universidad de Sevilla. En la Universidad de Granada está Miguel Ángel Berlanga, quien estudia el flamenco desde el punto de vista musical.

-Recientemente falleció el flamencólogo y poeta Félix Grande. Este nombre nos sirve para sacar a relucir las estrechas relaciones entre el flamenco y la literatura. Después del 27, ¿ha habido alguna generación que haya entendido bien el hondísimo fondo poético del flamenco?

-Más que una generación, ha habido poetas aislados. Además del ya mencionado Félix Grande, hay que resaltar a Luis Rosales, un poeta más desconocido que Lorca pero que también tuvo una íntima relación con el flamenco. Ahora estamos preparando un disco en el que se recitan y cantan algunos de sus poemas flamencos. También vamos a editar algún texto suyo.

-Uno de los debates encarnizados que se dan en el mundo del flamenco es el de los puristas versus los nuevos artistas entregados a la fusión y a la World Music. ¿Dónde se sitúa usted?

-Por tradición me gusta más el flamenco puro. Comprendo que el flamenco tiene que evolucionar, pero creo que para renovar algo primero hay que conocerlo a fondo. Es el caso de Morente o de Camarón, que conocían muy bien el cante por derecho. El problema está en esos renovadores que desconocen lo puro. Hay mucha impostura.

-¿Qué cantaores actuales le gustan?

-Esperanza Fernández, por el quejío que tiene. También José de la Tomasa.

-Omite el nombre más mediático del momento: Miguel Poveda.

-Poveda es un gran cantaor y un gran estudioso del flamenco. Cuando lo vi en la Bienal de Sevilla me fijé que, cantando una bulería, pronunciaba la zeta jerezana. Luego me enteré de que había pasado en esta ciudad un par de meses estudiando. Comprendo que es necesario que haya figuras como ésta para atraer al gran público... Pero a mí me placen más otras. Una cosa que no me gusta de la actualidad es que hay cantaores que van con un programa cerrado, algo que quita espontaneidad a la actuación.

-¿Dónde se escucha mejor el flamenco, en los teatros o en las peñas?

-En los grupos de amigos, cuando un cantaor está inspirado y canta lo que le sale. Recuerdo una vez en Jerez en la que escuché a Terremoto una seguiriya y un fandango con el que narró un problema que había tenido... Improvisó una letra y fue muy emocionante, porque todos sabíamos a qué se refería.

-Hace unos años, la Junta anunció que iba a incluir el flamenco en los planes de estudio de colegios e institutos, una idea que provocó la mofa de algunos. ¿Se ha hecho algo en este sentido?

-El flamenco es una seña de identidad de lo andaluz y, por tanto, nuestros niños tienen que conocerlo. Con esto no digo que tengan que cantar ni bailar, pero sí aprender sus principios. El anuncio de la Junta se ha aplicado hasta ahora de una manera voluntarista gracias a profesores aficionados. Sin embargo, dentro de unos días va a salir una orden de la Consejería de Educación donde se regula este tema.

-¿Ha servido para algo la proclamación en 2010 del flamenco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco? En su momento se le dio mucho bombo.

-Bueno, la gente pensaba que este título iba a servir para conseguir dinero, cuando la realidad es al revés, exige a las administraciones una responsabilidad y unas inversiones.

-El flamenco es un atractivo también para ese becerro de oro contemporáneo que es el turismo. ¿Se está aprovechando bien este recurso?

-El flamenco no está todavía bien utilizado desde el punto de vista turístico. Cada vez hay más aficionados fuera de nuestras fronteras, lo que es muy positivo. Además de en Japón, hay una gran afición en Francia y se ha empezado a despertar en Alemania. En la Bienal ya se ve salir de los teatros a extranjeros, sobre todo franceses, protestando si el espectáculo no les ha parecido auténtico flamenco.

-¿Le está comiendo Cataluña el terreno a Andalucía en lo que al flamenco se refiere?

-Lo primero que hay que tener en cuenta es que los flamencos catalanes son de origen andaluz. En Cataluña se le está dando mucha importancia al flamenco… Andalucía tiene que hacer una apuesta decisiva por el flamenco, porque si no otras comunidades autónomas le van a tomar la delantera. Hay que apostar por los nuevos valores, ayudarles en su promoción como artistas.

-¿En qué ciudad o pueblo se escucha hoy en día el mejor flamenco?

-El mejor flamenco era el del Jerez antiguo, no el actual. Mi ciudad está perdiendo el tren del flamenco… Ya no se canta por seguiriyas y las bulerías las han desnaturalizado con un exceso de cajones, etc… Hay demasiado sonido y no te dejan escuchar la voz del cantaor.

-¿Y qué ciudad ha ocupado su lugar?

-Sevilla… En general, como decía un amigo mío, para estudiar la evolución del cante lo único que hay que hacer es coger el tren Sevilla-Cádiz, que pasa por todos los grandes núcleos del flamenco: Sevilla, Utrera, Lebrija, Jerez, Los Puertos, San Fernando y Cádiz.

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