El rastro de la fama. francisCo escudero y luz y marta Fdez. de Valderrama. Estudio curtidores

"El futuro debe construirse con residuos"

  • Los tres arquitectos del Estudio Curtidores son un ejemplo de adaptación al panorama 'posburbuja', donde las personas y el respeto al medio recuperan su antiguo valor.

De izquierda a derecha, Francisco Escudero y Luz y Marta Fernández de Valderrama.

De izquierda a derecha, Francisco Escudero y Luz y Marta Fernández de Valderrama. / fotoS: mj lópez

Durante un momento de la conversación con los miembros del estudio Curtidores se pone sobre la mesa la expresión "inteligencia colectiva" en relación con los múltiples retos de la arquitectura del futuro. "Ya no se trata de seguir a un gurú, a un arquitecto de referencia, sino de las experiencias y el trabajo de mucha gente conectada que le van dando solución a los problemas que se van planteando". Es quizás por eso que tanto Francisco Escudero como las hermanas Luz y Marta Fernández de Valderrama optan porque sus opiniones se fundan en una sola voz a la hora de escribir la entrevista. Tres arquitectos, una sola voz. He aquí "inteligencia colectiva" en marcha. El estudio Curtidores (ubicado en la plaza homónima) es un claro ejemplo de reconversión de los arquitectos ante el panorama posburbuja y centran sus esfuerzos en hacer una construcción a la medida del hombre, de ritmo lento, donde el reciclaje de materiales y la reinterpretación de las técnicas tradicionales de construcción son elementos fundamentales. Una nueva arquitectura que no olvide las raíces ni las personas a las que sirve.

-Recientemente han premiado un proyecto vuestro en el que, como elemento principal, se usaban las viejas puertas desechadas del Cuartel de la Borbolla. ¿Cómo surgió la idea?

-La casa de las 141 puertas es una vivienda que hicimos en San Bernardo para una pareja de amigos. Antes del proyecto, ella pasó por el Cuartel de la Borbolla, que estaba en obras, y vio que las cubas estaban llenas de puertas. Preguntó si se las podía llevar y le dieron permiso. Las almacenó en un campo sin saber muy bien para qué. Un día, cuando empezamos las reuniones para dar forma al proyecto de la casa, nos comentó que le gustaría que reutilizásemos alguna. Vimos que había un mundo.

-Una mezcla entre rehabilitación y casa de nueva planta.

-Exacto, es una paradoja. Es una vivienda nueva (las fotos se pueden ver en http://www.jesusgranada.com/casa-de-las-100-puertas) muy orientada a una pareja actual con hijos, pero estructurada por unos elementos que tienen más de cien años, piezas que se mueven y que hacen que la casa sea muy dinámica. En resumen, sus habitantes pueden gestionar cómo quieren vivir en función de las necesidades de cada momento.

-Es una clara apuesta por el reciclaje en la arquitectura.

-Sí, era un material que estaba ahí y funcionaba. ¿Por qué había que desprenderse de él? Cuando nosotros hablamos de reciclado englobamos muchas acciones, entre ellas la rehabilitación, que es coger un objeto y darle una nueva vida.

-¿Se tira mucho material constructivo que se podría reaprovechar?

-Sí. Como afirma uno de los mejores ecólogos de España, Salvador Rueda, el futuro debe construirse con residuos. En este sentido, hay mucha gente anónima que está teniendo iniciativas muy interesantes. Se trata de reaprovechar al máximo para minimizar los residuos. Nos gusta mucho el proyecto del Museo de Cerámica de Triana, de af6 Arquitectos, en el que hasta reutilizaron las cenizas que había en la antigua fábrica. Estos años de crisis han favorecido mucho la reutilización de los elementos.

-Pero a la gente le gusta lo nuevo.

-Una cuestión básica en reciclaje y rehabilitación es que las cosas que se hacen no deben parecer basura, como se detecta en ciertas tendencias de la moda, por ejemplo. Hay que hacer cosas que tengan entidad en sí misma, independientemente de que sean recicladas o no. Por ejemplo, nos gusta mucho la Lámpara Cesta, de Miguel Milá, que reaprovecha las viejas estructuras de los costureros y las bolas de iluminación de las naves industriales.

-Algunos se quejan de que los arquitectos olvidan a las personas que van a habitar las casas. No sé si están de acuerdo.

-Muchas veces hay un conflicto entre el usuario y la arquitectura, pero si tú haces partícipe al usuario del proceso de creación, ese conflicto se aminora y tiene consecuencias muy positivas. Por ejemplo, no serán necesarias obras posteriores, lo que supondrá un ahorro para el usuario y se evitarán muchos residuos. No hay verdadera arquitectura si no está ligada a alguien que está demandando algo. El problema es que el mercado ha creado unos productos sin personas detrás que los estén demandando.

-Da la sensación de que en Sevilla, en lo que a la arquitectura doméstica se refiere, no se ha construido bien en los últimos tiempos. Las viviendas suelen ser poco imaginativas y de baja calidad.

-Bueno, también se han construido cosas muy buenas… El problema es que da la sensación de que hemos perdido un conocimiento muy antiguo de construir. La actual situación puede que favorezca la recuperación de esa sabiduría. Hay un libro de Alexander Christopher, El modo intemporal de construir, que nos habla de cómo la arquitectura de todos los tiempos se ha hecho de la mano de personas que han ido solicitando sus deseos y de unos técnicos que le han dado forma en el tiempo adecuado, porque las cosas y los pueblos se hicieron con cierta lentitud, atendiendo a necesidades concretas. El problema es cuando el objetivo ha sido el mercado y el ganar dinero.

-Pero con las necesidades de las grandes urbes es difícil mantener ese 'tempo lento'.

-Ahora mismo, la arquitectura de calidad tiene al individuo y no a la masa como escala. El nivel de detalle de los proyectos ha mejorado. Un amigo nuestro arquitecto dice que no son malos momentos para la arquitectura, ya que se puede recuperar ese trabajo artesanal del que hablábamos, evitar los churros para atender más las necesidades de las personas.

-Otro de los retos actuales de la arquitectura es la obsolescencia. Los edificios están envejeciendo muy rápidamente y generando un paisaje urbano muy deteriorado.

-En el marco del concurso de arquitectura Europan, hicimos un proyecto para una barriada de Elda (Alicante) que estaba en unas condiciones muy degradadas. El proyecto tenía dos niveles: estético y social. Partíamos de la colaboración de todos los vecinos. Pedíamos a gente a la que se le había quedado la casa grande que cediese habitaciones, las cuales conectábamos mediante unas galerías, generando equipamientos como ambulatorios, residencias que podían generar recursos económicos, etcétera. También buscábamos una homogeneización estética.

-En Sevilla se ha optado por tirar abajo las barriadas muy degradadas, como es el caso de Los Pajaritos o Regiones Devastadas.

-Quizás sean intervenciones muy tajantes que se podrían haber hecho con mayor sutileza. Hay que tener en cuenta que son sitios en los que ya hay gente viviendo y han amoldado el barrio a sus circunstancias. Eso sí, probablemente los vecinos estén encantados porque les dan pisos nuevos. Sobre los barrios se está investigando muchísimo en la Universidad de Sevilla, pero hacen falta puentes más eficaces para pasar de la teoría a la realidad.

-La sostenibilidad es uno de los mantras de la política actual, ¿pero se está tomando en serio de verdad?

-El problema es que, en los programas de sostenibilidad arquitectónica, se priman soluciones que son más propias del norte de Europa que del sur. Intentar adaptar toda la sabiduría tradicional es más eficiente que hacer un cerramiento altamente tecnológico, que es muy costoso. En Andalucía hay métodos constructivos tradicionales mucho más sostenibles que los que estamos utilizando. Es importante hacer sombras, evitar la excesiva insolación, estudiar bien las orientaciones… Son cosas relativamente fáciles. Hay que recuperar una cierta inteligencia de las cosas, porque la tecnología nos está volviendo tontos. Parece que vivimos en la Silly City, la ciudad tonta en la que hemos perdido la inteligencia constructiva de la Alhambra, por poner un ejemplo. Los técnicos no debemos perder la inteligencia, incluso la de la naturaleza.

-Los últimos estudios avisan de que, debido al cambio climático, buena parte de Andalucía sufrirá un proceso de desertización en el futuro. ¿Nuestras ciudades se están preparando?

-En el plano global, hay cosas muy interesantes que se están haciendo, como se refleja en la película Mañana, de Cyril Dion y Mélanie Laurent, pero queda mucho por trabajar.

-Pero ¿cómo se debe preparar Sevilla?

-Hay una solución inmediata, fácil y de toda la vida, que es la arboleda.

-Se ve en la calle Alcalde Juan Fernández, donde la arboleda ha creado un microclima donde da gusto estar. Sin embargo, en la Avenida de la Constitución se ha dado un paso atrás…

-Compartimos esa opinión. Peatonalizar es muy bueno, pero esa intervención no puede servir de excusa para cargarse el elemento verde que te hace más transitable la calle. Es una cuestión de sensibilidad política y social. Si la gente lo demanda los políticos actuarán, porque además es muy barato. Plantar un árbol es un principio básico. También hay que fomentar la presencia de agua, que es un estabilizador bioclimático. Mientras más agua tengamos en las calles más benigno será el clima… Imagínese un proyecto para recuperar toda el agua de lluvia de las cubiertas de Sevilla. ¿Cuánta se podría aprovechar?

-Hay cosas incomprensibles. Por ejemplo, en esta plaza de Curtidores la fuente siempre está seca. Menos mal que hay árboles grandes que le quitan la dureza.

-Sin embargo, si va a Zurradores, una plaza muy similar a ésta, observará que no hay ni un árbol. La diferencia es tremenda.

-¿Qué son las 'slow cities'?

-Es un movimiento asociado a la cultura slow que pretende ser una respuesta al concepto de ciudad nacida con la Revolución Industrial, que se basa en dos únicas variables: menos tiempo y más dinero. El tiempo lento permite que las personas recuperen muchas cosas: un tipo de alimentación, la conversación, las relaciones.

-Uno de los temas candentes en la actualidad es el del turismo. Es una fuente evidente de recursos y empleo, pero también algunos lo ven, tal como está montado ahora, como una agresión a la ciudad. Ahí está Mateos Gago, Santa María la Blanca, San Fernando… La ciudad se parodia a sí misma.

-Es bueno que haya turismo y que la gente venga a Sevilla, porque da dinero y porque aporta aire fresco a una ciudad que se ha mirado durante demasiado tiempo al ombligo. Cuando Sevilla fue una ciudad de referencia en el mundo fue porque venía mucha gente de fuera. Ahora bien, nos centramos demasiado en un turismo icónico, que sólo viene a ver cosas y sitios. Deberíamos evolucionar hacia un turismo de gente que viene a hacer cosas, a tener experiencias. Fíjese en Madrid: no tiene ningún monumento de referencia más allá de El Prado, pero tiene más turismo que nosotros. Como ellos dicen en sus campañas de promoción turística: Madrid es su gente. Nosotros podríamos desarrollar experiencias turísticas que no necesariamente se tendrían que ubicar en el centro. En ese sentido, la Bienal de Flamenco es paradigmática. El turismo debe ser repensado.

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