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Marta palenque. Catedrática de Literatura española de la hispalense

"La idea de que Bécquer fue un fracasado en su época no es real"

  • Investigadora de la literatura española de los siglos XIX y XX, su trabajo académico ha sido importante para limpiar la imagen de Bécquer de los mitos que distorsionan su figura.

Marta Palenque, en su despacho de la Universidad de Sevilla, durante la entrevista.

Marta Palenque, en su despacho de la Universidad de Sevilla, durante la entrevista.

Marta Palenque nació en El Puerto de Santa María, un "pueblo" (así lo llama) de largas connotaciones literarias al que sólo vuelve esporádicamente para visitar a su madre. "Cada vez lo veo más raro, más extraño. Ya no existen las playas vírgenes de mi infancia y adolescencia. No hay nada más maravilloso que la nostalgia y el recuerdo", dice esta profesora de Literatura Española de la Universidad de Sevilla. Su despacho tiene cierto aspecto de cuarto estudiantil, con pósters y fotografías de poetas románticos y una bonita maqueta de La Scala de Milán que rescató del abandono. Como investigadora, ha trabajado principalmente en la literatura española de los siglos XIX y XX, con especial interés en las relaciones de la literatura con el periodismo o el arte. Tiene publicaciones sobre Bécquer, Zorrilla, Luis Montoto, Campoamor o Emilio Carrere, entre otros. Además, ha trabajado en medios de difusión de la literatura alternativos al libro, como las tarjetas postales a finales del XIX (de la que es una coleccionista con miles de ejemplares) o los álbumes de bellas artes, auténticos cofres del tesoro donde se pueden encontrar inéditos de valía. Se mueve como pez en el agua en el romanticismo y en la literatura bohemia de principios del siglo XX.

-¿Cuándo, cómo y por qué se construyó el mito de Bécquer?

-Se construyó inmediatamente después de su muerte. Ya en el prólogo de las Obras, publicadas en 1871, su amigo Ramón Rodríguez Correa empieza a hablar de Bécquer como el gran poeta de la naturaleza, el poeta angélico, sin rival... A partir de ahí siguió creciendo la leyenda del poeta sufriente, mártir, enfermo, que nunca logró tener éxito, algo que en gran medida, como todos los mitos, es falso. Lo curioso es que después se ha investigado muy poco para aclarar la biografía real de Bécquer.

-¿Y cómo era Bécquer de verdad?

-Es difícil responder a esa pregunta, porque siguen existiendo muchas facetas oscuras sobre su vida. Bécquer es un joven que sale de Sevilla intentando triunfar en Madrid y hace lo que tantos otros autores de su época, ir poco a poco labrándose una carrera literaria con sus colaboraciones en la prensa y entrando en política y en la administración. La idea de que Bécquer fue un fracasado en su época no es real, fue reconocido como poeta y periodista, y perteneció a un grupo de amigos con los que compartía intereses literarios y que se protegían los unos a los otros. Es cierto lo de su tuberculosis y sus problemas sentimentales, pero eso era algo que les pasaba a muchos de sus contemporáneos.

-Pero el mito ayuda siempre a la literatura...

-Sí, pero nos impide conocer verdaderamente al autor. Cuando se habla del mito romántico se recuerdan siempre las mismas rimas, lo que le hace un gran favor a los que detestan a Bécquer por estimarlo cursi.

-Es el contramito de Bécquer, el del poeta de señoritas, ñoño y relamido... Sin embargo, desde hace ya mucho tiempo hay un proceso de recuperación que sitúa a Bécquer en el origen de la poesía moderna española.

-Esa crítica de la que usted habla es connatural a la propia poesía romántica. Los grandes poetas de éxito en estos momentos, los que arrebatan en la segunda mitad del siglo XIX, fueron Campoamor y Núñez de Arce. Bécquer, sin embargo, va calando poco a poco en el público. El gran Bécquer aparecerá después, cuando los modernistas plantean que es el poeta del símbolo, el poeta que les precede en una poesía sencilla, íntima, callada, un estilo que va en contra de la exuberancia del romanticismo.

-¿Cómo leemos hoy a Bécquer?

-A mí me interesa mucho todo lo relacionado con la estética de la recepción: ¿cómo se recibe y lee a los poetas y escritores en diferentes épocas? ¿Cómo cambia la fortuna? ¿Cómo Campoamor y Arce, que fueron los grandes poetas para sus contemporáneos, pierden la partida frente a Bécquer a finales del siglo XIX? Esos juegos de la fortuna me apasionan. Lo primero que hay que decir es que hoy es imposible leer a Bécquer con una mirada virgen. Personalmente, me interesa mucho el Bécquer que hace teatro con los amigos y que intenta ganar fama y dinero, porque lo veo como un hombre de su época y me ayuda a entenderlo. También me gusta el Bécquer periodista, porque es un autor inteligentísimo con un gran dominio de la lengua y una gran capacidad para decir las cosas que quiere sin ser cruel, como se ve en sus reseñas literarias.

-¿Y cómo poeta?

-Tiene una musicalidad especial, un ritmo cautivador. Lo leo siempre como un poeta del silencio, callado. En ese sentido tengo un pequeño lastre, porque llegué a Bécquer estudiando las partituras que se compusieron para sus rimas y, cuando las leo, no puedo evitar tararear.

-¿Quedan muchas lagunas en la biografía de Bécquer?

-Sí. Todo lo relativo al joven Bécquer en Sevilla. Hay que aclarar un montón de pequeños detalles que son importantes para los filólogos. Por ejemplo, se habla mucho de que Bécquer empezó a escribir poesía en Sevilla y que publicó sus versos en dos revistas: El regalo de Andalucía y La Aurora. Sin embargo, cuando tras un largo proceso conseguí localizar colecciones de ambas publicaciones observé que, en la primera de éstas, no aparece Bécquer, mientras que en la segunda consta sólo como crítico teatral. Se suelen dar por ciertas algunas cuestiones y cotilleos que no se corresponden con la realidad, como el relato de cómo Bécquer conoció a Julia Espín, una historia falsa que probablemente tejió de manera consciente su amigo Julio Nombela.

-¿Y por qué estas falsedades?

-Muchos de los amigos de Bécquer fueron contando historias relacionadas con su biografía que luego han resultado ser invenciones. Cada uno, claro está, intentaba valorar una faceta del amigo que les beneficiaba personalmente.

-Uno de los grandes becquerianos de todos los tiempos fue Rafael Montesinos, cuya biografía sobre el poeta ha sido puesta en cuestión por algunos.

-La biografía de Bécquer de Montesinos es estupenda y hoy sigue siendo muy válida. Además, tuvo ese acierto de acompañarla con fotografías, gracias a lo cual se pudieron ver determinadas imágenes del poeta por primera vez. Montesinos fue uno de los que empezó a abrir un camino muy serio en la consideración de Bécquer.

-Por su participación en la prensa, Bécquer es ya un autor muy moderno. ¿Fue una cuestión meramente alimenticia?

-En el siglo XIX un poeta y un periodista no se diferenciaban en nada. El oficio periodístico formaba parte de una carrera literaria. Bécquer llegaría a ser director de periódicos y a encargarse muy seriamente de determinadas secciones en algunas cabeceras. Es un momento apasionante, porque están naciendo nuevos géneros periodísticos y Bécquer escribe unas piezas especialmente brillantes y fundamentales para su obra, como Cartas literarias a una mujer o Cartas desde mi celda.

-¿Y la literatura romántica sevillana? Se habla y conoce bien la pintura de este periodo en la ciudad, pero no su literatura.

-Los escritores románticos sevillanos están en tertulias, en revistas... pero están muy lastrados por la tradición del clasicismo sevillano. Hay revistas como El cisne, en la que se aprecia un romanticismo revolucionario, con autores como Juan José Bueno, Francisco Rodríguez Zapata, Amador de los Ríos... Sin embargo, inmediatamente se refrenan. Es contradictorio, porque dentro de la propia revista hablan de que hay que introducir una nueva forma de hacer literatura, de estar a la altura de otras ciudades europeas, pero inmediatamente se afirma que tal vez esos excesos no sean propios de la cultura sevillana: "Queremos ser románticos, pero no queremos dejar a nuestros padres. A Herrera, a Rioja..." Buscan un equilibrio, el justo medio.

-También ha investigado la literatura femenina sevillana en esta época...

--Con una compañera, Isabel Román, hemos trabajado sobre la figura de Antonia Díaz de Lamarque, que evolucionó del romanticismo a posturas más refrenadas. Antonia Díaz responde al modelo de escritora de la época: una mujer muy creyente y conservadora que, en el momento en que se casa, abandona su presencia pública literaria en favor de su marido, José de Lamarque. Seguirá escribiendo, pero en casa. Nunca publicó su poema más interesante, El silencio será nuestra poesía, cuando es el que mejor retrata a la mujer escritora sevillana del XIX.

-Muy vinculado a las mujeres y a Antonia Díaz están los llamados Álbumes de Bellas Artes.

-Los álbumes forman parte de la estrecha relación que hay entre arte y sociedad en el siglo XIX. Era común que las mujeres -aunque también algunos hombres y niños- tuvieran en el salón de casa álbumes en los que escribían y dibujaban los invitados. El arte es una forma de relacionarse socialmente, y los álbumes son materiales preciosos llenos de inéditos de poemas o pequeñas narraciones, también de acuarelas, lienzos...

-¿Se conservan muchos?

-Sí. En el Museo Romántico de Madrid y en casas y colecciones privadas. El de Antonia Díaz, que es maravilloso y un compendio de la pintura costumbrista sevillana, lo adquirió la Fundación Lara. Además, suelen tener unas encuadernaciones muy ricas, con incrustaciones, auténticos tesoros.

-Uno de sus campos de investigación me llama mucho la atención: el de las tarjetas postales antiguas.

-Colecciono tarjetas postales antiguas en las que hay literatura, nunca posteriores a 1906. Estas tarjetas postales fueron un canal de difusión más de los textos poéticos. Por ejemplo, hay series que reproducen todo El estudiante de Salamanca. El origen de la tarjeta postal, que nació en torno a 1869, fue para abaratar la correspondencia comercial, pero en 1889 empezaron a surgir tarjetas ilustradas que tuvieron una gran aceptación por parte del público, que no dudó en coleccionarlas, ya que muchas de las ilustraciones eran de artistas célebres. Paralelamente surgieron las que recogían fragmentos de poemas o poemas enteros. El autor que más tarjetas publicó fue Campoamor, lógico si tenemos en cuenta que fue el autor más leído en la segunda mitad del siglo XIX. El modernismo nunca batió a Campoamor en la preferencia del lector popular. De Bécquer también se publicaron muchas postales. Tengo ya miles de estas tarjetas y es un libro que me encantaría escribir.

-Cuando leía la lista de escritores sobre los que usted ha investigado pensaba que muchos de ellos aún permanecen en la memoria colectiva por su presencia en el callejero de Sevilla, pero poco más. Por ejemplo, ¿quién era Cano y Cueto?

-Es el autor de unas leyendas de tema sevillano de gran interés. Tuvieron bastante éxito en su época y estaban muy influenciadas por Edgar Allan Poe, del que fue traductor y del que tomó la atmósfera fantasmagórica y terrorífica. También influenciado por el Duque de Rivas, su obra supuso una renovación en la leyenda romántica sevillana. Cano y Cueto fue un personaje muy interesante, amigo de Luis Montoto, aunque finalmente se interesó por la política y dejó de lado las letras. Fue muy desgraciado y acabó muriendo en un manicomio.

-Cerremos los románticos sevillanos con García Tassara, más conocido como embajador de España en EEUU e Inglaterra que como escritor.

-Tristemente, porque es un buen poeta, aunque grandilocuente y enfático, muy en la línea de los poetas civiles románticos del XIX. En tiempos, yo publiqué una antología de su obra, pero hace falta una edición crítica de su obra, tanto de la poesía como de la prosa. Actualmente, la catalana Maite Jou Turallas está ultimando una tesis en la que se ve lo buen prosista y periodista que fue García Tassara.

-Pasemos a los bohemios, otra de sus líneas de investigación. Son escritores que habían caído en el olvido y que sólo empezaron a ser recuperados hace un par de décadas. Usted se ha interesado por Emilio Carrere.

-Carrere no fue un bohemio real, sino literario. Vivió la moda bohemia, pero era un funcionario que nunca pasó problemas económicos. Con su capa, su pipa y su sombrero de bohemio fue muy admirado por los jóvenes escritores del momento. Fue a él a quien se le encargó la antología del modernismo español, La corte de los poetas. Probablemente fue un proyecto editorial que le encargó Gregorio Pueyo, al que Valle-Inclán eligió de modelo para el Zaratustra de Luces de Bohemia. Esta antología de Carrere es muy interesante para conocer las debilidades del modernismo español, pero también para advertir cómo este movimiento se dirigía hacia el simbolismo.

-Estoy recordando algunos pasajes de 'La novela de un literato' en los que Casinos Assens describe el hambre y la mala vida de los bohemios, algunos de los cuales eran auténticos mendigos.

-No es mera literatura. El fin de siglo español fue durísimo. Se padece una importante crisis socioeconómica y se recogen todos los restos del naufragio de las guerras coloniales. Las calles están llenas de excombatientes tullidos y obligados a mendigar; también de húerfanas y viudas de guerra obligadas a la prostitución. Todo eso está en la base de la literatura bohemia, que es muy crítica con la situación del país. Cuando los bohemios hacen un elogio a la ramera no se debe a una cuestión meramente literaria, sino que retratan algo cotidiano y muy cercano a ellos. Es una manera de hacer ver que están del lado de los desfavorecidos.

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