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javier castroviejo. biólogo

"He estado a punto de morir en alguna expedición, pero eso es parte del oficio"

  • Histórico director de Doñana, ha sido uno de los pioneros de la biología de campo española

  • Apasionado defensor de la naturaleza, ha trabajado en numerosos países de África y América

Javier Castroviejo, en el Hotel Ribera de Triana, durante un momento de la entrevista.

Javier Castroviejo, en el Hotel Ribera de Triana, durante un momento de la entrevista. / fotoS: juan carlos vázquez

Pese a vivir en Andalucía desde los años setenta, Javier Castroviejo (Bueu, Pontevedra, 1940) aún conserva su acento gallego. Hijo del escritor y naturalista José María Castroviejo, el que fuese 14 años director de la Estación Biológica de Doñana ha dedicado su vida al estudio y defensa de la naturaleza lo que le ha valido premios y honores (el Nacional de Medio Ambiente, entre otros), pero también algún desdén: el Ayuntamiento de Almonte lo declaró "persona non grata" (sic) por su lucha para frenar las amenazas provocadas por el voraz desarrollismo, como el plan Almonte-Marismas y la carretera costera Huelva-Cádiz. Hombre de carácter, fue llamado por algunos el "virrey de Doñana" y su gestión no estuvo exenta de algunas polémicas que han dejado sus cicatrices. Javier Castroviejo pertenece a una quinta que fue pionera en la biología de campo española junto a leyendas como Félix Rodríguez de la Fuente, del que fue colaborador en El hombre y la tierra y la enciclopedia Fauna Ibérica. Consultor honorario de la UE, la FAO el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, el entrevistado ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a impulsar la cooperación internacional con Venezuela, Bolivia, Argentina, Guinea, Gabón o Angola, entre muchos otros países.

-Gallego de nación. Algo le quedará de la tierra.

-Las Rías Bajas de mi niñez era uno de los sitios más idílicos que he visto en mi vida, con playas de arena blanquísima y los robles llegando prácticamente hasta la orilla del mar. Allí, mi familia tenía una casa de campo con una biblioteca bien surtida de libros de naturaleza, de la que mi padre era un apasionado.

-Su padre era el escritor gallego José María Castroviejo, ¿no?

-Sí, por su casa pasaba mucha gente, entre ellos su íntimo amigo Álvaro Cunqueiro, con quien escribió Viaje por los montes y chimeneas de Galicia. Era un gran cazador y amaba la naturaleza.

-Usted fue muy amigo de Félix Rodríguez de la Fuente, una auténtica leyenda.

-Mucho. Mi padre me dijo que había conocido a un chico en Madrid que estaba estudiando estomatología, pero que era un entusiasta de la cetrería y con el que había estado en su casa de campo, donde tenía un halcón que se llamaba Tundra que cazaba estupendamente las liebres. Era el año 1956 y empezamos a cartearnos. Estaba muy interesado en que le consiguiese azores o gavilanes de Galicia, porque decía que eran grandes y fuertes. Después colaboramos juntos en varios proyectos, como La fauna ibérica, de Salvat, enciclopedia que tuvo un gran éxito y en la que yo redacté prácticamente todas las entradas de aves. Luego me invitó a rodar con TVE El hombre y la tierra en los Llanos de Venezuela, algo que le agradeceré siempre.

"Los pastizales inmensos de América están desapareciendo a marchas forzadas y de forma silenciosa"

-Parece que le entusiasmó ese viaje.

-Los dos sitios que más me han impresionado en la vida son los llanos, Hato el Frío en concreto, y el Museo Pérgamo, en Berlín.

-Hábleme de Hato el frío.

-Recuerdo la primera vez que llegué en un DC-3 y, nada más poner los pies en tierra, empezar a ver una gran cantidad de rapaces y especies nuevas... los ibis rojos, los venados de cola blanca... Lo que uno veía, olía y sentía era impresionante.

-Rodríguez de la Fuente fue fundamental en la concienciación sobre la conservación de la naturaleza.

-Su labor no sólo cambió la mentalidad de los españoles, sino que se plasmó en realidades: en especies protegidas, en legislación... Además hay algo que apenas se le reconoce: su contribución a dignificar la profesión del biólogo de campo. El gran homenaje a Rodríguez de la Fuente debería ser académico.

-Hay una cierta leyenda negra sobre él.

-Cualquiera que brilla en España por mérito propio despierta en los mediocres unos celos y unas envidias tremendas.

-Usted ha trabajado mucho en la Península Ibérica, pero también en América, África... ¿Qué ecosistemas le han llamado más la atención?

-Varios... me impresiona la Selva pluvial de llanura, también conocida como tropical. Pero, sobre todo, lo que más me llama la atención son las inmensas sabanas. Se ven muchas cosas, porque no son cerradas como los bosques o las selvas, y son muy productivas. Piense en la productividad de las grandes sabanas como el Serengueti, la Pampa, los Llanos de Venezuela o Bolivia, El Chaco húmedo... Estos pastizales inmensos, sabanas inundables, que suman en América dos millones de metros cuadrados, están desapareciendo a marchas forzadas y de forma silenciosa.

"No tenemos derecho a exterminar al lobo. Es un disparate contra la cultura y la biodiversidad"

-Según tengo entendido, usted ha estado a punto de morir en alguna de sus expediciones.

-Más de una vez, pero eso es parte el oficio y no tiene mayor importancia. Recuerdo una vez en el Chaco, en el sur de Bolivia, camino de una estancia que tenía allí un amigo. Tras aterrizar en la pista teníamos que ir dos horas caminando hasta la casa, pero nos perdimos. El calor era tremendo y estábamos deshidratados. Mi amigo no podía ya moverse y yo empezaba a tener alucinaciones. Se me ocurrió hacer fuego para ver si alguien nos veía y recuerdo el esfuerzo mental que tuve que hacer para hacerlo de forma adecuada, de manera que no terminásemos abrasados. Lo conseguí y pasó una avioneta, pero no nos vio -como los náufragos-. Al final, los hombres de la estancia vieron el fuego y vinieron a por nosotros a caballo. Mi amigo no se podía montar. Esta gente, que sabía lo que hacía, no nos dio agua, sino naranjas. Por la noche me bebí cinco botellas de litro seguidas. Y aquí estoy.

-Impresionante. Otra, por favor.

-En una avioneta, cuando íbamos a un homenaje a los biólogos asesinados por el narco en la reserva de Huanchaca, Bolivia, donde Conan Doyle sitúa El mundo perdido. De repente se pararon los motores. Era impresionante el silencio que se hizo y el sonido del aire silbando. El piloto intentaba volver a arrancar el motor, pero no lo conseguía. Se me ocurrió decirle: "Oiga, ¿la avioneta no tiene un depósito de combustible de repuesto?". El piloto dijo: "¡Ah, carajo!" Y consiguió arrancar.

-Estuvo investigando en el Sahara español. Son muchos y buenos los recuerdos que los que allí estuvieron tienen de este territorio.

-El Sahara no se entiende sin sus habitantes, los saharauis, gente auténtica del desierto que todavía era nómada, excepto en los pequeños núcleos de El Aaiún, Villa Cisneros y Esmara. En el Sahara quedaban los restos de una antigua sabana que comunicaba el África sahélica con la mediterránea, por lo que hervía de animales: varios tipos de gacelas, hienas, chacales y, fíjese qué interesante, bastantes guepardos, lo que significaba que había presas con las que alimentarse. En la última expedición que hice allí, con José Manuel Rubio y José Antonio Valverde, en 1972, cerca de Villa Cisneros vimos un ejemplar maravilloso.

Javier Castroviejo Javier Castroviejo

Javier Castroviejo

-Sería de los pocos civiles en ese territorio.

-A mí me tocó hacer la mili de alférez en Las Palmas en dos periodos y, al terminar, me iba en un Junker al Sahara y me empotraba en cualquier patrulla. Era una maravilla, porque tenía transporte, comida y guía gratis. Hay un libro precioso de Valverde que se titula Aves del Sahara español, publicado en 1955.

-También ha estudiado mucha fauna ibérica, como el urogallo, el lobo... Ahora hay cierta polémica por los intentos de reintroducción del lobo.

-El lobo es una especie única, extraordinaria, con un mundo social fascinante y con la que nadie ha podido acabar desde Portugal hasta Kamchatka. ¿Por qué? Porque es un prodigio de adaptación. Ha sido y sigue siendo el enemigo del ganadero, quien siempre lo ha intentado exterminar. Pero el lobo se ha ido adaptando a las argucias del hombre. Esta coevolución ha generado una especie astuta y sumamente inteligente. No tenemos derecho a exterminarlo. Es un disparate contra la cultura y la biodiversidad. Aparte está el papel que juega en los ecosistemas. Las campañas contra el lobo están motivadas por la codicia y la barbarie. Los pastores de hoy, que tanto odian a los lobos, no van al campo a cuidar el rebaño, quieren estar todo el día en el bar y sólo acuden una vez a la semana a la montaña a ver el ganado. Las cabezas de lobos colgando de las señales de tráfico o los ejemplares abiertos en canal en los puentes es un espectáculo bochornoso.

"Muchas cosas de Doñana han desaparecido, porque no se cumplen las leyes de forma escandalosa"

-En Andalucía apenas quedan lobos.

-Cuando yo vine a Andalucía, en los setenta, eran abundantes en Sierra Morena. Valverde tenía algunos cachorros de lobos andaluces en el chalé de Heliópolis que, a veces, se escapaban y era muy divertido. Pero las vallas cinegéticas y el veneno han hecho que el lobo desaparezca de Andalucía. Es algo tristísimo.

-¿No es posible su recuperación?

-En Yellowstone, en EEUU, donde había desaparecido, han conseguido reintroducirlo. Se dieron cuenta de que, al extinguirse el lobo, había subido alarmantemente la población de ciervo blanco americano, los wapitís, que tenían el paisaje sobrepastoreado, acabando con la vegetación de ribera, por lo que los ríos eran divagantes. Cuando se reintrodujo el lobo bajó la población de wapitís, se recuperó la vegetación de ribera, se fijaron los ríos y dejó de haber erosión. El papel del lobo es fundamental en los ecosistemas donde existe.

-Hablemos de Doñana. Usted llegó en 1972. ¿Cómo era entonces?

-No la alcanzo a describir. Era paradisíaca, con unas marismas apenas tocadas, con una abundancia de especies e individuos colosal... En la época de calor, en la casa que yo vivía, había que barrer las culebras de agua, o por las mañanas recoger con cubos los insectos que se estrellaban contra los mosquiteros de las ventanas. Cuando empezaba a llover y se iniciaba el celo de los anfibios daba pena ver la carretera llena de miles de tritones, sapos y ranas aplastadas... Por no hablar de las especies más emblemáticas, como el águila imperial, la focha cornuda... Aparte está algo de lo que apenas se habla, que es el patrimonio cultural, tanto el tangible como el intangible: las chozas, los huertos... los guardas y sus familias, con una cultura y unos saberes extraordinarios; esos botes de fondo plano que se ataban a la cola del caballo... Todo eso ha desaparecido básicamente, porque no se cumplen las leyes de una forma escandalosa.

"Doñana es hoy un parque temático en el que se le lleva la comida a los linces y las águilas"

-Usted fue durante 14 años director de la Estación Biológica de Doñana.

-De cómo yo entré, después de la campaña que hubo contra Valverde, daría para otra entrevista. En esos momentos, en 1974, había muchas amenazas: el proyecto de la carretera Huelva-Cádiz, el plan Almonte-Marismas y la destrucción de 43.000 hectáreas, la expansión de los arrozales... La Estación, por su parte, constaba de apenas unos guardias, una secretaria, un administrativo, un investigador y yo metidos en un chalé y medio de Heliópolis. Además contábamos con la incomprensión -por llamarlo de alguna manera- del Consejo Superior y la hostilidad declarada del Ministerio de Agricultura.

-Fueron años duros en los que se llegó a temer por el parque.

-Cuando Valverde dimitió con una carta memorable a Franco, acababa de llegar como ministro Martínez Esteruelas, quien tenía como secretario general técnico a Juan Velarde, el economista. Los dos resultaron ser personas muy sensibles que ayudaron a salvar Doñana. Cuando la situación del parque era muy grave, Martínez Esteruelas llegó en tren a Huelva para inspeccionar el problema sobre el terreno. En la estación le esperaba la crème de la crème para convencer al ministro de la construcción de la carretera. Nosotros, los de la Estación, también fuimos en el dos caballos de un becario, Juan Calderón, porque no teníamos coche. El ministro se montó con nosotros en el dos caballos y dejó allí a todo el mundo plantado y así llegamos a Doñana. Eso fue un punto de inflexión colosal. Martínez Esteruelas hizo dimitir a todo el Consejo Superior, menos al secretario.

-Un ministro de Franco salvando Doñana.

-A Doñana la han ayudado políticos y personas sensibles de todas las orientaciones políticas. También la ayudó enormemente Alfonso Guerra. Con él como presidente del Patronato de Doñana hubo una época de oro, nadie se atrevía a hacer disparates. Después empezaron a tener mucho protagonismo los partidos políticos y Doñana pasó a la Junta de Andalucía. Hoy manda un partido concreto. Está siendo un desastre.

-¿No es usted partidario?

-Eso fue una calamidad. Un sitio como Doñana debe de estar gestionada desde lo más lejos posible. Si es en Berlín, mejor. Es importante que al delegado que mande Berlín le importe un pimiento una manifestación de tractores en Sevilla.

-El Ayuntamiento de Almonte le nombró persona non grata.

-Sí, tuve ese honor. Por lo visto éramos los responsables del paro en la provincia de Huelva.

-Doñana sigue amenazada. Según usted, ha llegado a un punto de no retorno.

-Todo se debe al incumplimiento sistemático de las leyes. La destrucción ha sido enorme y los responsables de Doñana no pueden reconocer que hay un problema. Hoy es un parque temático en el que a los linces y a las águilas imperiales se les lleva la comida.

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