Robert Goodwin. Hispanista

"Para un sevillano del XIX era más fácil viajar a Londres que a Madrid"

  • Este londinense con acento andaluz, que pasa largas temporadas en Sevilla, ha publicado uno de los ensayos divulgativos sobre el Siglo de Oro más brillantes de los últimos tiempos.

El animal hispanófilo. Sus amigos especulan con que es un espía del MI6, la agencia de Inteligencia exterior de Su Majestad; una especie de James Bond sin licencia para matar que habla más andaluz que castellano y conoce a la perfección el Siglo de Oro español y americano, si es que hay alguna diferencia. Robert Goodwin (Londres, 1969), conocido como Bob por su amplísima paleta de amistades sevillanas, es un hispanista británico, digno miembro de ese club de viajeros y estudiosos que desde el siglo XIX recorren la geografía española escribiendo con desigual suerte sobre el pasado y las costumbres de los españolees.

Como diría un castizo, a Goodwin "no le falta un perejil": apasionado de los toros, bebedor incansable de los caldos de Jerez y Sanlúcar, feriante severo, amigo de la retranca angloandaluza, gourmet del cerdo ibérico... lo único que no termina de captar su entusiasmo, como le pasa a tantos cismáticos, es la Semana Santa. Educado en el King's College de Londres bajo la batuta del hispanista sir Barry Ife, Goodwin, tras haber pasado largas temporadas en Sevilla, vive ahora entre Londres y nuestra ciudad, a la que vuelve continuamente para aplacar al animal hispanófilo que vive en su interior.

Es autor de un libro sobre el esclavo negro de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (aún no traducido al castellano) y España, centro del mundo (1519-1682), un gran mural sobre el Siglo de Oro editado por La Esfera.

-El hijo de un experto en arquitectura otomana que se hace especialista en el Siglo de Oro español, ¿quiso matar al padre?

-Seguramente, pero no soy consciente. Vine por primera vez a España con 18 años, en uno de esos años sabáticos que nos cogemos los ingleses para viajar entre el colegio y la universidad. Llegué aquí porque los padres de algunos amigos tenían casas de veraneo, lo cual me abarataba el viaje. Me impresionó la vida en la calle y la cantidad de ginebra que te ponían en los gin-tonics. Decidí aprender español y recorrí todo el país viendo corridas de toros. Primero vino la curiosidad y después el cariño.

-Hizo la carrera en el muy prestigioso King's College de Londres.

-Sí, tuve la suerte de estudiar bajo la tutela de un gran hispanista: sir Barry Ife, recientemente ennoblecido por la Reina y quien ha terminado siendo un amigo. Ife es el titular de la Cátedra Cervantes, una de las más importantes del hispanismo inglés. Al terminar la carrera me busqué una beca para trabajar sobre el Siglo de Oro e inevitablemente acabé viviendo en Sevilla.

-¿Por qué esa fascinación de muchos ingleses por España? ¿Es, simplemente, un resabio romántico o hay algo más?

-Es una fascinación muy arraigada en la larga relación histórica que ha existido entre los dos países, que no siempre ha sido tan mala como algunos creen. Por ejemplo, si usted lee la correspondencia entre los generales Bernardo de Gálvez y John Campbell durante la batalla de Pensacola (EEUU), en 1781, verá que se llevaban muy bien y que tenían muchas cosas en común pese a ser enemigos. Las relaciones hispano-británicas aumentaron considerablemente durante la Guerra de Independencia, a la que nosotros llamamos Peninsular War, durante la cual vinieron a España miles de británicos.

-Por parte española, y especialmente andaluza, siempre ha existido una cierta anglofilia, pese a cuestiones como Gibraltar.

-Sí, la noto perfectamente. Incluso en la manera de vestir. La anglofilia de muchos españoles fue motivada en gran medida por las relaciones comerciales en torno al vino de Jerez o a la compra de naranjas… Antiguamente, las relaciones de los países dependían mucho del mar. Hasta la segunda mitad del siglo XIX, con la llegada del ferrocarril, para un sevillano era más fácil viajar a Londres que a Madrid.

-España le debe mucho a los hispanistas británicos. Gente como Elliott o Carr nos han enseñado a mirar nuestra propia historia de una manera más amable, menos violenta y acomplejada.

-Observar la historia de un país extranjero tiene muchas desventajas, pero, sin embargo, te permite obviar muchos prejuicios. Esto se ve muy claro en los estudios sobre la II República, la Guerra Civil y la Dictadura…

-Ya sabe el debate que se está produciendo aquí sobre lo que algunos llaman "memoria histórica".

-Una cosa es la memoria y otra muy distinta la historia. La primera tiene más influencia en el nivel sociocultural y la segunda en el universitario. Curar una guerra civil no es fácil. En EEUU todavía no lo han conseguido. Incluso, si me apura, en Inglaterra aún se notan algunas influencias de la guerra civil de Cromwell.

-Su tesis doctoral fue sobre la representación de la comida y los alimentos en el arte y la literatura del Siglo de Oro. Sin embargo, su primer libro, Crossing the Continent 1527-1540: the Story of the First African-American Explorer of the American South, que aún no se ha traducido al español, versó sobre un personaje totalmente marginal, Esteban, el esclavo negro de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el autor de Los Naufragios.

-Conocí Los Naufragios gracias a un amigo periodista de la BBC, Jim Read, que había trabajado en el Perú bastante tiempo. Cuando empecé a estudiar el texto me di cuenta de que el personaje más interesante era el esclavo africano, Esteban. Aparece y desaparece, pero siempre está ahí de una manera subyacente, como un espíritu o un ánima. Lo curioso es que la historia de Álvar Núñez Cabeza de Vaca es muy conocida en el sur de EEUU, sobre todo en Texas, donde aparece en los textos de los escolares, pero nadie hablaba del negro.

-En general, la historia de Alvar Núñez, es apasionante, una gran aventura inimaginable hoy en día.

-Era una especie de gitano noble, después de lo narrado en Los Naufragios fue al Río de la Plata, donde tuvo todo tipo de problemas y lo devolvieron encadenado a España. Fue el primer europeo en llegar a las cataratas del Iguazú y que exploró el curso del río Paraguay.

-Pues aquí no es muy conocido. Dese un paseo por esta Plaza de la Alfalfa y pregunte por él…

-Probablemente me contestarían que es una calle del Tardón, donde está Mariscos Emilio [risas].

-¿Los ingleses desconocen tanto su historia como los españoles?

-Lo que más se conoce en Inglaterra son las dos guerras mundiales del siglo XX, pero una gran parte de la población no distingue entre la primera y la segunda. La gente mezcla la batalla de Verdún con el Blitz (los bombardeos de Londres en la IIGM) en una especie de gazpacho que no tiene nada que ver con la historia.

-Ahora, recientemente, ha publicado, esta vez sí en español, su obra España. El centro del mundo (1519-1682) (La Esfera). Es uno de los mejores libros de alta divulgación que se han escrito sobre el tema.

-Es un libro basado más en mis experiencias en España que en mi vida académica; un intento de hacer historia narrativa, un género más arraigado en el mundo anglosajón que aquí. Está pensado para profesionales y aficionados a la historia, pero también para todo tipo de profesionales que, por los motivos que sean, quieren informarse bien sobre el Siglo de Oro.

-El enfoque, amablemente hispanófilo, debe sorprender en el mundo anglosajón, cuya opinión sobre el tema está muy mediatizada por la leyenda negra.

-En el mundo anglosajón, y especialmente en EEUU, no son conscientes de la importancia que tuvo España en aquella época, pese a que es importante para su propia historia, sobre todo para los estados del sur como Texas, Nuevo México o Colorado. Yo he intentado que se conozca mejor esta historia haciendo todo lo contrario que un manual universitario, evitando las listas de personajes y fechas, siguiendo una técnica pictórica con la que lograr un gran fresco sobre el asunto.

-¿Y qué es lo que hizo a España el centro del mundo?

-El descubrimiento de América y la llegada en grandes cantidades de oro y, sobre todo, de la plata mexicana y peruana.

-Algo irrepetible.

-Evidentemente, sería muy difícil de repetir. Además, hoy en día nadie toleraría la política de los Habsburgo para mantener sus territorios familiares en Flandes.

-¿Los Habsburgo gobernaron España como un cortijo?

-Eso cambió en el XVII. Felipe II ya se sintió un monarca español, aunque también hizo todo lo posible por mantener los territorios de los Habsburgo. Todo cambió ya con Felipe III y Felipe IV, dos monarcas que no eran muy aficionados a gobernar y dejaron el poder en manos de sus validos, que eran españoles y cuyos intereses estaban en España.

-¿Qué personaje le llamó más la atención a la hora de escribir el libro?

-Garcilaso de la Vega y el Inca Garcilaso. Con estos dos personajes se comprende bien lo que fue el siglo XVI español. Sin embargo, el siglo XVII es más complicado. Yo nombraría un sevillano ficticio, Guzmán de Alfarache. Lo más interesante de este libro es que trata de una persona que reconoce su pasado en lo bueno y lo malo.

-El Siglo de Oro lo finiquitó un sevillano, el Conde Duque de Olivares, un hombre al que todo le salió mal. John Elliott escribió la que, por ahora, es su biografía más importante.

-Precisamente, poco antes de publicar el libro, comí con Elliott para explicarle lo que yo pensaba de Olivares y a él, aunque fuese por cortesía, le pareció bien. En la historiografía no entendemos del todo las enfermedades de aquella época y sus consecuencias… Un hombre tan grande y obeso como Olivares debía tener evidentes problemas de salud física que repercutían en su salud mental. El no tener descendencia, ¡él que era el cerebro del Rey!, también tuvo que actuar sobre el Conde Duque de una manera negativa. Él quería crear una gran dinastía aristocrática, pero la naturaleza no lo permitió. Llegó a perder un poco la perspectiva y se sentía medio Habsburgo, el ánima política del Rey y, al final, no sabía muy bien cuál era su papel. Volviendo a su primera pregunta, Felipe IV terminó madurando y mató -metafóricamente hablando- a Olivares, algo que traumatizó al monarca para el resto de su vida.

-Hablemos de tauromaquia, ¿de dónde le viene la afición?

-Ya mi tío, que se había criado junto a mi abuelo en Lisboa, era aficionado a los toros. Cuando yo era un niño, durante unas vacaciones en el sur de Francia, mi madre insistió en que fuésemos a una corrida. Para mí, por tanto, la tauromaquia no era algo del todo extraño. Al venir por primera vez a Sevilla, fui por casualidad a la alternativa del Cordobés chico. Aquella corrida era muy fácil de entender, con aquel chaval tan joven pegando saltos, con los incondicionales del matador y sus detractores discutiendo… Me fascinó. También toreaban Curro Romero y Espartaco.

-¿Cuál es su torero?

-Yo soy más torista y la ganadería que más me ha gustado es la de Victorino Martín… sus corridas en los años 90 en Sevilla fueron espectaculares. Recuerdo una faena impresionante de El Tato… Ahora ya voy a muchas menos corridas que cuando era estudiante, pero la afición nunca se pierde.

-¿Y qué opina de lo que está pasando en España con los toros?

-Siempre ha habido un movimiento antitaurino. Tenga en cuenta que, en los años 70, un 70% de las corridas de toros se celebraban en las costas. Los toros se alimentaban del público guiri. Luego, con el boom económico, los toros se convirtieron de nuevo en una moda…

-¿Hay conexiones entre la crisis económica y la crisis de los toros?

-Sí, porque los toros dependen mucho de los ciclos económicos. Lo primero que hace la gente en una crisis económica es deshacerse de lo que no es imprescindible. Cuando vuelva la bonanza económica la tauromaquia resurgirá, aunque quizás con otras características.

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