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LA ENTREVISTA. ISABEL SERRANO FUSTER

"Los anticonceptivos hormonales deberían ser financiados por la Seguridad Social y los preservativos distribuidos gratis"

  • Isabel Serrano Fuster es ginecóloga, preside la Federación de Planificación Familiar Estatal (FPFE) y es miembro del Equipo Daphne. Ha ocupado durante más de 15 años distintos puestos directivos en los centros de planificación familiar y ha formado parte del Comité Ejecutivo Europeo de Federación Internacional de Planificación Familiar. Es autora del libro 'Sexo con sentido', un libro de sensibilización sobre sexualidad adolescente.

-¿Cómo vivió profesional y personalmente la 'revolución' que supuso la píldora anticonceptiva a finales de los años 70?

Para la sociedad de la época, después de tantos años de represión sexual y anticonceptiva, la píldora, y lo que ella representaba, fue un gran estímulo. Yo terminé la licenciatura de Medicina, precisamente, en 1978, así que se puede decir que profesionalmente he crecido con ella. Las mujeres que las pedían y nosotras, las sanitarias, teníamos ideas parecidas porque todas estábamos en la edad de necesitarla.

Por eso, había una gran complicidad entre nosotras. Complicidad que se extendía también a algunos ginecólogos –varones-  bastantes conocidos como Bedoya, Dexeus, Sopeña, Cerrolaza, Martinez Salmeán…, que en gran parte nos abrieron el camino. También habría que reconocer el papel de la industria farmacéutica. De hecho, la compañía que lanzó el primer anticonceptivo en nuestro país contribuyó  a ese ambiente de solidaridad favoreciendo el acceso a los tratamientos y colaborando en su difusión.

En muchas ciudades, sobre todo las más grandes, grupos de feministas, de ginecólogos progresistas y de médicas, algunas ya ginecólogas y otras en formación, pusieron en marcha el engranaje que luego se convirtió en una extensa red de centros de planificación familiar, con importante reconocimiento social y sanitario.

Personalmente, me incorporé al proceso un poco después de que el famoso centro de Federico Rubio, pionero en Madrid, ya estuviera funcionando. Yo trabajé en otro, también vinculado a la izquierda, situado en la calle Lope de Rueda. De todo esa época, en la que se juntaban mi interés por aprender y mis ideas revolucionarias, me quedan muy bonitos recuerdos. 

-¿Qué papel jugaron los centros de planificación familiar en toda esta 'revolución' sexual?

La filosofía de esos centros suponía una forma diferente de entender la atención sanitaria. Eran tiempos en que se hablaba de la atención primaria, de la importancia de la prevención, del protagonismo de los y las pacientes, de la relación entre lo biológico, lo psicológico y lo social, del equipo interdisciplinar… y esos centros eran el más claro ejemplo de todo eso.

Se daba una atención individual, cercana, directa y basada en el respeto a las decisiones de las mujeres, junto con charlas que ponían en comunicación a unas mujeres con otras y a éstas con los y las profesionales sanitarios. Había una figura, que ahora lamentablemente ya no existe, las “monitoras de planificación familiar” que, sin una formación especializada, jugaban un importante papel en la difusión de los conocimientos y en la promoción de una sexualidad libre de riesgos. 

Fue una etapa en la que los centros de planificación familiar tenían un reconocimiento social, porque las mujeres se sentían escuchadas, comprendidas y muy bien tratadas. Luego se pretendió que toda esa forma de trabajar pasara a los equipos de salud más convencionales y aunque, en algunas zonas se consiguió, en la mayoría de nuestras Comunidades ha terminado por desaparecer… no solo la filosofía, sino también los centros. 

-¿El cambio fue inmediato o hubo que esperar algunos años?

Las cosas siempre pasan paulatinamente. En los años inmediatos a 1978 se mantuvieron aquellos centros creados por colectivos de mujeres y por profesionales progresistas. Bastantes Ayuntamientos copiaron el modelo y tomaron en sus manos estas atenciones creando servicios de planificación familiar que funcionaban estupendamente. Cataluña, Madrid, Andalucía, País Vasco, Galicia, Comunidad Valenciana… fueron pioneros.

Luego al principio de los 80, el Ministerio de Sanidad se interesó en esos servicios o poner un poco de orden para que no hubiera demasiadas diferencias de atención según el lugar donde se viviera.  Poco a poco todo fue cambiando, en unas cosas a mejor y en otras a peor.

Ya en los 90, algunos responsables sanitarios consideraron que ya no hacían falta los centros de planificación familiar porque los médicos de familia podían atender la demanda en anticoncepción del mismo modo que se atendía cualquier otra cosa, olvidándose que la planificación familiar es mucho más y requiere un tiempo, una formación y  una sensibilidad especiales.

Mientras que, por ejemplo, en Andalucía esa propuesta funcionó y atención primaria  asumió estas atenciones, en la mayoría de las Comunidades el proceso ha sido más lento, e incluso, desolador. Mayoritariamente, los centros han dejado de funcionar sin recambio aceptable y solo en contadas regiones se optó por integrarlos en la red  general o por transformarlos en otros centros específicos para la atención a la salud sexual y reproductiva. Considero que se ha perdido mucho en el camino.  

-En los inicios de los centros de planificación familiar, ¿se incidía más en lo curativo o en lo preventivo?

El sentido de la anticoncepción es promover una sexualidad placentera, libre de riesgos, y prevenir algo que afecta seriamente a la salud: enfrentarse a un embarazo a destiempo, que no se desea o que puede producir enfermedad y sufrimiento. Por eso la planificación familiar es una práctica eminentemente preventiva y de promoción de salud. Intervenir con personas, fundamentalmente sanas, para que se hagan más conscientes de que ellas mismas son las que mejor pueden cuidar de su salud ha abierto el campo para otras atenciones preventivas.

Por eso insisto en que una de las cosas que más echamos de menos es la labor colectiva que se hacía en las charlas, talleres, seminarios con las mujeres… Siempre se ha dicho que el trabajo en grupo, entre iguales, y las palabras que aportan conocimiento y dan poder para tomar decisiones sobre la propia salud tienen unos efectos preventivos enormes… y encima a bajísimo coste económico.

-¿Qué perfil tenían las mujeres que acudían a ellos?

En los primeros años después de su despenalización, las mujeres que se acercaban a los métodos anticonceptivos eran las más avanzadas, las que querían separar su disfrute sexual del miedo, las que querían incorporarse a la vida social y laboral sin cargarse de hijos…

Por eso inmediatamente se convirtió en un tema que interesaba a casi todas las mujeres… y también a sus parejas. Daba igual la extracción social porque tanto las trabajadoras, como las amas de casa, como las mujeres pudientes estaban deseosas de tener un número de hijos adecuado a sus necesidades y a sus ingresos… uno, dos, o como máximo, tres. La verdad es que las ideas religiosas al respecto tampoco nunca han tenido gran peso…

-Si en un principio el reto era informar a la población y facilitarle el acceso a los métodos anticonceptivos, ¿cuáles son ahora los retos?

Ahora información no falta. Todo el mundo conoce los diferentes métodos anticonceptivos y aunque la píldora mantiene cierto valor mítico, han ido apareciendo nuevos métodos, otros se han ido modernizando y otros han cambiado en composición y presentación.

En mi opinión, los retos actuales son reconocer el uso de métodos anticonceptivos como un derecho de las personas y ese es uno de los grandes objetivos de la organización que presido. Así ya no tiene sentido  que según la zona donde se viva se tenga mejor o peor acceso a ellos. Hacen falta centros de atención a la salud sexual y reproductiva en todas las Comunidades en íntima relación con los centros de salud. Hay que tomar medidas para que la gente joven reciba una información de calidad y tenga acceso a los anticonceptivos que necesiten, a ser posible en centros específicos de atención a la anticoncepción y sexualidad juvenil y hace falta, también, considerar  los métodos anticonceptivos como cualquier otra medicación básica. Los anticonceptivos hormonales deberían ser financiados por la Seguridad Social en la misma forma que otros tratamientos fundamentales para la salud y los preservativos deberían ser distribuidos, gratuitamente o a bajo precio, especialmente entre la gente joven.

¡Ah! Y todo ello sin olvidar la íntima relación entre sexualidad y anticoncepción. El uso racional y correcto de los métodos anticonceptivos debe acompañarse siempre de una adecuada educación sexual.       

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