betis-Barcelona

Setién olvida que son 90 minutos (0-5)

  • El maravilloso planteamiento del técnico cántabro se hundió cuando los suyos se quedaron sin aire en la última media hora

  • El Betis partió con valentía para acabar absolutamente a merced del líder Barcelona

Adán, de rodillas, y detrás Messi y Luis Suárez, festejando uno de los goles.

Adán, de rodillas, y detrás Messi y Luis Suárez, festejando uno de los goles. / Antonio Pizarro

La osadía de Quique Setién se quedó en una interesante apertura, si se utiliza el símil ajedrecístico que tanto le gusta al entrenador cántabro del Betis, pero a los suyos les faltó el aire para mantener la partida abierta hasta el final. A la hora de juego, los verdiblancos se hundieron físicamente, dejaron de llegar a la presión con la intensidad necesaria para hostigar al Barcelona y a partir de ese momento fueron un muñeco de trapo en manos del líder de la Liga española. Porque desde ese instante en el que Rakitic aprovechó la desubicación al completo de un Betis que había ido arriba como si todavía tuviera las fuerzas intactas, la impotencia de los locales fue total y absoluta.

Es el problema del reglamento futbolístico para los equipos que intentan proezas físicas para las que no están capacitados, que la duración de un partido está estipulada en no menos de 90 minutos y eso penaliza a una escuadra que no sepa medir el esfuerzo frente a otra que, desgraciadamente en este caso, tenga una capacidad de aguante muy superior. Y los Messi, Luis Suárez, Rakitic, Busquets, Piqué y compañía pertenecen a esa especie de privilegiados que no sólo saben patear el balón con maestría, también tienen una capacidad para el esfuerzo muy superior a la que pueden esgrimir sus adversarios. La consecuencia fue esa media hora final en la que el Barcelona avasalló al Betis.

Porque si esta crónica se hubiera ido confeccionando parcialmente habría que aplaudir el planteamiento de Quique Setién en el arranque. El entrenador bético varió su concepción táctica para partir con tres defensas clarísimos por el centro, colocar una línea de cuatro por delante con los laterales incrustados en ella, dos más en apoyos algo más avanzados y Sergio León peleando cada balón que se acercara al área del Barcelona. Particularmente interesante fueron los marcajes cuando la pelota le llegaba a Ter Stegen, la principal vía para que mane el fútbol de los azulgrana. Entonces el marcaje se convertía en individual, Francis se ocupaba de Jordi Alba, Durmisi iba siempre con Nelson Semedo y el resto de las piezas béticas tenía el encargo de apretar al que estuviera más cerca en ese momento. Guardado, por ejemplo, estuvo muchas veces encima de Messi, pero no en todas, pues dependía del sitio en el que hubiera acabado la acción anterior. Joaquín iba con Busquets y así sucesivamente para impedir la salida del balón a partir de Ter Stegen. El único al que flotaban los béticos era a Andre Gomes, al que seguramente y con razón consideraban como el menos dotado técnicamente del Barcelona.

Por ahí trató de salir el guardameta alemán la mayor de las veces para gozo de un Betis que se movía de una manera sincronizada para recuperar el balón con prontitud. Era una hermosa batalla táctica, sin duda, un baile de peones en un tablero de ajedrez en movimiento continuo. La mayor parte de las veces todo se dilucidaba en apenas 30 metros, como si de un ejercicio habitual de los entrenamientos se tratara, ésos a campo reducido que disponen los entrenadores en muchísimas ocasiones. Y la realidad es que ese esbozo futbolístico le salió perfectamente a Setién mientras su segundo, Eder Sarabia, brincaba en la banda para pedirle esfuerzos continuos a sus jugadores en pos de la recuperación y también, después, para tratar de sorprender.

Eso último, sin embargo, ya fue más complicado, porque el Betis sí conseguía la recuperación, pero el balón tampoco le duraba en exceso en los pies de los suyos. Es verdad que el Barcelona parecía preguntarse por la manera de atacar a esa defensa de tres, con muchos de sus futbolistas cuestionando a Valverde desde el campo sobre el camino a seguir, pero el Betis se quedó en la parte de la protección y tampoco pudo hacer mucho más a la hora de inquietar al coloso. Apenas un remate de Joaquín a centro de Durmisi y un tiro raso de Fabián era todo el balance ofensivo cuando se arribaba al intermedio con tablas.

En el ajedrez, tal vez los dos litigantes hubieran pactado ese resultado a la vista de que ninguno de los dos conseguía una ventaja clara tras la apertura, pero esto es fútbol y los esfuerzos físicos se pagan. La intensidad del Betis fue menguando tras ese descanso y tal vez Valverde ya tuvo tiempo para explicarle a los suyos que todo pasaba por tener la paciencia necesaria para esperar a que los locales se desfondaran por el esfuerzo realizado. Así fue, el cuadro de Setién comenzó a llegar mucho más tarde a la presión y eso lo agradecieron los azulgrana.

Hasta que el Barcelona volvió a invitar al Betis a presionar, Francis fue con Jordi Alba, Durmisi persiguió a Nelson Semedo hasta muy arriba, pero el agujero estaba en el medio, Javi García no llegó al sitio en el que Luis Suárez fue a recibir y éste conectó con Rakitic, no con Andre Gomes, en la subida del suizo por la banda izquierda. El planteamiento de Setién había quedado destrozado por un peón barcelonista que arrancaba en las cercanías de su propio campo y, claro, el físico de los suyos no les permitió seguirlo.

El ex sevillista definió a la perfección sobre la hora de juego y desde entonces ya nada fue lo mismo para el Betis. Se pasó de una apertura hermosa a un verdadero calvario en el tercer tercio del litigio. El Barcelona se aprovechó de que el gas se había acabado en los pulmones de Joaquín y Guardado y buscó continuamente ese agujero para progresar una y otra vez para hacer sangre. Pareció incluso como si Messi, Luis Suárez y compañía se quisieran vengar del padecimiento al que los habían obligado durante el primer periodo.

La consecuencia fue un Betis desbordado, incapaz de oponer la mínima resistencia al juego de Messi, y, lógicamente, goleado ante los suyos. Ya lo había advertido Setién en la rueda de prensa previa al encuentro, que eso podía suceder, pero no por ello es menos doloroso el zarandeo al que sometió el Barcelona a un Betis que se había olvidado de medir el verdadero nivel físico de los suyos. Los partidos duran más de 90 minutos y Setién, en sus loables ideales futbolísticos, tal vez se olvidó de ello.

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