betis - espanyol | el otro partido

El sueño de una noche dublinesa

  • El Betis se impuso en una noche de lluvia, viento y goles

  • De San Patricio al 'Bloomsday', el equipo espera ser europeo en tres meses

La noche no estaba para nada. Cuando marzo noviembrea, Sevilla parece Dublín. Vientos racheados y lluvia en aluvión, bolsas de plástico por el césped, por no hablar de los restos de chorizo y jamón cocido, y paraguas a manojos que Adán atajaba gustoso a falta de disparos del Espanyol. En el día de San Patricio, el beticismo brindó la victoria al patrón de Irlanda. Vivan los dioses de la lluvia. Los sevillanos actuaron de dublineses en uno de los partidos más plácidos de la temporada en Heliópolis, pese al recio temporal. Si se dice que los pájaros vuelan bajo cuando adivinan la borrasca, anoche volaron hacia atrás, más inquietos por saber de dónde venían que adónde irán.

El Betis sabe de dónde viene y por fin existe un acuerdo en saber adónde va. Con el destino de Europa entre ceja y ceja, Quique Setién optó una vez más por un equipo verdiblanco que defendía con el balón en los pies. La ciencia de la paciencia. La apuesta sin riesgo frente a la del Espanyol, igual de paciente pero con la defensa en el sentido contrario, sin el balón. Sólo el viento reinante en el terreno favoreció la sorpresa, pues todo era muy predecible.

La lluvia también hacía lo suyo, fundiendo fusibles y generando cortocircuitos. El Benito Villamarín quedó completamente a oscuras, para escasa fortuna de un Loren que controló de cara en el arco del área. Fue sólo un aviso del peligro de los elementos meteorológicos: Júnior remató un centro de Boudebouz que se escurrió como un pescado entre los guantes de Pau López.

La oda irlandesa a los brujos célticos continuó, dos minutos antes del descanso, con la repentina activación de los aspersores, que anoche se antojaban tan poco útiles como unas gafas de sol graduadas en el mes de noviembre dublinés. Las magias y los sortilogios hacían efecto. El Betis presionaba con ferocidad cada pérdida y el Espanyol apenas salía del obligado cobijo de la propia choza. Era desapacible.

En unas de ésas llegó el 2-0, obra de un Boudebouz que se desenvolvió por las aguas heliopolitanas como Simbad resolvía frente a los naufragios. De las mil y una noches a los mil y pico de resoplidos de menos a los que la hinchada bética sufrió. El sosiego predominaba en las gradas, un graderío repleto anoche de mujeres por una promoción del club. Y la noche de la mujer bética se transformó en la del alivio verdiblanco, adversas condiciones mediante.

Heliópolis vivió su noche dublinesa mientras miles de irlandeses ponían a prueba su sistema excretor. Del hígado a la cerveza negra y, con ésta, los riñones para celebrar en tres meses el Bloomsday. El Betis espera para entonces ser europeo. Era el sueño de una magnífica noche dublinesa.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios