real betis-levante · la crónica

Ganar, ganar y ganar (4-0)

  • El Betis hace gozar a lo grande a los suyos con su tercer triunfo seguido en un segundo tiempo demoledor.

  • Un excepcional Fabián conduce a una exhibición frente al Levante.

El Betis hizo bueno el aserto del malogrado Luis Aragonés Suárez. "Ganar, ganar y volver a ganar", pregonó el sabio como idea principalísima de su fútbol y el cuadro de Quique Setién se acogió a ella con firmeza. Tras los triunfos contra el Deportivo y el Real Madrid, sobre todo este bombazo, era fundamental que el cuadro verdiblanco rubricara la tercera victoria consecutiva para confirmar que vive días de vino y rosas. Lo consiguió, además, a lo grande, con un segundo periodo demoledor en el que destrozó a un rival tan ordenado como el Levante, que no regala precisamente nada. Y con un Fabián sublime en su fútbol.

Todo tiene que ver con que este Betis, que parece aletargar a los rivales con un fútbol de toque que llega a aparentar cierta lentitud de tanto manosear la pelota de un lado para otro, es capaz de meter una marcha más cuando nadie se lo espera. Así, con tres aguijonazos tan rápidos como certeros, destrozó a un Levante que hasta entonces llegó a sentirse cómodo en el terreno de juego, pues el control le pertenecía. Pero Quique Setién y su cuerpo técnico supieron hallar los caminos en el intermedio para romper por las bandas y rematar por el centro, Sanabria, primero, y Sergio León, en el tercero, anotaron de esa manera. Es decir, la pelota parece transitar con lentitud hasta que se produce un cambio de registro. Es el momento de dejar atrás rivales y destrozarlos.

El segundo, el de Fabián, fue algo diferente. Perteneció menos al colectivo y más a la inspiración individual de un futbolista que tiene cosas para romper en excelente pelotero. Aparte de visión y trabajo, el palaciego tiene zancada para rebasar líneas. Así dejó atrás a los centrocampistas rivales, alcanzó las cercanías del área de Raúl Fernández casi sin esfuerzo y encima puso la pelota donde quería, con clase, con maestría, con un toque que sólo pertenece a los elegidos.

Al Betis, sin embargo, le costó muchísimo desentrañar la propuesta planteada por un Levante tremendamente ordenado. El cuadro de Quique Setién, fiel siempre a su ideario futbolístico, salió dispuesto a tocar la pelota, a hacerla circular de un lado para asegurarla. Y lo conseguía, el esférico casi siempre estuvo en los pies de un futbolista vestido de verdiblanco. El problema era que en esa fase rara vez avanzaba muchos metros ante el temor de que fuera cortado por un adversario. El juego local, en definitiva, era tan correcto como parsimonioso y de esa manera era imposible sorprender a Chema, Postigo, Róber Pier y compañía por mucho que éstos tuvieran una calidad inferior.

Setién, en su deseo de consolidar la campanada del Santiago Bernabéu, había apostado por refrescar al equipo con cuatro futbolistas nuevos, dos de ellos, incluso tres, titularísimos. Los veteranos Guardado y Joaquín saltaban esta vez al césped del Benito Villamarín y a ellos se unían el goleador Sergio León y Jordi Amat, tal vez la mayor novedad en lo referente a los nombres para darle descanso a Feddal. Tácticamente, en cambio, era mucho más llamativo que saliesen juntos en el ataque Sergio León y Sanabria, lo que convertía al Betis en un dibujo asimétrico en lo referente al esquema dependiendo de la situación de Joaquín. El portuense arrancó en la izquierda y eso supuso que la banda derecha era para Barragán, principalmente, pero a la media hora se trasladó hacia la derecha y, entonces, fue Durmisi el que tuvo todo el carril para él.

Ni una ni otra solución sirvió para darle mayor profundidad a un Betis que rara vez consiguió poner en peligro la meta defendida por Raúl Fernández. Sólo en un disparo a la primera de Sergio León, que se estrelló en la red por fuera, pareció acercarse hasta el gol el cuadro local. Después llegaría un disparo lejano de Joaquín viniendo desde la izquierda hacia el centro, pero el balance ofensivo era mínimo. Eso sí, el Betis tenía un punto a su favor, sobre todo después de los avisos lanzados por los levantinistas en los primeros compases del juego, y éste no era otro que no haberse descompuesto jamás. El resultado al intermedio, pues, era un cero a cero que lo dejaba todo con vistas a que alguno de los dos equipos pudiera desequilibrar en una acción puntual.

No tardaron los verdiblancos en hallar ese punto de velocidad necesario para golpear al Levante. Una jugada por la derecha, toques y paredes de Barragán, Fabián... Hasta que rompieron amarras y la pelota se dirigió a la internada de Sergio León partiendo al filo del fuera de juego. Centro, cabezazo de Sanabria y el primero para el Betis. A partir de ahí, lo que antes fueron toques en horizontal ya se convirtió en pase profundos, en pelotas para hacerle daño al Levante. Hasta cuatro veces lo consiguió un Betis que cada vez enloquece más a los suyos. Y tienen razón para ello, ahora sí. "Ganar, ganar y volver a ganar" es un sabio consejo para ser felices.

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