El Palquillo

Elogio del 'libro' del Buen Humor

  • Una fotografía de los Estudiantes pasando por la calle Barcelona en 1990, cartel de La Soga de Judas

  • Navarro Antolín exprime la guasa de la imagen en "el año de Cataluña"

Barrabás tuvo calle en Sevilla, junto a las Teresas, pero se la quitaron a mediados del siglo XIX para llamarla Lope de Rueda. Judas no tiene calle, pero tiene una tertulia que debería llamarse anti-tertulia por su refrescante impostura, su heterodoxia. Réprobos del cartel y del pregón, los organizan a su manera.

El Cristo de Barcelona. Así enunciado podía ser el título del debate que celebraron José Rodríguez de la Borbolla, hermano del Calvario, con Enric Juliana, corresponsal de La Vanguardia en la Corte. "El buen humor debe bañarlo todo, debe estar en todos los pucheros como el Dios teresiano". Así inició Carlos Navarro Antolín, redactor-jefe de este periódico, su loa del cartel de la tertulia cofrade La Soga de Judas.

Navarro Antolín: "El buen humor debe estar en todos los pucheros, como el Dios teresiano"

El cartel, en el año de Cataluña, es una fotografía que el Martes Santo de 1990 hizo José Luis Carrasco Corpas del Cristo de la Buena Muerte pasando por la calle Barcelona, que en el callejero de la ciudad tiene menos importancia que la calle Gerona, donde están El Rinconcillo y la casa donde vivió de estudiante Juan Ramón Jiménez, pero ocupa un lugar estratégico. Muy cerca de la Plaza Nueva y de la Flor de Toranzo, de bodas de diamante y que contaba con Rogelio Gómez Trifón entre el público que en Muelle 21, restaurante unido al Acuario, escuchaba la divertida pieza oratoria de quien pregonó la Cabalgata.

Pedro Rincón, presidente de esta tertulia cofrade de 25 miembros nacida en 2012, iba llamando a los sogueros. La Soga suena a película de Alfred Hitchcock, que era del West Ham United, uno de los equipos en los que jugó Kanoute antes de llegar a Nervión. Este animoso grupo de traidores, en el jerga cariñosa de Chiquito de la Calzada, deberían estar patrocinados por manzanilla La Guita.

El Martes Santo de 1990 estaba al frente de la hermandad de los Estudiantes Juan Moya Sanabria. La ciudad, como recordó Carlos Navarro Antolín, todavía no había sido embellecida para la Expo 92. Sevilla y Barcelona, hermanadas en la instantánea, se preparaban para los fastos de la Exposición Universal y los Juegos Olímpicos, Curro y Cobi unidos con la antorcha olímpica que entró en Andalucía por la Venta El Culebrín, en Santa Olalla de Cala.

El humor no excluye la densidad teológica. "Sin el poder de la fe", dijo Navarro Antolín, "la Semana Santa es un edificio en ruina. Sin buen humor, la vida se limita a ver pasar los minutos sentados en un velador sin licencia. Y a la hora de las sillas, nosotros siempre preferimos las de Quidiello". La imagen de Carrasco Corpas renueva el protagonismo del Martes Santo. "Que se hayan puesto de acuerdo ocho hermanos mayores es para ponerlo en el Guinness". Lo dijo Juan José Morilla, sevillano de Feria esquina con Bécquer y delegado del Consejo para ese día con nombre de aguardiente de Higuera de la Sierra. Salieron los hermanos mayores de Santa Cruz, José Jiménez, del Cerro, José Anca, y, por alusiones, Jesús Resa, de los Estudiantes. Faltaron los de la Candelaria, San Esteban, San Benito y los Javieres, que estaban de cultos.

Hablando de cultos, la bendita osadía de estos sogueros sería digna de figurar en una antología de heterodoxias en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Vean si no la temática de sus carteles desde 2013: el Señor del Silencio pasando por el Palacio Arzobispal; Torreblanca saliendo de Santa Marina tras la lluvia del Via Crucis Magno; un mendigo fumándose un puro en Santo Tomás al paso de nazarenos de los Estudiantes; dos policías municipales que se cuadran ante la Canina cuando pasa junto al anuncio de Seguros Ocaso de la Campana; la mano de Judas golpeando la espalda del Señor en el misterio de la Redención. "Con lo que gustan las palmaditas en Sevilla", diría después Pedro Rincón, portavoz de los sogueros.

El Martes Santo de 1990 faltaban un par de años para que Felipe dejara la Moncloa y un par de meses para que Borbolla abandonara la Presidencia de la Junta. Había Mundial, como 28 años después. Gordillo seguía en el Madrid. Hay cosas que han cambiado. "En la Madrugada no salíamos corriendo como gamos ni teníamos un ministro de Interior", decía Carlos Navarro. Joaquín Moeckel veía en el cartel a quien ha sido pavero de esa hermandad. Virginia Pérez, junto a Beltrán ídem, se veía reconocida porque su infancia, hija de un policía nacional, transcurrió en Barcelona, "aunque mi madre vino a Sevilla para que yo naciera aquí". Fernando Morillo presentó la Exaltación que pronunciará en la Revuelta la víspera del pregón de José Ignacio del Rey. De tertulia a tertulia, cogía testimonios Charo Padilla, nominada Homo Cofrade. Entre bambalinas, José Reguera, hermano del Dulce Nombre y del Silencio, se encargaba de los pespuntes. Los Suárez, José Antonio y Ricardo, no se perdían detalle de esa vuelta a una Sevilla de mili y pesetas.

Retahílas

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