Sevilla en cuaresma

Una experiencia única e inolvidable

  • La pedagoga María Luisa Ríos fue la encarga de diseñar y coordinar las visitas para niños y adultos

  • Ricardo Suárez estuvo durante dos años pintando dentro de la iglesia

Ricardo Suárez y María Luisa Ríos, en el Patio de los Naranjos del Salvador.

Ricardo Suárez y María Luisa Ríos, en el Patio de los Naranjos del Salvador. / Juan Carlos Muñoz

Son dos personas que tuvieron la dicha de estar muy implicados en la restauración del Salvador. La pedagoga María Luisa Ríos se encargó de diseñar y coordinar las visitas culturales que se realizaron durante las obras. Permaneció los cinco años en el Salvador y, por indicación de Juan Garrido, también se hizo cargo de organizar la intervención en los bienes muebles. El pintor Ricardo Suárez pasó dos años pintando la restauración. Acudía todos los días al templo. De ese trabajo salió una completa obra que en gran parte no ha visto la luz y que iba a exponerse en la iglesia una vez reabierta.

"A mí me llama Juan Garrido una tarde. Yo tenía relación con él porque era amigo de mi padre. Me dice que quiere que colabore con él en la organización de las visitas para niños y adultos. Al principio le dije que no. Me dijo que fuera a verle y estuvimos como cuatro horas sentados en su mesa de camilla. De allí salí con un proyecto de trabajo", explica María Luisa Ríos. Ella se encargó de realzar y dar a conocer todo lo que se hiciera en el Salvador. Empezó a diseñar los guiones y a elaborar los contenidos didácticos para las visitas de los niños, algo que consideraban muy importante.

Fue una grandísima experiencia. Yo aprendí muchísimo. Éramos una gran familia"Juan Garrido me pidió una pintura para subastarla y conseguir fondos para la obra"

Más de 50 colegios de toda la provincia y cinco mil niños pasaron por el Salvador: "El patio se cubrió para hacer los talleres y actividades". Se hicieron dos manuales que se presentaron en la Feria del Libro. El destinado a los niños más pequeños tenía a Falco, un pequeño cernícalo, y contenía tareas para hacer antes, durante y después de las visitas. Cuando terminaron las visitas, Juan Garrido le dio el libro del Salvador de Gómez Piñol. "Me dijo que era para que le ayudara con los bienes muebles. Entonces empecé a coordinar que se iban restaurando con el IAPH y Forja XXI".

A Ricardo Suárez le pidió Juan Garrido una pintura para subastarla y conseguir fondos. "Era una acuarela de la fachada de la Plaza del Pan. Se subastó por unos siete millones de pesetas". A partir del ahí, el pintor le planteó la necesidad de realizar una intervención pictórica. Pintar día a día lo que fuera aconteciendo: "Me dio un manojo de llaves". Suárez iba cada tarde al Salvador a plasmar lo que los albañiles dejaban por la mañana: "El proyecto fue muy interesante. Gran parte de la obra no ha visto todavía la luz. La de mayor formato sí se fue vendiendo. La idea que tenía Juan Garrido era hacer una exposición en la iglesia una vez que se reabriera".

Ambos recuerdan con gran cariño aquellos años de trabajo en el Salvador. "Fue una grandísima experiencia. Yo aprendí muchísimo. Juan no quería rodearse de expertos, sino de personas que sumaran, con vocación. Éramos una familia. La vinculación con el Salvador de todos lo que estuvimos trabajando sigue muy viva. La espinita que tenemos es que él no pudiera ver el resultado. Juan desde una mesa de camilla era capaz de cambiar el mundo", relata María Luis Ríos. Suárez añade que Juan Garrido se merece tener una placa mucho más digna que la que tiene: "De piedra y embutida en la pared, no una chapa cogida con cuatro tornillos".

Diez años después, todos los que pasaron por el Salvador recuerdan con gran cariño esa experiencia.

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