FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

Encallejados

Hacha de Domingo de Ramos en agosto

  • Al pequeño Zaqueo le dio un arrebato y en pleno verano se encaramó a los plátanos de Indias de Almirante Lobo, que fueron martirizados cuando media ciudad empanaba sus pies en la arena.

NO podía ser otra. Si hay una calle que se ha ganado a pulso el honor de dar el pistoletazo de salida a esta serie, ésa es Almirante Lobo, la vía que tantos titulares aportó a periódicos, radios y televisiones en el páramo informativo de agosto. Una calle huérfana de cofradías pero que a muchos sevillanos les recordó a pie de orilla o en la soledad urbana del verano ese instante del año en el que se abren las puertas del Salvador (dejemos para los más cursis lo de la colegial) y subida a una palmera aparece esa pequeña figura -apenas perceptible- de Zaqueo que, hacha en mano, se dispone a dejar despojada a esta alargada especie arbórea.

No fueron palmeras, sino plátanos de Indias los que sufrieron el arrebato de Zaqueo en pleno estío. En esas semanas en las que cuando todo parece que está muerto se urden iniciativas cofradieras que, la mayoría de las veces (a Dios gracias), no suelen salir de la sombra que cobija a sus artífices, los nunca bien ponderados emprendedores morados. Cuando buena parte de Sevilla estaba en la playa -bien un mes, una quincena o un festivo con todo el kit completo del buen dominguero- una veintena de plátanos expiraron con el único ruido de la motosierra como acompañamiento musical.

Fue la redención del nuevo urbanismo. La inmolación verde en pos de unas aceras más amplias y una mejor contemplación de la Torre del Oro. Sacrificio sonoro que puso a temblar a todo complemento arbóreo que apareciese encima de un paso. Los plátanos de Almirante Lobo trajeron a las redes sociales las mil y una gracias, gracietas y otras ocurrencias -donde la gracia ni estaba ni se le esperaba- del personal con suficiente tiempo de ocio.

Medio año después desde Almirante Lobo se contempla una panorámica nunca vista de la que en su día fue torre albarrana. Allí, por donde entraba en época de bonanza el oro y la plata de América, llegan en estos tiempos de penuria los turistas con mochila al hombro y planos en mano. Van siempre en pareja, consultando el mapa y de vez en cuando ponen a prueba, con una pregunta, el nivel de inglés de más de un sevillano que, en su mayoría, opta por responder con la gesticulación en claro menosprecio a la lengua de Shakespeare.

Almirante Lobo fue tránsito de las Cigarreras, cofradía que prefirió pasar por los Jardines del Cristina cuando la tarde del Jueves Santo languidece con idéntico color al de las túnicas de sus nazarenos. Las referencias cofradieras se limitan a las pequeñas figuras de la Macarena -de calidad similar a los trabajos de Plástica de una clase de Primaria- que vende una de las tiendas de souvenirs que pueblan la vía, a la que otorgan ese punto kitsch necesario para sumergir al turista en el parque temático desarrollado a partir de la Puerta de Jerez. Punto donde el visitante se topa con la fuente de los meones y otra de homóloga función dedicada a la Generación del 27, que parece descatalogada de un muestrario de piscinas. En esa confluencia se encuentra El Coliseo, bar en cuya larga barra encaja con holgura un misterio con caballería y plumerío romano.

Aquí acaba la calle que hizo a muchos sevillanos -con pies empanados en arena y cuerpos escocidos por el salitre- recordar al personaje que usa el hacha para cortar de raíz la espera. La calle a la que Zaqueo robó la sombra.

La calle que desapareció en 1927 para el ensanche de la Avenida

Las Cigarreras discurre por Cardenal González con túnica de cola./Foto: La Sevilla que no vemos

Cardenal González. Para situar esta instantánea del discurrir de la cofradía de las Cigarreras hay que hacer un gran ejercicio de agudeza visual. Julio Domínguez Arjona nos trae a través de su web La Sevilla que no vemos una vía que, como Almirante Lobo, también se vio afectada un mes de agosto, aunque de 1927 y con una consecuencia bien distinta, pues desapareció para siempre del callejero hispalense. Se trata de la antigua calle Cardenal González, que discurría en paralelo al Archivo de Indias (su fachada se observa a la izquierda de la foto). A la derecha se sitúa una manzana de edificios que partía del ex convento de Santo Tomás y ocupaba los actuales jardines del Archivo y la Avenida de la Constitución. Su demolición contribuyó a conectar con un ensanche la Plaza Nueva con la Puerta de Jerez. 

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