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Cofradias

Parasceve de 1356, Gloria Nazarenorum

  • Aquellos cofrades marcharon en silencio hacia la ermita hospital de San Lázaro

LA luna llena de Parasceve, alta y brillante, alumbra en la madrugada del 14 de abril de 1356 el tortuoso camino de un extraño cortejo procesional. Desde la modesta ermita de San Antón, situada en el Campo de la Resolana, extramuro de la Puerta de la Macarena, los cofrades de la Hermandad del Dulcísimo Jesús Nazareno y la Virgen Santa María con San Juan, fundada hacia 1340 en la capilla de los Gómez de Cervantes, sus patronos, en la Parroquia de Omniun Sanctoron, ahora en ruina por el terremoto de 1355, que había derrumbado incluso el antiguo yamur almohade del alminar de la Catedral de Santa María, partían en doble fila de penitentes tras una cruz alzada.

Su singular atuendo era un hábito de basto lienzo morado, liso y sin bruñir, tosca soga de esparto ceñida al tórax, desde las axilas hasta la cintura, y cabelleras de fibras de cambrones vegetales, secas y teñidas, para ocultar el rostro. Y en la cabeza una apretada corona de espina en la sienes. Los pies descalzos y abrazando todos una pesada cruz, marchaban en absoluto silencio por la huertas próximas hacia la ermita hospital de San Lázaro. Así lo ordenaban y prescribían sus primeros estatutos aprobados por el arzobispo hispalense don Nuño de Fuentes el 22 de febrero de 1356. Aquellas primeras ordenanzas -muy diferentes a las actuales- declaraban como finalidad prioritaria de la nueva corporación la satisfacción de los pecados y la salvación de las almas de sus cofrades por medio de la oración, el ejercicio de la caridad y la pública penitencia, honrando y sobre todo imitando a Jesús el Nazareno en todos y cada uno de los episodios de su pasión y muerte, y también a su bendita madre.

Pero nada sabemos de quiénes fueron aquellos primeros cofrades sevillanos que practicaron ya desde entonces unos modelos nuevos de religiosidad popular desconocidos en unos años caracterizados por guerras, hambrunas y terribles epidemias. Cristianos piadosos de la periferia; pequeños artesanos, comerciantes, campesinos y labriegos de la calle de la Feria y de la Puerta de la Macarena. Con el paso del tiempo, la sensibilidad religiosa de los sevillanos de los siglos bajo medievales hacia aquellos singulares cofrades, que desgarraban la madrugada y el alba de cada Viernes Santo, los llamo ya entonces y para siempre nazarenos porque imitaban a Jesús de Nazaret en su doloroso camino hacia el Calvario; igualmente como sus cofrades portaban además pesadas cruces sobre sus hombros en publica penitencia, los nombró como penitentes y a la Hermandad del Dulcísimo Jesús Nazareno como la Cofradía de la Cruces y el lugar por donde transitaban hasta San Lázaro, el Campo de las Cruces, mucho antes de que los herederos de Catalina de Ribera proyectara edificar el actual Hospital de la Sangre en 1559.

De todo ello guardó memoria la Primitiva Hermandad de los Nazareno de Sevilla con referencias historiográficas y documentales en su archivo. Pero fue su célebre hermano mayor Tomás Pérez, balanzario de la casa de la Moneda de Sevilla y promotor del voto de sangre concepcionista, del que el próximo año se cumplirá el IV centenario, quien el 20 de marzo de 1621 eleva recurso de protesta ante las autoridades eclesiásticas sevillanas en defensa de la antigüedad de su hermandad y cuyos escritos y argumentos se conservan el archivo Arzobispal de Sevilla. Y un siglo mas tarde, el 5 de julio de 1778 y el 3 de junio de 1783, el recordado secretario Francisco Ascarza, notario público de Sevilla, certificaría también entre otros documentos antiguos del archivo las reglas o estatutos de 1356 y otras ordenanzas y capítulos en pergamino de 1416, 1430 y 1526 cuando la hermandad aun estaba en el antigua ermita de San Antón, en el Campo de la Cruces de la Resolana, además de las reglas de 1564, ya instalada la cofradía en el Hospital de la Sangre. Antes incluso de que su hermano mayor el universal novelista Mateo Alemán la trasladará definitivamente y para siempre a la Capilla del Santo Crucifijo, en el Convento San Antonio Abad de la calle de la Armas, con las nuevas reglas de 1579 que el mismo redactara, dando origen a la cofradía moderna que hoy conocemos. Gloria Nazanerorum, Gloria de los Nazarenos de Sevilla, de toda Sevilla y su antiguo reino.

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