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Saetera

Pili del Castillo: Desde los 15 años dando el do de pecho

  • Una tradición que después de pasar por algunos años de decadencia, está viviendo un momento dulce en los últimos años.

A Pili del Castillo siempre le gustó lo de cantar. Desde muy pequeña empezó en el coro del colegio, pero a su familia no le hacía mucha gracia que se dedicara al cante, “por aquello del artisteo que estaba muy mal visto en aquella época”. Se inclinó por la saeta “un cante de iglesia y que era de año en año, por lo que mi familia tuvo menos reparo”, explica. Empezó a cantar cuando era muy joven, con apenas 15 años. Fue a la Amargura en la Europa, antes de salir a la Alameda de Hércules. Recuerda que iba con unas amigas que la retaron para que se atreviera, y vaya si lo hizo. “Dejé encandilado al público allí presente”. A raíz de aquello, una adolescente y aún desconocida Pili del Castillo,  empezó a presentarse a concursos de saetas hasta que en el año 1974 le dieron la Saeta de Oro que concedía el Ayuntamiento de Sevilla junto con Radio Nacional de España.

Son muchas las saetas que ha cantado desde entonces, pero a sus 62 años, separada y con tres hijos, recuerda una muy especial al Cachorro desde un balcón en la calle Sierpes: “Parecía que el Cristo me estaba mirando a mí. Aquello me conmovió. Me entró un sentimiento increíble que supe transmitir a todo el público que se congregaba allí mientras cantaba. Me quedé bastante conmocionada con aquello y a la gente le gustó mucho”.  Tiene el corazón repartido entre la Macarena, barrio dónde nació, y Triana, no en vano fue bautizada en la pila de los gitanos de la Parroquia de Santa Ana. Es hermana de la Carretería, hermandad a la que se siente muy vinculada, desde hace dos años, y de la Esperanza trianera “desde siempre” a la que este año tiene previsto cantarle en Pastor y Landero. Vive en la calle Gorrión y tuvo que “retirarse forzosamente” durante un tiempo mientras estaba sometida a diálisis a la espera de que le trasplantaran un riñón. “Esto ocurrió hace 4 años, y a los tres meses de ser trasplantada, ya estaba cantándole la primera saeta a la Virgen de la Estrella en el Postigo. Parece que en vez de un riñón me pusieron un motor, porque ahora canto más saetas que nunca”.

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