Rincones con encanto

Roma lustra la gran celebración

  • La Casa de Pilatos fue réplica del palacio que el pretor de Roma tenía en Jerusalén y de donde partiría Jesús hacia el Gólgota.

Como la leyenda dice que el Palacio de San Andrés que levantó en el Siglo XV el Marqués de Tarifa es copia exacta del Pretorio de Jerusalén ha dado en llamarse Casa de Pilatos. Y tan Casa de Pilatos es que hubo un cochero de punto que en sus servicios a los turistas se erigía en guía vocacional para designar la Casa de Pilatos como el lugar donde se hospedaba Pilatos cuando venía a la Semana Santa de Sevilla.

También Camilo José Cela en su Primer viaje andaluz se equipara al cochero achacando a la leyenda que ahí, en el palacio de los Medinaceli, existe un sillón en el que estaba sentado San Pedro en el momento de negar a Jesús. Ahora bien, entre leyenda y leyenda más o menos grotesca, la verdad incuestionable de que fue desde la Casa de Pilatos donde echó a andar esta enorme ópera urbano-religiosa que es la Semana Santa de Sevilla.

Si la Casa de Pilatos dicen que es copia fidedigna del palacio de Pilatos en Jerusalén, sí es cierto que la distancia entre ella y el templete que se levantó en la Cruz del Campo es la misma que separaba la casa del pretor de Roma del Gólgota, donde fue crucificado Jesús. Y como la Semana Santa de Sevilla arrancó con los viacrucis de Pilatos a la Cruz del Campo, pues a ver quién pone en duda de que nuestro rincón con encanto de este Martes Santo es el lugar donde se gestó la gran fiesta de Sevilla.

La Plaza de Pilatos se llamó en un principio Marqués de Tarifa y luego plaza del Duque de Alcalá, pero ya en 1754 figura en los planos como Plaza llamada de Pilatos y fue diseñada para mayor brillo del palacio. Resulta que don Pedro Enríquez, adelantado mayor de Andalucía, y su esposa, Catalina de Ribera, que fueron los que levantaron el palacio, compraron las casas de alrededor para dejar una zona diáfana que le diese al palacio una perspectiva impensable en la Sevilla de entonces, último cuarto del Siglo XV. Es esa zona triangular y pavimentada con cantos rodados que aún permanece y que es la antesala de la morada de los Medinaceli, y que cuenta con una casa anexa de noble planta, la número 2, que fue el domicilio conyugal del desaparecido Duque de Feria.

En la otra acera de la calle, otra plaza en la misma plaza, rectangular y con una estatua del pintor Zurbarán en el centro de ella. Una estatua en bronce que estuvo instalada durante la Exposición Iberoamericana en la Avenida de Portugal. Por cierto, conviene volver a Cela en su definición de este enclave, siempre en su Primer viaje andaluz: "En la plaza de Pilatos, el vagabundo encuentra el palacio de los duques de Medinaceli, mejor dicho de los duques de Alcalá, con su mudéjar, su gótico y su plateresco revueltos en muy equilibrada elegancia".

A mediados del Siglo XVIII, el Duque de Alcalá concedió al vecindario una paja de agua -2.000 litros diarios- para el aprovisionamiento de agua mediante una fuente instalada donde hoy se encuentra la estatua de Zurbarán y dicen que los conflictos que originaban los vecinos cuando la fuente no funcionaba eran de órdago. Y de aquellos pleitos, a algunos que fueron filmados en la Casa de Pilatos, como escenas de Lawrence de Arabia, película de David Lean rodada en 1962 casi totalmente en Sevilla. En esos años también se celebraba en Pilatos la Fiesta de la Primavera, evento que contó con la presencia de personajes como Jacqueline Kennedy o los Príncipes de Mónaco.

Pero en un lugar donde nació la Semana Santa hay que reseñar cómo luce por allí el paso de las cercanas cofradías de San Roque, de los Negritos, de San Benito y de San Esteban. Estas dos últimas colmarán hoy de gentío toda la zona desde la Alfalfa hasta La Calzada, por el Muro de los Navarros irá la primera para volver por Águilas,  calle que servirá de ruta para que la de San Esteban vaya a la Catedral y vuelva a casa.

Si a eso de las tres de la tarde, con el anhelado sol en la vertical de la cercana San Esteban, resulta un milagro geométrico la salida de la Virgen de los Desamparados, con los varales, uno a uno, sorteando las puntas de los diamantes ojivales de la puerta de su casa, por la noche es un gozo de los sentidos ver cómo esos dos cortejos vienen por el estrecho cauce de Águilas para desembocar en la Plaza de Pilatos. A esa hora en que se acerca un nuevo día se apiña allí un mar de personas ante la casa que fue el particularísimo Portal de Belén donde nació nuestra Semana Santa y pasará Pilatos, camino de La Calzada, mirando de reojo la casa en que, según aquel cochero que trabucaba la historia, él se hospedaba cuando venía a Sevilla por Semana Santa.  

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