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Juglares de pasión

Variedades. La riqueza de la provincia

  • Mairena del Alcor y Marchena suponen, por su peculiaridad, un referente de la saeta. Carceleras y martinetes diversifican este cante.

EN el primer capítulo de esta serie se esbozó el origen incierto de la saeta. Un cante que pudo tener, en principio, la misma raíz que las tonás litúrgicas o sermones que han llegado a la actualidad. También este género se ha diversificado, y aunque en Sevilla el palo por el que más se suele interpretar es por el de la seguiriya (rematado con un martinete), no se debe olvidar que en muchas localidades pervive con otras modalidades sonoras con las que se identifica a estos municipios.

El libro Evolución del cante por saetas, de Ricardo Rodríguez Cosano, vuelve a ser obra de referencia para ahondar en la cuestión. Este investigador del flamenco menciona que en muchos pueblos se mantiene la tradición de interpretar ciertos cantos "que podrían representar determinados eslabones melódicos en la evolución de algunos estilos de saetas". De estos sermones o pregones quedan pocos ejemplos en la provincia de Sevilla, que ha perdido en buena medida identidad propia por copiar en exceso el formato cofradiero de la capital. Una excepción a esta tendencia -iniciada a partir de los 60 del pasado siglo- la constituye Alcalá del Río, municipio que, pese a su cercanía a la ciudad hispalense, mantiene intactas muchas de sus tradiciones que la hacen gozar de una Semana Santa única. Cada noche del Miércoles Santo la Hermandad de Jesús Nazareno, antes de que la cofradía salga a la calle, interpreta la Sentencia de Pilatos. Dicho canto consta de dos partes. La primera, en la que se reproduce la condena que dictó el procurador romano a Jesús y que, según el historiador Manuel Morales, se basa en la copia de la sentencia de muerte de Cristo que apareció en 1580 en la ciudad italiana de L'Aquila, y otra segunda, conocida como La Voz del Ángel o la Sentencia Buena, en la que es Dios el que manda a su Hijo aceptar el cáliz del sacrificio por amor a la humanidad. Estos últimos versos dicen así: "Así conviene que muera/ porque a ello se obligó/ a satisfacer amante/ culpa que no cometió/ muera mi Hijo querido/ porque le obligó su amor".

Desde hace años la familia Espinosa se encarga de poner voz a esta sentencia, quizá de una forma más aflamencada y cercana a la saeta que la que tuvo en su origen. En otras localidades también se ha mantenido dicha tradición, incluso en algunas, como La Algaba, se ha recuperado este año para la subida al paso de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, acto que tendrá lugar esta noche.

El tipo de saeta que prolifera hoy en Sevilla difiere del que se escucha en otros puntos de la provincia. De las modalidades que existen, hay tres que destacan por su riqueza. Rodríguez Cosano habla en su libro de la Saeta del Carpintero, aquélla que se interpreta en Castilleja de la Cuesta y cuyo texto correspondiente es el siguiente: "Entre juncos y una fuente/ un carpintero cortó/ una Cruz pesada y fuerte/ y al Calvario la llevó/ este Cordero inocente". La característica principal es el ascenso de la voz del cantaor en el segundo y cuarto verso, que se repite en las dos pausas de la misma manera.

Otra variante a la que se refiere este flamencólogo es a la Saeta Revoleá de Mairena del Alcor, que hizo famosa Manuel Mairena. Presenta este arranque: "María sigue llorando/ los martirios del Señor/ y Él sigue y sigue esperando/ que salvemos el amor/ porque lo estamos matando..." En esta variante el célebre cantaor introducía una leve "caída" en los versos segundo y cuarto y acompañaba la letra de una cierta melodía con aires de nana que la distinguía claramente de otras.

Pero, sin duda, si hay una municipio sevillano que atesora una gran riqueza musical en cuanto a saetas es Marchena, cuya Semana Santa también posee unas peculiaridades propias que la hacen distinta a cualquier otra. Muchos expertos sitúan en esta localidad de la Campiña el origen del estilo carcelero, que con el tiempo devino en el martinete sevillano. Esta variedad la llegaron a interpretar Manuel Centeno y La Niña de la Alfalfa, a la que otorgaron un estilo tan personal que acabaron convirtiéndola en saeta artística. He aquí un ejemplo de carcelera del cantaor sevillano: "Cristo de la Expiración/ el Cachorro de Triana/ que goza de admiración/ por las calles sevillanas/ el Viernes de la Pasión".

En Marchena, además, se mantiene una forma autóctona de cantar saetas que los investigadores sitúan en el origen de la actual. Se trata de las cuartas, quintas y sextas, cantos con una melodía poco variable que la distancian del flamenco. La denominación de cada una responde al número de versos del que está compuesta y para la cofradía a la que se dedica. Así, al Dulce Nombre de Jesús, en la tarde del Jueves Santo, se le canta con esta letra: "Este Niño tan chiquito,/ cargado con esa Cruz;/ quién te pudiera ayudar,/ Dulce Nombre de Jesús". En el mantenimiento de esta modalidad ha sido fundamental la labor desempeñada por la escuela de saetas de la Hermandad de la Humildad marchenera que, creada en 1986, sirvió de modelo para la que luego fundó la Hermandad de la Cena de la ciudad hispalense. Estas piezas también las han cantado grandes saeteros, como Angelita Yruela, pero lo más habitual es que sea el propio pueblo -al igual que a principios del XIX- el que las interprete como un rezo con melodía sencilla y muy arcaica.

Volviendo a la saeta carcelera, en las décadas de los 50 y 60 del pasado siglo dicho estilo sufre una transformación para dar paso al martinete. Este cambio se produce, principalmente, en la voz de la mujer, que hace unas variaciones en las escalas ascendentes y descendentes a partir del tercer verso. Dentro de las modificaciones hay que destacar las tonás de Cristo con las que se rematan las seguiriyas, un añadido de cuatro versos que hizo famoso el propio Centeno: "Oh, pare de almas buenas/ y ministro de Cristo,/ tronco de nuestra Madre Iglesia/ y Árbol del Paraíso". Variedades que han engrandecido un género sin el cual no se entiende la historia contemporánea de la Semana Santa.

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