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La semana santa de... curro romero

"He ido en el estribo del tranvía desde Camas a Sevilla para ver la Madrugada"

  • Aquel niño que iba de la mano de la madre desde Camas hasta el Cachorro hará su debut el próximo domingo como asistente al Pregón de Semana Santa

No es cofrade. Nunca lo ha sido ni ha tratado de ejercer como tal. Pero sabe paladear una saeta y del caracter flamenco de la cofradía que más le tira: los Gitanos. Es ave de balcón cada Semana Santa. "A mis 74 años tampoco estoy como para ir callejeando como si fuera un chaval". Curro Romero (Camas, 1933) tiene unos recuerdos que para sí quisieran muchos capillitas. "En casa siempre se notaba la llegada de la Semana Santa porque mi madre hacía tarteras de pestiños, torrijas y roscos. Mi madre trabajaba mucho y no tenía mucho tiempo para nada, pero siempre nos llevaba a mis hermanas y a mí a ver el Cachorro. Sólo veíamos una cofradía, porque con tres niños no se podía meter mucho en las bullas. Ese día siempre estrenábamos ropa. Llegábamos echando un paseíto por la vía de Huelva, que conocíamos como la vía chica, que era por donde venían los trenes. Ese camino también lo cogíamos cuando veníamos a comprar cal a Triana o los zapatos de Segarra que, por cierto, eran menúos… Algunas veces cogíamos el tranvía, pero mi madre prefería siempre echar el paseo y nos plantábamos en Triana en quince o veinte minutos. El Viernes Santo procurábamos ser los primeros para coger sitio. Comíamos tempranito para llegar pronto y colocarnos en la misma puerta de la iglesia. O era en primera fila, o los niños nos veíamos nada. El Cristo ya por aquel entonces me decía algo. Siempre impresionante… Cuando la cofradía terminaba de pasar, tocaba la vuelta a casa. Andando o en tranvía, porque los tranvías iban hasta arriba de gente. Nada más llegar a casa nos mandaban directamente a la cama".

Con el paso del tiempo, Romero tuvo su propia pandilla cofradiera: "Años después, ya con mis amigos, sí iba a ver las de Madrugada. Muy cofradiero no he sido nunca, en parte por las circunstancias. Empecé a torear muy joven y tenía que estar en el campo preparándome para el Domingo de Resurrección. Con los amigos de mi pueblo, los de la calle de la Cruz, empecé a ver cofradías con 14 ó 15 años. Íbamos en el tranvía, pero en el sitio que pudiéramos, porque a veces me tenía que subir en el estribo de la gente que había. Eran esos tranvías amarillos con la maquinaria encima, que cuando fallaba se quedaban parados y todo el mundo para abajo. Eran los medios que teníamos cuando aún no había autobuses. Nos gustaba ver la salida del Silencio y la de los Gitanos y hacer un recorrido de una a otra. Estábamos hasta por la mañana. A esa edad nos tomábamos algo o esperábamos a tomarnos los churros por la mañana si entre todos reuníamos algo. Entonces ninguno trabajábamos y estábamos muy cortitos, muy cortitos…"

Romero se resigna a no disfrutar de la Semana Santa como quisiera: "Yo en Semana Santa no puedo ir por la calle. Si es que la gente te pega muchos parones… Que la gente te siga reconociendo es bueno, muy bonito, pero en algunos momentos me gustaría ir de un lado a otro tranquilo. Tengo que ir un poquito escondido. Lo más que consigo es ir a ver una cofradía a la casa de unos amigos para verla pasar desde el balcón. Y punto. Mi sueño en Semana Santa sería ir por la calle como todo el mundo, a mi aire y a mi antojo".

Tiene muy claras sus preferencias cofradieras: "La de los Gitanos me gusta mucho. Son especiales a la hora de saber llevar al Cristo de la Salud y a la Virgen. Son muy flamencos en todo lo que hacen. Es que se nos caen dos lagrimones a todos con esta cofradía. Por su ambiente, por cómo le tocan, por todo. Es una cosa sentida de verdad. La veo entrar desde el balcón de unos gitanitos amigos míos que tienen la casa nada más que para esa noche. Hay un gitano que le canta saetas de bien… Se llama Paco Cruz. ¡Y cómo le canta! La saeta me gusta mucho. Además de Paco Cruz, me quedo con José de la Tomasa y con el Heredia. Me gustan los saeteros gitanos porque son gente con mucho sentimiento".

La solución para vivir la Semana Santa es buscar las casas de los amigos: "La Semana Santa la vivo en casa de Fina, la hermana de Antonio Burgos, allí enfrente de la Catedral. Allí se está tranquilo, pero no lo gozas como el que está en la calle. Te dan gloria bendita en esa casa y te sientas cuando quieres, pero no las ves cómo se lucen desde el mismo plano que el que está abajo. También voy al balcón de la otra hermana de Antonio, Pilar, que lo tiene en la misma Campana. Desde allí se ven muy bien. Y Pili lleva saeteros que cantan muy bien".

Romero sonríe cuando se le comenta que el hermano mayor del Resucitado, en su reivindiación para incluir a su hermandad el Sábado Santo, dijo que el Domingo de Resurrección es un día para ir a los toros y no para ver cofradías: "Esa frase es muy buena, es extraordinaria. Porque ese domingo es un domingo de explosión, de pensar en la corrida".

Y, cómo no, Romero se refiere al Domingo de Pasión: "Claro que voy a ir este año al Pregón, ¿no voy a ir? Es el primero al que voy a ir. Antonio va a hacer un Pregón que hará historia. Un Pregón de manos bajas. Está con mucha ilusión. Va a venir con la goma de borrar. Lo va a mejorar todo. Y nunca es tarde para dar el Pregón, nunca. Antonio tiene toda la información del mundo para hacer un buen Pregón, es partidario de todas las cofradías y sabe de qué va el tema. Hay que ver el tío lo que escribió para el premio que me dieron en la Complutense hace un par de años… Precioso. Qué tío. Se levantó toda la gente allí y no paraban de aplaudir".

Su pronóstico para esta Semana Santa es bien simple: "Haré lo mismo que los últimos años. De balcón en balcón. Con 74 tacos tampoco es plan de ir caminando por ahí. A estas alturas no estamos para estar por ahí como un chaval".

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