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Cofradias

El magnetismo de una sonrisa cautivadora

  • Madrileña de clase alta y gran formación, desde muy joven tuvo clara su vocación

María Isabel Salvat Romero nació en Madrid, en el número 25 de la calle Claudio Coello, el 20 de febrero de 1926. Su padre, Ricardo Salvat Albert, era natural de Málaga, y su madre, Margarita Romero Ferrer, era madrileña. Tuvo 8 hermanos, siendo ella la tercera. Fue bautizada siete días después de su nacimiento en la Parroquia de la Concepción de la calle Goya, muy cerca de su domicilio. Su infancia y adolescencia se desarrollaron en un hogar cristiano, donde vivió en un ambiente de unión y cariño. De educación superior, realizó sus estudios de primaria y bachiller en el colegio de las Madres Irlandesas de la calle Velázquez. En este mismo centro recibió su primera comunión a la edad de seis años.

En el año 1936, al estallar la Guerra Civil, la familia Salvat Romero se traslada a Figueira da Foz (Portugal). En el año 1937 regresan a España y se instalan en San Sebastián. Concluida la contienda, la familia vuelve de nuevo a Madrid. "Desde que volvió ya tenía muy madurada su vocación, aunque no se lo manifestara a nadie. A pesar de ello, no era la típica beatona. Era una niña muy alegre", asegura Olga Salvat, su sobrina. La adolescencia de María Isabel se desarrolló en un ambiente cultural y religioso importante. Era una joven elegante, de alto nivel social, guapa, simpática, con un gran atractivo personal y muy ocurrente. Con sus amigas, también de la alta sociedad madrileña, acudía a fiestas y al cine y hacía la vida de cualquier joven.

Al mismo tiempo, su vocación siguió madurando en su interior: "Junto a su amiga Maricar Ibáñez, quien finalmente se hizo irlandesa, iban a visitar conventos". En 1942 tuvo lugar un encuentro que cambió su vida: su primer contacto con las Hermanas de la Cruz. "Ella era muy compasiva y vio claro que su sitio era ése", señala su sobrina. Ese mismo año, en abril, visita por primera vez la Casa Madre de Sevilla.

Su madre siempre la ayudó en su decisión, no así el padre, que trató por todos los medios de quitarle la idea de ser monja de la cabeza: "No lo llegaba a asumir. Le costaba entender que una niña tan guapa, tan alegre, con tanto encanto, de su posición y educación -a los 18 años hablaba 4 idiomas- tomara los hábitos y, además, dejara Madrid y a su familia. Intentó que fuera a todas las fiestas habidas y por haber y le organizó varios guateques en casa para que olvidara la vocación, pero ella lo tenía muy claro".

Mientras alcanza la mayoría de edad, el 10 de diciembre de 1943, hace la Consagración a la Virgen y recibe la medalla de hija de María de su colegio de las Irlandesas. El 21 de julio del siguiente año aprueba el bachillerato superior en la Universidad de Madrid.

La decisión ya estaba tomada. Renunciando a una vida plena de comodidad y bienestar, el 8 de diciembre de 1944, a los 18 años de edad, ingresa como postulante en el Instituto de Hermanas de la Compañía de la Cruz, en Sevilla. El 9 de junio de 1945, tomó el hábito bajo el nombre de Sor María de la Purísima de la Cruz. En su etapa de noviciado ya destacaba ese espíritu de humildad y entrega, su carácter dulce y sonriente, y su natural sencillez, viviendo plenamente la pobreza y la humildad. No quiso figurar en nada y hacía lo posible por pasar desapercibida. "En su vida destacó por no querer destacar", revela su sobrina. El 27 de junio de 1947, hizo su profesión temporal, y el 9 de diciembre de 1952, los votos perpetuos.

Antes de ser elegida Madre General en Sevilla, estuvo destinada en Lopera (Jaén), Valladolid, Estepa y Villanueva del Río y Minas. En todos estos lugares fue directora del colegio. En 1966 fue nombrada Maestra de Novicias. En 1969, ocupó el cargo de Provincial "a modo de experiencia". En 1970 la eligen tercera consejera general.

El 11 de febrero de 1977, en el XIII capítulo general ordinario, es elegida Madre General, cargo que ostenta durante 22 años, tras ser reelegida por unanimidad en los años 1983, 1989 y 1995. Como Madre General tuvo la dicha de asistir a la beatificación de Santa Ángela de la Cruz. Fundó siete casas, en Puertollano (Ciudad Real), Huelva, Reggio Calabria (Italia), Cádiz, Lugo, Linares (Jaén) y Alcázar de San Juan (Ciudad Real).

El 2 de febrero de 1997 muere su madre a los 96 años de edad. El 31 de octubre de 1998, a las 9:30, mientras se encontraba realizando unos ejercicio espirituales, muere la sierva de Dios, Madre María de la Purísima de la Cruz, tras una penosa enfermedad, en la Casa Madre de Sevilla. El 2 de noviembre fue enterrada en la cripta donde estuvo Santa Ángela durante 50 años.

El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, se ha referido a ella como la "más fiel seguidora del espíritu de Santa Ángela de la Cruz". La vicaria general, Sor Sofía, ha proclamado uno de los mayores elogios hacía su figura: "Si se perdieran las reglas sólo con verla actuar a ella se podrían escribir de nuevo". Todas las personas que la conocieron destacan de ella su sonrisa.

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