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Cofradias

El programa de mano de Gregorio

  • lConejo siempre llevaba saeteros: María José Santiago, Montoya, Pili del Castillo

DOS cigüeñas se han posado en la torre de las Atarazanas. "Este año han llegado antes", dice Manolo Márquez en el puesto de calentitos de Ángela Goiburo, sexta generación en la magia de la calentería. "Llevo 42 años despachando, 42 Semanas Santas".

Toda semana es santa si partimos de la evidencia de que siempre arranca en el día del Señor. Y durante muchos años, el domingo siempre empezaba igual desde esta atalaya privilegiada del puesto de Ángela, pared con pared de la capilla de la Pura y Limpia del Postigo de cuya llave esta mujer es depositaria.

"Pues sí señor, todos los domingos, a las ocho de la mañana, don Gregorio, que siempre me decía doña Ángela, pasaba por delante del puesto y se iba a oír misa al Rocío". Todos los años Gregorio Conejo enviaba a sus amigos un programa de mano con horarios de las cofradías que pasaban por su balcón de la calle Almirantazgo, una casa pegada a la plaza del Cabildo que los domingos, además del Señor, lo es también de los numismáticos y filatélicos, y de quienes acuden a comprar delicias a El Torno, tienda de pastelería de conventos de clausura.

En casa de Gregorio el paso del Cachorro en un Viernes Santo como éste, de regreso hacia Triana, era impresionante. El arco del Postigo es un torno civil que le da la vuelta a la ciudad por la cintura de sus sentidos. "Tres años llevan sin pintar el arco", se quejaba Ángela, mientras un joven se subía a una escalera para colocar los cables de Giralda Televisión.

La calle Almirantazgo en el remite del sobre de Gregorio con su programa personalizado evoca a La Nieve del Almirante, la novela del colombiano Álvaro Mutis. "La última vez que lo vi era una mañana de Corpus, Gregorio estaba en un bar que ya no existe, La tienda de Eva, justo detrás del mercado de artesanía del Postigo". La Isla se quedó sin su robinsón. En su palco casero, siempre había un refrigerio amable y los saeteros de guardia: Pili del Castillo, Jesús Heredia, María José Santiago o su buen amigo José Luis Montoya, anarquista de derechas, ex concejal del PP, entrenador de atletismo y saetero.

El Goiburo viene de Torrelavega, de donde vino el abuelo materno de Ángela. Otro montañés. El mostrador es cosa de mujeres. La quinta generación la encarnó su tía Juana. Se emociona la sobrina al recordarla. "Vino Javier Arenas cuando era ministro para ponerle la medalla al Mérito de Trabajo. Tuvo que venir porque ella decía que no cogía un tren para ir a Madrid. Se la dieron el mismo día que a don Javier Benjumea y a don Manuel Otero Luna, el dueño del hotel Inglaterra. Fue en su carrito casa por casa para invitar a sus amigos, a Joaquín Moeckel, a Rogelio el de Trifón, a Gregorio Conejo. Se murió de un día para otro y a las ocho de la mañana estaba Gregorio en el tanatorio de la SE-30".

Nombra Ángela a tan ilustres vecinos y por allí que aparecen, como si tuviera el poder de la evocación. Joaquín Moeckel, ex hermano del Baratillo, como también lo fue su padre, don Otto Moeckel, viene por la calle Dos de Mayo, que este año debería llamarse también Lunes de Feria. Rogelio, de Trifón, aparece por Arfe con su particular custodia: una palma rizada para su balcón. "Fui a buscarla al barrio de las Candelarias, a la calle Candela, a un local donde las hacen chavales que intentan salirse de la droga".

Se suma al bendito mentidero Antonio Bustos. "Gloria excelsa de la Sevilla eterna", dice de Ángela. Él se llevó en la directiva del Betis los mismos 42 años que la churrera lleva en el puesto de calentitos. Ella le muestra la llave de la capilla. Bustos se acerca a la puerta del sagrado recinto y piropea a la Virgen "chiquetita". "Tú no tienes palios ni multitudes, pero eres la más bonita, la que despedías a la marinería que se iba a América". Ya es vox pópuli en el Postigo que Bustos cogerá el testigo de Pedro Ordóñez como hermano mayor de la Pura y Limpia. En tiempos, Gregorio Conejo estuvo a punto de llevar las riendas de esta hermandad de gloria.

En el piso que ocupaba Gregorio ahora vive Juan Bustos, periodista e hijo de Antonio. Su padre cuenta que le pidieron al Ayuntamiento tres banderas con el rojo carmesí para recibir a tantos titulares de la Sevilla mariana. La Pura y Limpia cambiará de hermano mayor en la misma época en que el Ayuntamiento cambiará de alcalde. Ya no pasa Gregorio para oír misa en el Rocío. El universo lírico de Antonio Bustos. "Llevo cincuenta pregones del Rocío, el último en Pilas. Sólo me supera Pareja-Obregón". Dio el pregón de la Semana Santa de Cádiz el mismo día que Antonio Burgos pregonó la de Sevilla. Ángela tiene en su puesto un piropo de palabras firmado por Burgos. La churrera es sevillista y de Curro Romero. Caliente, caliente.

Correal

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