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Andaluces de Jaén, peliculeros activos

  • Recuerdos. Emotiva semblanza de Eduardo García Maroto, un cineasta andaluz injustamente olvidado del que hablaron su hijo, su biógrafo y un colaborador de sus películas.

De izquierda a derecha, Juan Mariné, Eduardo García Matilla (hijo de García Maroto) y Miguel Olid, el miércoles en Cicus.

De izquierda a derecha, Juan Mariné, Eduardo García Matilla (hijo de García Maroto) y Miguel Olid, el miércoles en Cicus. / Juan Carlos Muñoz

TRABAJÓ con Buñuel, Miguel Mihura le escribió los diálogos de sus películas, Berlanga se hizo cineasta por él y encima supervisó en España producciones internacionales como Patton, Espartaco y Orgullo y Pasión. Con ese bagaje de Eduardo García Maroto (Jaén, 1903- Madrid, 1989), no extraña que Eduardo García Matilla (Madrid, 1948) diga que "lo más importante de mi currículum es ser hijo de mi padre". Lo dijo en Cicus en una mesa redonda en la que también participaron Juan Mariné, que trabajó con Maroto en algunas de sus películas, y Miguel Olid, autor de una tesis doctoral y un libro sobre un cineasta injustamente postergado.

A las fiestas, estrenos y alfombras rojas, al ruido mediático que acompaña a los festivales o promociones, les llamaba "gachupinadas", como recuerda su hijo. "Nunca presumió de ser director de cine y no quería que ninguno de sus hijos nos dedicáramos a ese oficio". Ahí no acertó. "Menos mi hermana, que se casó con un ingeniero, todos los demás hemos salido saltimbanquis y faranduleros". En esa faceta, García Matilla dirigió entre 1981 y 1982 Radio 3, realizó la cobertura del Mundial de fútbol España 82 y fue director de programas de Radio Cadena Española.

Ese carisma traspasó la frontera de sus hijos. Durante la mesa redonda, Miguel Olid leyó un testimonio singular, una carta escrita a su tío Eduardo por Raúl García Sanz, un cineasta que reside en Singapur, ha trabajado en Hollywood y fue director y guionista de El lince perdido, un laureado documental producido, entre otros, por Antonio Banderas.

La vocación cinematográfica de Eduardo García Maroto surgió, según contó su hijo, cuando su padre lo llevó a un café cantante de Linares en el que se proyectaban películas de cine mudo acompañadas por un curioso apuntador de onomatopeyas. El público disfrutó de lo lindo con las cosas de este pionero contadas por su hijo, estudiadas por su biógrafo y aplaudidas por su compañero de fatigas. "Nunca quería problemas ni tristezas, es la persona más buena y honesta que he conocido en el mundo del cine", dijo Juan Mariné.

José Miguel Moreno participó en un programa monográfico que Radiópolis, la emisora con sede en Torneo, dedicó al cine de Eduardo García Maroto. Además de la gratitud manifestada por Berlanga en Memorias de un peliculero, los estudiosos de su cine encuentran ecos de Tres eran tres en Calabuig y de La hija del Penal en El verdugo. Influencias de dos títulos de García Maroto en otros dos del cineasta valenciano.

En sus comienzos, grabó los entierros de Pablo Iglesias y de la actriz María Guerrero

"La primera Andalucía Films Commision fue Eduardo García Maroto", dijo Eduardo García Matilla de un hombre del cine, su padre, que buscó exteriores por toda Andalucía. Se recordó con ocho años en El Escorial mientras su padre trabajaba con Cary Grant, Sofía Loren y Frank Sinatra en Orgullo y pasión. Los apuros de la producción cuando Tyrone Power murió en el rodaje de Salomón y la reina de Saba. Creatividad y trabajo, talento y esfuerzo forman un tándem inseparable en lo que Malraux llamó el séptimo arte. "Recuerdo a mi padre estudianto inglés por los pasillos con el método Assimil para trabajar con los americanos". Moreno, de Radiópolis, encuentra en su ingenio y su sentido del humor coincidencias con los hermanos Marx y ve en Gila a uno de sus más fieles discípulos. Ya alejado de los compromisos cinematográficos, colaboraba en la revista satírica Hermano Lobo.

Parafraseando la película de Griffith, García Maroto asistió al nacimiento de una nación llamada Cine. Sus primeros honorarios como cineasta los recibió en los reportajes de los entierros de Pablo Iglesias o María Guerrero. Su hijo evocó la vorágine de los trabajos de un currante de verdad. "Preparaba con Miguel Mihura los diálogos de parodias de películas de miedo, de gángster y de la selva. Después se ponía con los documentales. A media mañana, entraban Imperio Argentina y Florián Rey con Nobleza baturra. El supervisor de doblajes era Luis Buñuel". Doblemente vapuleado, unos lo ignoraron, otros lo identificaron con el franquismo, simplismo sociológico que lamentó su hijo Eduardo y que desmintió Juan Mariné, que trabajó como operador cinematográfico en la guerra con el bando republicano.

"No quería que nos dedicáramos al cine y todos sus hijos le salimos faranduleros"

En los días previos a la entrega de los Goya y los Oscar, éstos en el inicio del mandato de Donald Trump, es muy gratificante sacar del injusto ostracismo la figura de un cineasta andaluz que conoció esas dos cinematografías, la de Hollywood y la de Cifesa. Las dos patrias de la napolitana Sofía Loren. Juan Mariné evocó a García Maroto volviendo de rodar El otro árbol de Guernica y viendo el despliegue de vehículos y extras para la película Patton. Cuando se habla del buen momento del cine andaluz, de la escuela sevillana, de los nominados y premiados, en los cimientos de ese esplendor está la tarea callada, humilde, solidaria de un jornalero renacentista que descubrió la vocación en un café-cantante de Linares.

Entre el público estaba Rafael Utrera, uno de los fundadores de la Asociación de Escritores cinematográficos, estudioso de las relaciones entre el cine y la generación del 27, en la que cronológicamente podría inscribirse García Maroto: nació en 1903, cinco años después que Lorca y Aleixandre, un año después que Cernuda y Alberti, "yo nací -¡respetadme! con el cine, bajo una red de cables y de aviones...". También estaba Víctor Barrera, abogado y cineasta, que ejerció el primer oficio en Venezuela y volvió para dedicarse al segundo a su Carmona natal, donde dirigió a Lola Flores y Amparo Muñoz en la versión cinematográfica de la novela de Alfonso Grosso sobre el crimen de los Galindos. Memoria de muchos peliculeros.

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