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obituario

Antonio, el relojero del Salvador

  • Pertenecía a una saga de relojeros de toda la vida con negocios entre el Salvador, Alfalfa y Plaza del Pan

  • Cumplió dos sueños: pasear en coche de caballos y quedarse en el Salvador

La Plaza del Salvador ha perdido de forma repentina al relojero José Antonio González, de 65 años, más conocido como Antonio, que regentaba el taller situado en el número 14 de esta vía. Pero él se ha quedado donde siempre había soñado gracias a su buen amigo el campanero del Salvador, de nombre también Antonio, quien ha logrado que las cenizas descansen para siempre en la iglesia Colegial de la plaza. Estefanía -Fani-, la hija del relojero, relataba ayer que este hombre que tan bien congeniaba con su padre se quedó de tal modo impresionado por su pérdida que quería tener un detalle con la familia. Y así ha sido. "Mi padre reposa ahora bajo el Cristo del Amor en la iglesia donde siempre ha querido estar", señaló Estefanía, que reside habitualmente en Tenerife.

Pertenecía a una saga familiar de relojeros de toda la vida con negocios repartidos entre el Salvador, la Alfalfa y la Plaza del Pan. En el bar La Alicantina, que reabrió en febrero, el encargado y los camareros recordaban ayer que Antonio era el primer cliente que entraba por las puertas para tomar su cervecita sobre las doce de la mañana, que les había arreglado el reloj antiguo que cuelga de la pared del local y estaba arrumbado, y recordaban también los paseos que se daba con su perro Rolex. "Era un cliente tradicional de este establecimiento; muy buena persona y un hombre cariñoso con todos. Llegamos a hacer una buena amistad", comentó Fran, el encargado.

Era muy servicial, siempre a disposición de todo el mundo y no pedía nada a nadie"

Con los mismos calificativos se expresaba la responsable de la tienda Caviar ("era un señor súper amable y simpático"), situada junto a la relojería. La cafetería La Ibense es otro de los negocios que solía frecuentar. En la óptica cercana la encargada explicaba que le había causado una enorme sorpresa conocer su fallecimiento y que su padre es el que había tratado más con él cuando venía a pedir algún tornillo pequeño para sus relojes.

Venía de una familia de nueve hermanos y todos los varones eran relojeros.Cuando llevaba pocos meses disfrutando de su jubilación, un derrame cerebral se lo ha llevado sin tiempo para reaccionar. Ingresó un viernes en el Hospital Virgen del Rocío, donde trabajaba como celador desde hacía más de 30 años, y falleció al día siguiente, rodeado de los compañeros de trabajo. Su deseo de montar en coche de caballos se cumplió en su sepelio, con su traslado desde el tanatorio al cementerio, como él quería.

Antonio estaba casado con Manuela y deja tres hijos: Estefanía, la mayor; Isaac y José Antonio. "Como padre era el mejor del mundo para mí y como persona me están trasladando estos días las personas que me dan el pésame que era muy servicial, siempre a disposición de todo el mundo, no pedía nada a nadie", señalaba Fani emocionada.

"Arregló todos los relojes de los negocios de la plaza que podía, y se había especializado en el arreglo de encendedores Zippo, Dupont, Cartier que las casas oficiales ya no reparaban", rememora.

Uno de sus hijos recuerda que era muy bromista (lo tuvo buscando su cara sin éxito en la foto panorámica del Salvador que tenía la Alicantina porque decía que él también salía) y jugaba con las letras y los números. El martes 27 de junio la familia celebra una eucaristía en su nombre en el Salvador a las 20:45.

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