Calle Rioja

Canción triste de Alameda Street

  • Un bar expone desde el viernes fotos de varios autores, entre ellos, el fallecido periodista Ricardo Acosta

EN el Corral de Esquivel no dan crédito a la noticia. El viernes por la tarde Ricardo Acosta estuvo en este bar de la Alameda, a dos pasos de la casa natal de Manolo Caracol, montando la exposición fotográfica con obra de trece autores, uno de ellos este periodista redactor-jefe de informativos de Onda Cero. La exposición se inauguró a las diez de la noche del mismo viernes. Ese día fue a la emisora y presentó su programa, como venía haciendo desde hacía años. Fue su último programa. Y nunca más volvió al bar donde pueden verse sus fotos. Su muerte a los 58 años por un infarto ha sobrecogido a sus compañeros, amigos y a su legión de oyentes.

El título de la exposición, Vidas Anónimas, dice mucho del tipo de periodismo que le gustaba realizar a Ricardo Acosta. Un título que es un alegato contra el famoseo, contra esos monstruos creados por la propia televisión. En Ricardo convivían el oficio de la radio y la afición de la fotografía. Ya se sabe que oficio y afición son sinónimos si se viven con pasión. Igual que sí es conocida esa doble militancia de la perspectiva en Paco Sánchez, histórico de La Voz del Guadalquivir y después de Canal Sur dotado de una especial sensibilidad para la fotografía, los que ignorábamos esa faceta en Ricardo Acosta lamentamos haberla descubierto demasiado tarde. Del mismo modo que la camarera del Corral, con la voz entrecortada, decía que el viernes había conocido a Ricardo, ajena a que no habría más viernes.

Ricardo Acosta firma tres fotografías en esta exposición organizada por el grupo FS (Fotógrafos Sevillanos). Son las tituladas Acordes para una canción triste, Tormenta interior (estampa de solitario con paraguas para estos días de lluvia) y Diablos. Su muerte es una triste canción que ha ocasionado una tormenta interior de duelo y ausencia entre quienes lo conocieron. Estas fotos urbanas en blanco y negro le daban ayer una vida especial al trasiego cotidiano de clientes en El Corral de Esquivel. En una mesa, unos jóvenes hablaban de trabajo; en otra, un hombre escribía en el portátil.

Fotógrafo de radio. Curiosa metamorfosis del reportero que animó durante años la tertulia Sevillanos de Guardia. La radio es la sublimación del anonimato. No te ven, y en ese sentido permite hacer esa guardia de sevillanos, ver sin ser visto, como los nazarenos en la procesión. Pertenecía a Onda Cero, que va siendo galardonada en las ciudades donde llega a los treinta años de historia: en Granada, en Málaga. El de Ricardo Acosta es el primero de los doce nombres que aparecen en la nómina de fotógrafos que exponen en el bar de la Alameda, el local que antaño fuera El Rey de los Caramelos. Fotografías de José Rosco, Francisca Izquierdo, Daniel P. Galisteo, Francisco Blasco, Francisco Guerrero, Lola F. Falantes, Miguel Ángel Santos, Lourdes Santos, Rafael Camón, Miguel Ángel Rodríguez, Nuria de Castro y Manuel Barragán.

Acordes de un triste acordeón que ahora suena en la fotografía de Ricardo Acosta. El anónimo es como la clásica definición del cartel un grito en la pared, un alegato contra el cotilleo y la medianía. Con la fotografía persigue un sueño casi radiofónico desde que la radio es radio: darle voz a los que no la tienen. No hay poses ni posados en las fotos de Ricardo Acosta, son soledades urbanas, ese mínimo común múltiplo de las multitudes. Vidas sinónimas la del solitario y el multitudinario, como sabe reflejar este hombre de trabajo en la ciudad y retiro en el paraíso de Palomares, su último refugio.

Los que no tienen voz se quedan sin un portavoz privilegiado, sin el pintor cotidiano de esas estampas taciturnas de vaivenes sin rumbo fijo que pueden verse entre la Comisaría y la Casa de las Sirenas.

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