Inmigración

Cartografía de la Sevilla oriental

  • La población china crece un 70% desde el año 2005, llegando en la actualidad a los 5.177 empadronados.

Yan Long Lin tenía 17 años cuando se marchó de la provincia de Zhejiang, al sureste de la República Popular China. Su primer destino fue Dinamarca, donde trabajó como cocinero en un restaurante, profesión que siguió ejerciendo en Suecia, Madrid y Málaga, antes de llegar a Sevilla. Fue aquí donde decidió abrir su propio negocio, un restaurante en la Puerta Osario. Era 1986, un año en el que los chinos empadronados en la provincia ni siquiera llegaban al centenar . Hoy, 30 años después, viven en Sevilla 5.177 personas con nacionalidad china, una población que ha crecido en la última década un 70%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Su hijo, Xiao Peng Lin, es quien cuenta la historia de su familia, sin dejar de dar instrucciones a los camareros sobre la gestión del restaurante que su familia tiene ahora en José Laguillo. Él, a sus 25 años, está al mando del negocio mientras su padre está de vacaciones.

Pero aquí nadie le llama Xiao Peng, sino Luis. Éste, junto con sus hermanos Guan Pery, Xiao Ming y Shan Shan -o, lo que es lo mismo, Juan Carlos, Andrés y Teresa- pertenecen a la segunda generación de chinos en España, hijos de inmigrantes nacidos en este país y que en algunos ámbitos son conocidos, tal como explica el joven Luis, con el apelativo de chiñoles.

Existe una Sevilla oriental, aunque no es posible situarla en un punto geográfico concreto. Según los últimos datos del INE, con fecha de enero de 2015, hay empadronadas 5.177 personas de la República Popular China en la provincia, y 20.101 en toda Andalucía. Esta inmigración no toca techo, y los chinos están tomando el relevo a la población latinoamericana, que hace ya varios años que está protagonizando una marcha escalonada a sus países de origen.

La mayor expansión de este colectivo se produjo durante la crisis económica, pasando de una población de 1.893 chinos en 2007 a los 5.177 registrados en la actualidad, según el INE. La comparativa impacta más si se tiene en cuenta que en el año 2000 había registrados en la provincia sólo 175 chinos. Sevilla es la segunda provincia con la comunidad china más grande de Andalucía, por detrás de Málaga, con más de 7.200 personas empadronadas. Y no cesa. Su crecimiento anual está entre el 7% y el 5%, según el INE.

"El perfil de las personas que emigran a España ahora es muy diferente al de hace veinte años. Ahora llegan nuevos colectivos, como universitarios y familias de clase media alta", explica un representante de Unitao, entidad formada por varias asociaciones sociales y culturales que ayudan a los inmigrantes a instalarse e integrarse en Andalucía. "Cuando empezamos, en 1992, nosotros les ayudábamos con todas las gestiones administrativas, estábamos presentes en cualquier paso que daban. Hoy, son más independientes", señala.

A diferencia de otros inmigrantes, los chinos "no vienen a la aventura": "Normalmente, vienen ya con trabajo, dependen de alguien que ya está aquí instalado", apuntan desde Unitao. En este sentido, el joven Xiao Peng Lin aclara que la barrera idiomática que tienen que superar sus compatriotas hace que éstos no puedan buscar trabajo fuera de su comunidad, optando por abrir "negocios que sólo requieran un manejo básico del español, como las tiendas de alimentación".

Marqués de Pickman, junto con la carretera de Su Eminencia, es una de las zonas con mayor afluencia de comerciantes asiáticos. Pero, lo que hace a esta avenida realmente diferente del resto de barrios sevillanos es que muchos de estos locales no se dirigen al público general, sino a su compatriotas especialmente.

Así, concentrados en la misma acera y a pocos metros de distancia, hay una autoescuela donde han traducido el código vial a caracteres chinos; una peluquería donde ninguno de los clientes que esperan su turno es europeo; y un restaurante con comida tradicional del sur del país asiático donde es posible comer medusa aliñada y tofu con huevo negro.

El propietario del bar Qi Lin Ke se presenta como David. Abrió su negocio en 2007, tras pasar un año en Jerez de la Frontera. Una foto horizontal y aérea de la costa de Zhejiang, su provincia natal, preside el restaurante junto a la de dos tigres. Con una decoración austera y poco más de una docena de mesas, David enseña un recipiente con medusas en remojo, uno de los platos "estrella" de su carta junto a las empanadillas de carne a la plancha. "Entre el 60% y el 70% de mis clientes son chinos", aclara el propietario del restaurante. "Los productos son europeos, también las medusas, lo que varía es la forma de cocinarlos".

Éste no es el único establecimiento que regenta David. Hace dos años abrió en la misma calle una tienda de alimentación con productos originales de la República Popular China, pero admite que no le va bien y pronto lo cerrará para centrarse únicamente en el restaurante.

David domina un español básico y pausado. Reconoce que lo aprendió en la calle y son sus hijos los que le corrigen. Éste se muestra amable, hace un importante esfuerzo por hacerse entender, ofrece bebidas a sus invitados e, incluso, se deja fotografiar. En Marqués de Pickman no es fácil localizar a personas de origen asiático que quieran colaborar con la prensa. Rehúyen, asegurando que no saben hablar español. Sus rostros se vuelven serios y escanean con su mirada a su interlocutor. Su desconfianza es clara. "Los medios de comunicación nos han hecho mucho daño", apunta David. El empresario señala concretamente a la televisión: "Ponen a los españoles en contra nuestra".

Si no es por su empleada guatemalteca, que le explica por qué dos periodistas han entrado en su tienda de accesorios de aparatos digitales, Yon Vab tampoco hubiera contado su historia. Aunque antes, desconfiado, mira en internet la web de este periódico para confirmar que no le están mintiendo y tampoco se atreve a deletrear bien su nombre real.

En su caso, llegó a España hace 13 años. Él también es de la provincia de Zhejiang, al sur de Shanghái. Comenta que toda su familia vive en Sevilla y que primero fueron sus padres los que emigraron: "Mi hermano tiene una tienda en el centro", anota. Hace ya varios años que Yon Vab no viaja a su país, prefiere aprovechar las vacaciones para conocer Europa y este año ha estado en la República Checa y Alemania: "Allí hace más fresquito que aquí", comenta risueño.

La mujer de Wang, un médico que trabaja en Sevilla desde finales de los 80 y que tiene su consulta de acupuntura también en Marqués de Pickman, no recuerda ya cuántos años hace que salió de China. Pese al tiempo que lleva en España, apenas habla español, se comunica a base de frases cortas y gestos, y, con mucha dificultad consigue deletrear el nombre del lugar donde nació: Hangzhou. Sus hijos han cambiado de ciudad, algunos viven en Tarragona y otros en Marbella. Una de sus hijas, según relata, estudió Medicina en Sevilla y un nieto es alumno de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

En la mayoría de los casos, volver a su país de origen no es una opción. "¿Para qué? Mi familia está aquí", anota Yon Vab. El propietario del restaurante Qi Lin Ke, por su parte, lo considera imposible: "No puedo volver y empezar allí de cero. Tengo tres hijos y en China sólo permiten tener uno o dos", aclara. Pero otros como el joven Xiao Peng Lin no cierran puertas: "A los 18 años elegí quedarme con la nacionalidad china y vivir en España como residente extranjero. Recuperar la nacionalidad luego es muy difícil".

Pero el idioma no es el único obstáculo. Desde la organización Unitao hablan de la existencia de una barrera social. "Tienden a aglutinarse en comunidades inquebrantables, en fuertes núcleos familiares, donde es difícil entrar", apunta un miembro de Unitao que prefiere mantenerse en el anonimato. Pero su propósito no es sólo la unión de su cultura, sino también una medida de protección y de defensa frente a los prejuicios y estereotipos. "Sienten desconfianza. No saben a quién abrirse, temen que les tomen el pelo. Además, no hablar bien español les hace parecer fríos, distantes y herméticos, pero en realidad son personas sencillas, amables y alegres", apuntan desde Unitao. "Ellos hacen más esfuerzo para integrarse que nosotros para aceptarlos".

Pero ellos también temen que sus hijos, los chiñoles -los niños nacidos y escolarizados en España pero de padres de origen chino-, pierdan sus raíces. Yan Long Lin pidió consejo a su padre cuando comprobó que cuando él se dirigía a su hijo pequeño en su dialecto natal, éste le contestaba en español. Entendía su lengua, pero no la hablaba. Juntos decidieron crear el Colegio de Cultura China de Sevilla en 1996, pero su padre murió ese mismo año y el proyecto se convirtió en un reto personal. Aquí no sólo los inmigrantes aprenden español, sino que los bautizados como chiñoles conocen su cultura y aprenden su lengua materna. "Los niños van los sábados y los domingos, pero más que un colegio, ellos lo ven como un lugar de ocio donde juegan con otros niños con sus mismos rasgos", apunta el joven Luis.

Yan Long Lin, su padre, fue director de este colegio -ubicado dentro del Centro América, en la avenida Ramón y Cajal- durante diez años, hasta 2006. Hoy, tal como comenta su hijo, alumno durante ocho años de este centro cultural, la coordinadora del colegio es Ahe Liu, que llegó a España hace más de 20 años siguiendo a su marido, músico de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Juntos participaron también en la creación de los Colegios de Cultura China de Málaga y Granada.

Los comienzos "nunca son fáciles". Xiao Peng Lin (Luis) recuerda las dificultades por las que atravesaron sus padres cuando llegaron a Sevilla. Antes de abrir el restaurante KingDo, de José Laguillo, en 2008, levantaron dos más, uno en la Puerta Osario y otro muy cerca del actual. "Del primero nos echó el Ayuntamiento", recuerda. "Había que arreglar la finca y llegamos a un acuerdo con la dueña: nosotros arreglábamos el local del restaurante, los bajos del edificio, y ella el resto. Pero ella nunca lo hizo y el edificio fue declarado en ruina. Nos avisaron con 24 horas de antelación de que teníamos que marcharnos", relata.

En el segundo caso, asegura que fueron los problemas con los vecinos lo que les obligó a marcharse, además de las continuas y prolongadas obras en la zona que impedían el acceso de los clientes a su restaurante. "Nos acusaban de ser una mafia, de que servíamos ratas", críticas "falsas pero muy habituales contra las que es muy difícil luchar": "No quiero generalizar, pero creo que las personas que dicen estas cosas no tienen cultura, no conocen mundo", apunta Xiao Peng Lin.

El joven de 25 años, tiene claro que su deber es encargarse del negocio familiar para que sus hermanos pequeños puedan estudiar en la universidad y sus padres, "ya mayores", descansen. Sentado en la barra del restaurante, Luis comenta con orgullo que su hermano Andrés (Xiao Ming) estudiará Telecomunicaciones el próximo curso, aunque en vacaciones ayuda en el negocio familiar. "El restaurante son las raíces de mi familia. Hay que afianzar el tronco para que puedan crecer las ramas, y las ramas son ellos, mis hermanos pequeños".

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