calle rioja

Concierto de órdago y taladro

  • Catedral. Una visita a la exposición de la Misericordia en el paso del ecuador de la muestra donde están Murillo, Zurbarán y Valdés Leal.

LAS obras de la Misericordia son ocho materiales, empezando por dar de comer al hambriento, y ocho espirituales. Es la primera de éstas "enseñar al que no sabe". El que no sabe por ejemplo el impresionante patrimonio histórico, artístico y patrimonial de la Catedral de Sevilla. Una buena parte, concebida como un recorrido desde el Génesis hasta el Juicio Final, es lo que se muestra en la exposición El Rostro de la Misericordia.

Es un privilegio recorrerla de la mano de su comisario, Joaquín de la Peña, que no se queda para sí ninguno de sus amplísimos conocimientos sobre la materia. Disfruta mostrándolos a los demás. Un recorrido por un museo fortuito, temporal (de febrero a octubre) en el que se pueden ver obras de Valdés Leal, Murillo, Martínez Montañés, Zurbarán o Herrera el Mozo, cuya firma se aprecia en el cuadro Triunfo de la Eucaristía.

Cada capilla es un ámbito para el misterio y para la historia. En la del Espíritu Santo consta que yace el cardenal Baltasar del Río. "Fue obispo de Scalas, arcediano de Niebla y cardenal y canónigo de Sevilla", cuenta De la Peña. Se gastó un dineral en su panteón sevillano, fue a Roma y en Roma murió. Hay dos estatuas de seise tamaño natural, una con el color rojo del triduo de Carnaval, otra con el azul de la octava de la Inmaculada. Y unas jarras de aceite, una para el agua, otra para el vino, fabricadas en Amberes y que el Cabildo de Sevilla le compró al secretario del obispo de Burgos. Amberes-Burgos-Sevilla, un recorrido comparable a lo que hoy sería Londres-Fráncfort-Singapur.

Se conserva la factura de lo que costó la madera del confesionario de caoba de Cuba donde perdonaba los pecados, "los más gordos", el señor penitenciario. "Debe hacerlo el Papa, en su lugar los obispos y en lugar de ellos algún canónigo". A una visitante le recuerda el confesionario de La Regenta de Clarín. La Sevilla que muestra su arte en las calles está en esta intimidad hermosa, esta quietud rodeada de vidrieras: el Niño Jesús de Martínez Montañés con la encarnadura de Pacheco que sale en el Corpus o el Flagelado que terminó Francisco Ruiz Gijón, el autor del Cachorro, y se colocaba en la parte más alta del Monumento, esa tradición que se mantuvo hasta 1958.

Cada tres meses se cambian los libros de la Biblioteca Colombina. Se puede ver la Biblia del Oso de Casiodoro de Reina o uno de los libros corales, los Gigantes, en los que el Cabildo invertía un buen dinero para que las lecturas fueran a coro por parte de todos los canónigos. Hay obra que habitualmente no se ve. Dos de los seis cuadros del flamenco Simon de Vos, La creación de los animales, "todos menos la serpiente", y La creación de Adán, que normalmente están en el almacén de los óleos; o una de las doce tablas de las reliquias. Dice Joaquín que en la Edad Media había hasta tráfico con las reliquias, pero ese retablo sólo estuvo en el altar mayor cuarenta años. "No le gustaba al Cabildo y lo sustituyó por el Descendimiento de Pedro de Campaña".

Una parte fundamental de la Misericordia son sus benefactores. Las hermanas de la Cruz han dejado para la exposición un retrato de Santa Ángela firmado por José Macías; del hospital de la Caridad ha llegado el Mañara pintado por Valdés Leal. Uno de los dos sevillanos en proceso de beatificación que están en la exposición. El otro es Fernando de Contreras, que liberaba a los niños que estaban en prisión y rechazó ser nombrado cardenal.

Hay ejemplos pioneros de la columna salomónica, de la técnica del mantón de Manila, un Crucificado llamado de Hernán Cortés que es posterior al conquistador de México. El visitante sabrá que los presbíteros usan casulla, los diáconos se ponen la dalmática y los subdiáconos le colocaban la llamada planeta, una subcapa que dejó de usarse cuando Pablo VI eliminó del rango eclesial las órdenes menores.

La primera parte de la visita se oyó con fondo de música de órgano. La segunda, con un taladro. Al revés que la adivinanza apostólica del león rodeado de abejas productoras de la miel: de lo fuerte a lo dulce. Están el hijo pródigo, las bodas de Caná, el maná en el desierto y Cristo en sus pactos para escándalo de escribas y fariseos: en un cuadro, con la samaritana; en otro, con la adúltera. A quien se pierda, junto a la puerta de la Asunción está el Niño de la Guarda de Murillo, que podría reunirse con sus compañeros de camada pictórica en el año del pintor.

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