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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

el rastro de la famaJosé manuel quesada. secretario de la asociación de amigos del libro antiguo de sevilla

"Conocí a libreros de viejo analfabetos que eran magníficos negociantes"

  • Es uno de los libreros de viejo que más ha hecho por revitalizar un negocio que empezó siendo propio de traperos, pero que, hoy por hoy, es fundamental en la vida cultural de la ciudad

José Manuel Quesada, en su quiosco de la Feria del Libro Antiguo, que se celebra durante estos días en Sevilla.

José Manuel Quesada, en su quiosco de la Feria del Libro Antiguo, que se celebra durante estos días en Sevilla. / fotoS: mj lópez

-el periodista vasco Santiago Belausteguigoitia nos dijo que, cuando llegó a Sevilla, se sorprendió por la vida cultural que había en la ciudad. Una de las cosas que más le sorprendió fue la cantidad de librerías de viejo que había...

-No estoy del todo de acuerdo. En Granada, una ciudad menor que Sevilla, siempre ha habido más. Eso sí, en los últimos años se han abierto aquí cuatro o cinco librerías de viejo nuevas, como Boteros, de Daniel Cruz, que está llamado a ser alguien a tener en cuenta en este negocio. Con anterioridad, sólo había seis o siete.

-No son pocas. Una librería de viejo cada cien mil habitantes.

-En Madrid, por ejemplo, hacen dos ferias del libro antiguo: una en otoño y otra en primavera. Aquí sería impensable. Hay que tener en cuenta que internet ha revolucionado el negocio. El gran problema ahora son la gran cantidad de librerías piratas que están vendiendo libros sin estar dadas de alta ni pagar impuestos.

-Pero internet también tiene muchas ventajas para su gremio.

-Es un arma de doble filo. Por una parte ha hecho que pasemos del cliente habitual o de paso que acudía a la librería a los millones de posibles compradores que existen en la red. Pero por otra está surgiendo la competencia desleal de estas librerías piratas. No hace mucho una librería de Sevilla solicitó entrar en la Feria y le dijimos que tenía que darse de alta... Nos contestó que no le merecía la pena.

-¿Cómo se llega a ser librero de viejo? Cuénteme su caso.

-La primera librería de viejo que visité fue cuando era un niño, a principios de los años setenta, gracias a mi hermano mayor, quien me llevó a intercambiar tebeos a la Librería Baena, la de la calle Feria, que entonces no tenía nombre. En el año 85 puse un puesto en el Jueves y en la Alameda con una colcha vieja que me dio mi madre y unos libros que sobraban en casa.

-¿Qué es lo que mantiene vivas a las librerías de viejo?

-El coleccionismo. La mayoría de los clientes son coleccionistas, personas que adoran al libro como algo sagrado. En España no se lee, pero se compra. Eso sí, tengo clientes que en veinte años sólo me han comprado un libro, pero se siguen pasando habitualmente. A las librerías de viejo viene mucha gente sola, quizás porque se crean esas famosas tertulias que, ahora, con internet, están desapareciendo.

-¿Su primera y única librería ha sido Alejandría?

-Sí, pero antes me dediqué al cine, otra de mis grandes pasiones. En el verano de 1985 conocí a Manuel Gómez Román, quien llevaba el cine San Vicente. Nos hicimos socios y durante un tiempo estuve haciendo cosas de cine y vídeo industrial. En el 96, finalmente, montamos Alejandría. Justo ahora cumplimos 20 años. Me arrepiento de no haberme dedicado antes en cuerpo y alma a este negocio.

-Los libreros de viejo tienen fama de ser personajes un tanto extraños y polvorientos. Lo cierto es que sus locales suelen tener un aire novelesco, galdosiano...

-Y de los porteros de fútbol dicen que están todos medio locos... Hombre, para ser librero de viejo hay que estar un poco tocado, pero tampoco estoy de acuerdo con esa imagen que se nos ha dado de personajes huraños... Gente que habita en covachas... Creo que, a finales de los setenta y principio de los ochenta, con compañeros como Abelardo Linares, se empezó a subir bastante el nivel.

-¿Y de dónde viene esa imagen en sepia?

-Antiguamente, al menos en Sevilla, los que se dedicaban a este negocio eran los ropavejeros, gente que compraba papel al peso y vendía cascos de botellas vacías... Así era, por ejemplo, el padre de la librera Concha Buzón... Llegué a conocer libreros de viejos que no sabían leer ni escribir, pero que eran magníficos negociantes. Un detalle, las mujeres no entraban en las librerías de viejo, eran lugares sólo para hombres, como las tabernas.

-Sin embargo, sí había librerías de viejo llevadas por mujeres.

-Ya más recientemente se creó una tradición de mujeres libreras importantes: Concha Buzón, Mercedes Rivas y Rebecca Buffuna, la propietaria de la ya desaparecida Trueque. Al principio, a Concha se le miraba mal en el gremio porque no tenía nivel cultural. Ella se dio cuenta de que los libros que su padre compraba al peso los podía vender uno por uno y sacar más beneficios. El poeta Fernando Ortiz cuenta como, por un embargo judicial, se hizo con una biblioteca magnífica que tenía muchas primeras ediciones. Al principio, los vendía baratísimos, pero observó que gente como el mismo Fernando Ortiz, Abelardo Linares y otros bibliófilos mostraban mucho interés por ellos y subió el precio. Yo conocía a Concha desde niño, porque íbamos por las casas recogiendo periódicos para vendérselos y sacar algo de dinero que lo gastábamos en tebeos en la Librería Baena. Ella aprovechó el éxodo de la burguesía del centro a barrios como Los Remedios para comprar los muebles grandes que ya no cabían en los pisos y, con ellos, los libros. "Son para decorar", decía, y se los llevaba gratis.

-Siguiendo la metáfora que se suele hacer con los anticuarios, los libreros de viejo son como playas en las que se ven muchos naufragios vitales. Una biblioteca puede resumir la vida de un lector.

-De las muchas bibliotecas que he comprado o visitado recuerdo la de un sobrino de León Felipe, el poeta. Tenía alzhéimer y vivía con su mujer en un piso de Los Remedios en unas condiciones lamentables. Incluso, la comunidad le había cortado el timbre por no pagar las cuotas. Tenía cosas muy curiosas, pero, como usted dice, todo recordaba a un naufragio. Se iban a vivir a una residencia y necesitaban venderlo... Es lo que queda después de una vida.

-Ya se encuentran pocas gangas.

-Eso se debe a internet. Es imposible saber de todo y, antes, el librero marcaba el precio más o menos como podía. Entonces llegaba la gente que sabía, como Andrés Trapiello, Juan Bonilla o Juan Manuel Bonet y compraba muy barato. Podían jugar con el desconocimiento del librero. Ahora, sin embargo, tenemos internet, una herramienta potentísima de consulta.

-Es difícil encontrar a un hombre culto que no frecuente, aunque sea muy de vez en cuando, las librerías de viejo.

-Yo lo veo más bien como algo propio de las personas con buen gusto. Los mejores compradores de libros antiguos, por ejemplo, no son los investigadores universitarios que buscan un determinado texto, sino los coleccionistas que van detrás de cuestiones estéticas como la tipografía, el tipo de papel, etc...

-Lo que hablábamos antes, el libro como fetiche, como objeto del deseo.

-Sí, como algo sagrado, que no se puede tirar ni destruir. Ese fetichismo es el que hace que sigan perdurando las librerías de viejo.

-¿Tuvo usted algún maestro en este negocio?

-Varios: Manuel Baena, en cuya librería pasé muchísimas horas y que me ayudó económicamente cuando monté yo la mía, algo que habla de la generosidad de mucha gente de este gremio. También, Mercedes Rivas, de la que aprendí a cuidar el ambiente de la librería, la tertulia, el trato con el cliente...

-¿Algún momento especialmente grato?

-Muchas veces me alegro de los hallazgos que se hacen en mi librería, como el de un chaval que encontró el libro que le había regalado y dedicado su novia y que había vendido en una pelea pasajera o cuando una señora muy mayor se topó con El alcázar de las perlas, de Francisco Villaespesa, tras años de búsqueda infructuosa. Ahora con los ordenadores es fácil encontrar esas cosas, pero hasta hace muy poco tiempo podía ser casi imposible. El azar era importante.

-¿Y cuáles deben ser los atributos de un buen librero de viejo?

-Conocimiento e intuición. Sólo con ver un libro sé si merece la pena o no. Acierto el 99% de las veces

-La revolución digital ha dejado sin uso libros de consulta antes muy usados, como los diccionarios, las encicopledias...

-Todavía hay algunas enciclopedias, como el Aranzadi o la Espasa, que se compran para decorar despachos. Las librerías de viejo siempre han tenido clientes que buscan libros para decorar, independientemente de su contenido. A mí me ha llegado gente queriendo comprar diez metros lineales de libros de un formato y color determinado.

-En Sevilla han existido intentos de hacer un mercadillo permanente de libros de viejo, como la Cuesta de Moyano de Madrid. Incluso se barajaron algunas ubicaciones: la Alfalfa, un solar junto a la calle Alfonso XII...

-Como dijo Juan Bonilla en el pregón de inauguración de la actual Feria del Libro Antiguo, para que una ciudad sea grande de verdad hacen falta dos requisitos: que tenga dos equipos de fútbol en primera división y un mercado estable de librerías de viejo... Pero con la revolución de internet cada vez nos alejamos más de ese modelo. En Zaragoza se intentó y no duró ni un año. Actualmente tenemos una feria que ha pasado de 18 a 28 días y eso ya satisface al gremio.

-Pero el apoyo a la Feria del Libro Antiguo es mucho menor que el que se da a la feria del libro a secas.

-Eso es normal, porque la segunda tiene detrás una industria editorial muy potente. Pero contamos siempre con un gran apoyo popular. Son dos modelos que, inevitablemente, deben ser distintos. A nosotros nos llega gente que nos pregunta por qué no organizamos firmas de libros... Evidentemente, no puede ser. Desde hace unos años estamos intentando hacer programas de actividades paralelas. Ninguna feria de España tiene un pregón como el nuestro, en el que hemos traído a escritores como Pérez Reverte, Fernando Savater, Jorge Edwards, Rosa Regàs, Caballero Bonald, Lorenzo Silva, Andrés Trapiello... Hay dos personas a las que quiero agradecer su apoyo a la Feria del Libro Antiguo desde que la relanzamos en 2002, con motivo de su 25 aniversario: Paola Vivancos, que fue la primera en concedernos una subvención del Ayuntamiento, y Nicolás Salas, que dio el primer pregón desinteresadamente. En aquella ocasión el público no superó las doce personas. Sin embargo, en el de este año se registró un lleno total y hubo gente que no pudo entrar. También tenemos que agradecer mucho a la Universidad de Sevilla, con la que editamos todos los años una obra relacionada con el libro antiguo. El año que viene, con motivo de nuestro cuarenta aniversario, queremos buscar una mayor implicación institucional. Ahora bien, la feria es sobre todo para vender.

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