Antonio Camoyán. Fotógrafo y Médico

"Doñana siempre ha sido y será una fuente de conflictos"

  • Es uno de los históricos de la fotografía española de naturaleza y de la lucha por la conservación de un coto que, cuando lo conoció hace ya cincuenta años, todavía era un espacio salvaje

De sus años de naturalista barbudo y viajero conserva una coleta que apenas se destaca en una nuca blanqueada por las canas. Es un placer hablar con Antonio Camoyán, porque a la sabiduría que da el tiempo une la cercanía de alguien que nunca perdió el amor a la aventura y la naturaleza salvaje que aprendió en las novelas de Salgari o recorriendo con su padre carreteras de la geografía andaluza en una vieja Ossa de 125. Ahora vive en un amplio chalet del Aljarafe, escoltado por dos perras de agua que le persiguen a todas partes y que gruñen desconfiadas al plumilla nada más entrar (algo vieron). El fotógrafo las trata con el desdén y el cariño de los hombres acostumbrados a vivir con perros, sin remilgos pero con consideración. Camoyán enciende el ordenador y enseña una foto en la que se ve a Felipe González dentro de un Land Rover con una pequeña en brazos. "Es mi hija, cuando Felipe vino por primera vez a Doñana y yo le enseñé el parque". La imagen, piensa el plumilla, resume un espíritu, una época en la que gente como Antonio Camoyán creían posible una nueva España más justa, más libre, menos sometida a las presiones de los depredadores. "Ahora, cada vez escucho más lo que dice Podemos", una frase que resume el estado de ánimo de todo un país. Sin embargo, tras un buen rato de conversación, al plumilla le queda un sabor agradable en el alma, el que permanece cuando se entrevista a los que merecen la pena.

-Hay una foto de usted que me fascina. Está publicada en El mito de Doñana y en ella se ve a un patero [cazador de patos] que apoya su escopetón en los lomos de su caballo para apuntar. Tiene los pies hundidos en el agua de la marisma... Es una imagen decimonónica, como de Far-West, que nos remite a un mundo perdido y salvaje... 

-Aquello era una Doñana totalmente distinta. De hecho, ya no reconozco el parque actual si lo comparo con el de hace unos cincuenta años. Tuve la suerte de que, cuando empecé a trabajar en el Coto a los 23 años, aquello estaba prácticamente virgen. Si hice reportajes que han quedado para la historia se debió más al momento que me tocó vivir que a mis méritos.... Usted ha mencionado el Far-West y no puedo dejar de pensar en la saca de yeguas, que es prácticamente el origen del caballo en América. Gran parte de los caballos y vacas que viajaron en los barcos que iban al Nuevo Mundo se criaron en el coto. Las yeguas de Doñana fueron las madres de los caballos americanos.

-Hoy en día la saca de yeguas se ha convertido en un espectáculo multitudinario.

-Yo hice para la revista Periplo el primer reportaje fotográfico que se publicó sobre la saca de yeguas en Doñana y, entonces, no tenía nada que ver con la fiesta que montan ahora con el cura bendiciendo y todo eso.

-Más allá de la fauna, Doñana siempre estuvo poblada por personajes novelescos, hombres de frontera que vivían en condiciones muy duras.

-Hace dos días estuve viendo la película LaIsla Mínima, que está hecha en el borde de Doñana y donde aparecen los riacheros [pescadores fluviales], que ya quedan muy pocos y ahora se dedican a otras labores que poco tienen que ver con la pesca del cangrejo o las anguilas... Atín Aya tenía unos retratos de estos personajes de Doñana auténticamente maravillosos, pero están desapareciendo todos. Por supuesto, los pateros ya no existen. El último que hubo fue el padre de Luis García, el anillador de Doñana, otro ser fascinante. Este señor y sus hermanos, que eran de Los Palacios, llegaban a matar de un solo tiro sesenta o setenta patos.

-¿Tiraban con misiles?

-Tiraban con una escopeta patera, un arma cuyo cañón tenía el grueso de una lata de cerveza. Incluso hay fotos, aunque eso yo no lo conocí, de una barca con un cañoncito para matar patos en las marismas de Doñana. Podían matar de un solo disparo más de cien ejemplares.

-Otra de sus fotos más famosas es la conocida como El alcornoque de Doñana, un contraluz que resume perfectamente la fabulosa riqueza vital del coto.

-Gracias a estar en Doñana tuve la suerte de trabajar con algunos de los mejores fotógrafos del mundo. Un día apareció por allí el italiano Mario de Biasi, un auténtico genio. Estuvimos un mes viviendo juntos en Doñana y aprendí de él muchísimo, porque era uno de esos maestros a los que no les importa explicarte sus técnicas. El último día me preguntó qué foto haría yo de Doñana para sorprender a la gente y lo llevé con el Land Rover al famoso alcornoque y esperamos a que el sol bajase para que se colocase detrás del árbol... En ese momento Mario se puso a gritar de contento y a tirar fotos como un loco. Sin embargo, yo hice muy pocas, porque, como le dije a Mario, quería esperar a que el cielo fuese todavía mejor. Dos días después, tras una tormenta, volví e hice la foto que ganó el Primer Premio Internacional de Kodak.

-Con una de las fotos del alcornoque hicieron un sello...

-Sí, fue el primer sello que editó Europa con una fotografía. Me convirtió de golpe y porrazo en el fotógrafo español con una imagen suya en más colecciones privadas del mundo... Las filatélicas. Tenga en cuenta que la tirada fue de unos ocho millones de ejemplares.

-Como apuntamos antes, usted perteneció a un grupo pionero en Doñana. ¿Qué recuerda de aquéllos compañeros de generación?

-Bueno, hay que decir que antes que yo y Antonio Díaz de los Reyes, hubo un grupo en el que estaba, entre otros, Juan Antonio Fernández, que también era sevillano y que, además de fotografías, hizo muy buenas películas con los medios de aquella época. El primero de todos fue Eric Hosking, al que un cárabo, una especie de búho, le arrancó un ojo al trepar por un árbol para acceder a un nido.

-Para el Parque y su generación fue muy importante José Antonio (Tono) Valverde, al que se considera como el padre de Doñana.

-Valverde fue un hombre fundamental para la salvación de Doñana. A los fotógrafos nos facilitó mucho el trabajo, porque tenía claro que la investigación científica, la fotografía y el cine eran fundamentales para difundir por el mundo las bellezas del parque y, por tanto, para concienciar a todos de la necesidad de su conservación. Fue el culpable de que yo abandonase la medicina y me dedicase a la fotografía, cosa de la que no me he arrepentido nunca.

-¿Cómo era?

-Como un jabalí... Ese pelo abundante e hirsuto... Tenía una inteligencia fuera de lo normal, como dejó claro en muchos trabajos científicos. Sabía muchísimo de la evolución humana... Generaciones y generaciones de biólogos lucharon por trabajar en la Estación de Doñana para estar y aprender con él, y muchos de ellos son hoy científicos de primera magnitud. Además, era un político nato y consiguió manipular hasta al propio Franco gracias a un sistema triangular: mandaba cartas sobre la necesidad de la conservación de Doñana a Bernardo de Holanda para que éste las remitiese como propias a Franco, quien, por su parte, llamaba al propio Valverde para que escribiese la contestación al príncipe holandés... Una jugada magnífica.

-Sin embargo, después de décadas de lucha y concienciación, Doñana sigue amenazada.

-Sí y al parecer no basta con los cultivos contaminantes que se desarrollan a su alrededor, sino que ahora se pretende reabrir la mina de Aznalcóllar pese al desastre que provocó en su día... No digamos ya el dragado del Guadalquivir. Doñana ha sido siempre y será una fuente de conflictos, porque está en un sitio estratégico, junto a la desembocadura del río más importante de Andalucía.

-Otro de los paisajes que le ha marcado como fotógrafo es río Tinto. ¿Cómo llegó a él?

-Me llevó mi padre en una moto Ossa de 125 cuando yo tenía 18 años. Fue uno de los primeros carretes en color que hice y las fotos se han conservado bastante bien... Aquellos rojos, azules, amarillos me dejaron impresionado.

-Son fotos que rozan la abstracción.

-Sí, eso me viene de mi afición a la pintura desde la adolescencia. Yo empecé a pintar manchas de color degradadas, pero todas las galerías me decían que si quería exponer tenía que pagar... Llegó un momento en que decidí colgar los pinceles y regalé los cuadros entre mis amigos, aunque llegué a vender dos o tres. Tanto en mi afición a la pintura como a la fotografía influyó, además de mi padre, el sitio donde vivía, muy cerca de la Imprenta San Eloy...

-La imprenta San Eloy, un lugar mítico para el arte sevillano, con Joaquín Sáenz como maestro de ceremonias en tertulias a las que acudían los mejores pintores de la ciudad de la segunda mitad del siglo XX.

-Sí, yo era muy amigo de su hermano pequeño Emilio, que era compañero mío de los Maristas, aunque dos años menor, y llevaba la parte de fotografía de la imprenta. Yo iba a trabajar en el laboratorio y conocí a todos los pintores de Sevilla, incluyendo a Zóbel... Eran tertulias muy divertidas e interesantes y, por supuesto, de vez en cuando se despellejaba a alguien.

-Alguna vez ha expresado la admiración que siempre ha sentido por Zóbel, uno de los mejores pintores españoles de la contemporaneidad.

-Además de un genio, era muy agradable y le gustaban mis fotos. Un día, cuando yo ya vivía en Madrid y era jefe de fotografía de las revistas Periplo y Ronda Iberia, me lo encontré en la Imprenta San Eloy y me comentó que le había impresionado uno de mis reportajes sobre el Tinto y me invitó a ir a Cuenca para hacer algo en las choperas junto al río, pero murió poco después y el proyecto nunca se materializó.

-Como jefe de fotografía de Periplo y Ronda Iberia viajó por todo el mundo. ¿Algún país que le llamase especialmente la atención?

-Argentina. Es uno de los pocos países del mundo que es vertical y acapara todos los climas, desde el tropical hasta el polar. Y encima hablan español... Y encima se come estupendamente... Fue un auténtico descubrimiento. La belleza de África en algunos sitios también es tremenda.

-¿Y algún animal especialmente dificultoso de fotografiar?

-Quizás el quebrantahuesos. Valverde ya lo había fotografiado en blanco y negro, pero yo fui el primero en todo el mundo en hacerlo en color. Aquello me supuso un esfuerzo importante y un roce con Félix Rodríguez de la Fuente. Localicé el nido en Ordesa, donde me encontraba con un amigo para hacer un libro sobre la naturaleza del Pirineo aragonés. Estábamos fotografiando rebecos cuando, de pronto, sufrimos un alud de piedras que nos obligó a salir corriendo y del que nos escapamos de milagro. Nos fuimos a descansar cuando, por la Faja Peláez, vimos a un quebrantahuesos meterse en su nido... No lo podíamos creer y nos pusimos de nuevo en marcha para cruzar el río y subir toda la ladera hasta llegar a poco más de sesenta metros del nido. El que hubiese un nuevo nido de quebrantahuesos en Ordesa era un descubrimiento importante y me fui corriendo a Madrid para pedir prestado un teleobjetivo de 600 mm. mientras mi amigo construía un aguardo donde me llevé tres días metido atado a una cuerda, porque te podías caer en cualquier momento. Conseguí hacer la foto y aquello me supuso un enfado con Félix Rodríguez de la Fuente, que quería haberla hecho él y dijo que habíamos cortado más ramas de las debidas para hacer el aguardo... Tiempo después él se puso de mi lado para conseguir la ampliación de Doñana con la compra de La Rocina y acabamos muy bien.

-Usted también es un consumado amante del mar.

-Cuando yo quiero descansar de verdad me voy a Barbate y salgo a pescar en mi barco. Tuve la suerte de tener por compañero a un pescador muy humilde, Manolo Sangá, el que más sabía en Barbate de pesca. Desde los siete u ocho años, Sangá salía al mar con su padre y pescaba corvinas de siete u ocho kilos... Iban en una barquita de vela hasta los Caños y, luego, si el viento era propicio se volvían con la vela y si no a remo. Los días que saltaba el levante tenían que echar la barca a tierra, cargar las corvinas y atravesar todo el cerro andando para regresar a Barbate. Yo me río de El viejo y el mar... Con él pesqué un pez limón de 120 kilos, llevándolo de Zahara a Barbate varias veces hasta que el bicho se rindió.

-Ha conocido auténticos personajes, ¿grabó algunas veces las conversaciones que mantuvo con ellos?

-A Sangá no lo grabé, algo de lo que me arrepiento. Sí tengo muchas grabaciones con gentes de Doñana, horas y horas, pero no he vuelto a escucharlas... Por ejemplo, el viejo Luis el de la venta, que se hizo íntimo amigo de Felipe González durante sus estancias en Doñana, porque era un gran narrador y contaba historias tremendas, como aquella vez que naufragó un barco negrero en Doñana y él iba con el candil por la noche alumbrando los cadáveres de los desgraciados desperdigados por la costa...

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios